LA EMPRESA DISIMULADA
La historia del escándalo Odebrecht nos ha graficado a esta empresa, como una entidad de fachada. Y no es cierto.
Una empresa criminal o de fachada es una organización delictiva camuflada detrás de una persona jurídica, pero esta última (la persona jurídica) no existe.
Lo de Odebrecht, no nos engañemos, existe —en mayor o menor medida— en muchas de nuestras empresas; no solamente a nivel Latinoamérica, por cierto.
¿Cuántas de las empresas que conocemos habitan en un sector hostil dominado por prácticas de corrupción? En ese contexto, ¿cuántas de esas empresas incurren en actos de “supervivencia”? Cuando se llega a esa justificación, entonces se pierde la brújula de la integridad empresarial. No hace falta tener una división de operaciones estructuradas.
Podemos ir incluso fuera de las fronteras de la corrupción. El equilibrio del riesgo criminal es, muchas veces sin saberlo a ciencia cierta o, mejor dicho, muchas veces sin aceptarlo, moneda corriente en la vida de varias empresas. Conductas de contaminación al límite, inseguridad laboral contenida, fraudes internos asolapados, todo es el componente estructural de la empresa disimulada.
El riesgo penal convive con la empresa de hoy. Todos somos potencialmente Odebrecht si es que no se ejecuta la prevención correcta y real. La diferencia es solamente una línea que puede ser delgada o gruesa, según se vea.