LA CORRUPCIÓN VISTA COMO FENÓMENO ESFÉRICO
Hace algunas semanas en la versión impresa del diario se publicó el extracto de una entrevista realizada a la Directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde.
“Algunos gobiernos ven a la corrupción como un problema político, no económico, por lo que son reacios a comprometerse con la causa”, sostuvo Lagarde en una frase que suscribo —desde hace mucho tiempo— plenamente.
El fenómeno de la corrupción, por ejemplo, tiene raigambre económica en tanto y en cuanto, por ejemplo, atenta contra la libre competencia. Una empresa que paga coimas para ganar un concurso, público o no, tiene por finalidad asegurar un resultado (lograr el contrato), perjudicando a la competencia pues no necesariamente —con ello— gana el mejor, sino el que logró eludir el escollo de la igualdad de oportunidades.
Voy, incluso más allá. La corrupción golpea de modo certero aspectos internos de una sociedad, convirtiéndose en un problema de corte sociológico. El caso es muy simple: si veo que tal o cual persona se hace rica a consecuencia de negocios obtenidos por corrupción, ¿entonces por qué yo no voy a hacerlo?
Así sucesivamente, podría abordar ejemplos de corte psicológico y, finalmente político, entre otros aspectos que grafican el problema 360° de la corrupción. Es un problema, sin duda, esférico.
Más allá de las cifras que, comúnmente, se lanzan para tratar de dimensionar el perjuicio que ocasionan las prácticas de corrupción, el problema mal enfocado desencadenará en una solución, por decir lo menos, equivocada. Si el diagnóstico es equivocado, no deberíamos esperar una correcta cura de la enfermedad.
El mal diagnóstico se ve en los constante esfuerzos de producir copiosamente normas legales, normas que, dicho sea de paso, quedan relativizadas cuando el sistema de administración de justicia, a su turno, no las aplica de una manera uniforme (para todos los casos, con una misma interpretación, para todas las personas).
Enfocar el asunto de una manera integral, no recortada como es usual en la actualidad, hará que —efectivamente como indica la frase de Lagarde— exista más interés de los gobiernos y de otros actores (por ejemplo, las empresas que pierden con ese tipo de competencia). Luego del interés, vendrá el compromiso.