Más que crecer, hay que exigir estabilidad
Las proyecciones de crecimiento de nuestra economía arrojan diversas cifras para este año, desde un optimista 5% oficial hasta un 3%, e incluso 2.5%, en los casos más pesimistas.
Lo cierto es que hay factores externos y otros exógenos que no puede controlar la política económica, y que son más determinantes para un mayor o menor crecimiento. Entre los primeros destacan la política monetaria que asumirá la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos a partir de junio (fecha programada para empezar a subir la tasa de interés inicialmente, pero que ahora parece podría cambiar para fines de este año o inicios del 2016); la performance que tenga la economía china y su efecto en los precios de los commodities, especialmente minerales (sobre todo cobre, oro y zinc) y el comportamiento del precio internacional del petróleo.
Entre los factores exógenos están la ocurrencia y magnitud de un fenómeno de El Niño y el ´ruido´ político que podría escalar a medida que avance el año pre electoral que hemos empezado, en un contexto de crecientes sospechas de corrupción que se vienen dando en prácticamente en todos los niveles del estado.
Comparto con los economistas y hacedores de política de la necesidad de mantener políticas económicas contra cíclicas, tanto monetaria como fiscal, como se están llevando a cabo, pero me temo que los factores antes mencionados pesarán más sobre el crecimiento de nuestra economía este año y, la verdad, el resultado me parece bastante incierto. En un escenario favorable donde la FED no varíe sus tasas de interés y los precios de los minerales no continúen su tendencia decreciente del último año, y si se da el ingreso de nuevos proyectos mineros y la producción plena de otros que ya entraron (Toro Mocho) o están en explotación (Antamina), tranquilamente tendríamos al menos 1 punto porcentual más de crecimiento del PBI.
Si a ello se añade el inicio de obras de grandes concesiones ya adjudicadas como la Línea 2 del Metro de Lima, el Gasoducto Sur Peruano, para mencionar sólo dos, y la recuperación de las expectativas empresariales, el crecimiento puede tranquilamente superar 4%.
Nadie duda que es importante retomar el crecimiento económico alto (encima del 5%) para seguir disminuyendo la pobreza y el desarrollo de nuestro país, pero más importante y difícil es mantener ese crecimiento en el tiempo (mediano y largo plazo). En ese sentido, considero que este año será crucial para ver si somos o no capaces de continuar por la ruta del crecimiento. No será fácil porque las tentaciones de políticas populistas no creo que hayan desaparecido en nuestro país. Y si a ello se suma la necesidad de un buen resultado electoral del partido de gobierno en las próximas elecciones (para, al menos, asegurar un mínimo de representantes en el Congreso) no es descabellado pensar que podría ocurrir un desvío de las políticas económicas que se han venido siguiendo hasta ahora y que se caracterizaron principalmente por la disciplina fiscal, la inexistencia de emisión inorgánica, y el rol subsidiario del Estado en la actividad productiva.
Por lo pronto ya se anunció un déficit fiscal de 2% para este año, lo cual se entiende dentro de una política fiscal contra cíclica que apoyamos, pero dados los bajos niveles de eficiencia en la gestión pública (en todos los niveles de gobierno) y que la campaña electoral para el 2016 ya inició prematuramente, nada asegura que el gasto público sea de calidad ni que los recursos públicos no serán desviados con fines electorales. Más que recuperar tasas de crecimiento altas debemos exigir estabilidad económica. Salvo mejor parecer.