Del paquete reactivador y la “transición”
Para el consenso de economistas y analistas el conjunto de medidas dadas por el gobierno para reactivar el crecimiento de la economía a tasas altas fue tardío e insuficiente. Tardío porque la desaceleración ya se avizoraba desde, al menos, el tercer trimestre del año pasado, e insuficiente porque, según los estimados de consultoras de prestigio (y del mismo MEF) el impacto anual del gasto fiscal adicional orientado a reactivar la demanda interna será alrededor de 1 punto porcentual del PBI. Sin embargo, las medidas se aplican a partir de julio y agosto, por lo que el impacto real para este año sería alrededor de 0.5%. Aun así, las últimas estimaciones privadas indican un crecimiento para este año entre 3.5% y 4.5% (para el MEF sería de 4%).
Se considera insuficiente, además, porque las medidas reactivadoras de la inversión, que incluye el paquete, no resuelven problemas de fondo: por ejemplo, la excesiva carga fiscal que soporta el sector formal, la rigidez de la legislación laboral y los sobrecostos laborales, o la sobre regulación ambiental, para no hablar de los engorrosos trámites y la llamada permisologia e ineficiencia en la gestión pública que están trabando muchas inversiones; problemas sobre los cuales se han dado paliativos o reformas parciales que todavía están en proceso de implementación y que, en todo caso, sus efectos recién se verán en el mediano plazo.
Ello, unido al hecho de que el contexto económico internacional no muestra buenas perspectivas para la demanda y precios de las materias primas, ni para los flujos de capitales (con el consecuente encarecimiento del crédito), han hecho que la confianza empresarial, que si bien ha mejorado en agosto, todavía está bastante lejos de la que registraba a principios del 2011, y se mantiene cautelosa en la toma de decisiones de inversión (la inversión privada habría caído en el primer semestre 0.3% frente a un crecimiento mayor al 9% en el mismo período del 2013, que ya era menor a los dos dígitos de años anteriores).
Sin embargo, las últimas proyecciones oficiales son optimistas: el MEF afirma que la desaceleración del crecimiento económico ya tocó fondo en junio y que “dará la vuelta” en los meses siguientes, al punto que a partir del IV trimestre de este año, la economía volverá a crecer a tasas de 5.5% y más (el MEF estima 6% para el 2015). Se insiste en que sólo hemos pasado (o estamos pasando) una etapa de ´transición´ caracterizada por un menor dinamismo de la economía nacional, causado principalmente por factores externos, por choques de oferta (precios y demanda de minerales, principalmente) que deben revertirse hacia fines de año.
En realidad, el retorno a tasas altas de crecimiento (si ocurre) obedecerá principalmente a la mayor producción minera (según el MEF la minería crecerá 10% en el 2015), gracias a la puesta en operación de grandes proyectos de inversión (Toromocho, que ya entró; Las Bambas que debe entrar en noviembre; la ampliación de Cerro Verde y Constancia que entrarían en el 2015, entre otros), que no son proyectos que impulsó la política actual sino que venían en cartera de varios años atrás; y, por el inicio de obras de infraestructura de gran envergadura (Línea 2 del Metro, Gasoducto Sur Peruano, y un paquete de inversiones públicas bajo la modalidad de APP, que elevan la cifra a unos US$ 20,000 millones). Pero, si por alguna razón, estos proyectos no se concretan, el crecimiento se verá fuertemente afectado.
La ´transición´ por la que pasa la economía peruana, no es de ahora, viene de mucho más atrás, desde la segunda mitad de los 90´s, cuando se dejó de profundizar las reformas del modelo económico de libre mercado y abierto, por el que se optó. Es una transición que estuvo oculta varios años debido al extraordinario contexto internacional favorable para nuestra economía, compuesto por un boom de precios de metales y abundante crédito barato, situación que ahora se ha revertido y desnuda las debilidades de nuestra economía. La ´transición´ puede seguir por varios años gracias al ingreso de los megaproyectos mineros, los que, por volumen, compensarán la estabilización de los precios. Pero ya será más difícil disminuir la pobreza y la desigualdad.
En realidad no debería llamarse “transición” sino agotamiento. Las reformas pendientes deben relanzarse y ser profundizadas para que el mercado funcione más eficientemente, y para que nuestra economía sea más competitiva, a partir de un incremento sustancial de la productividad y de una diversificación productiva. Hacer eso requiere fortaleza política e institucional que, por ahora, no tenemos.