2014: un año en la encrucijada
Las proyecciones oficiales y privadas coinciden en que la economía nacional crecerá este año, pero hay polémica en torno al cuánto. El rango de pronósticos va entre 4.0% y 6.5%. Más interesante, en mi opinión, esa discutir acerca del cómo se va a crecer el próximo año y qué riesgos tiene ello para sostener el crecimiento, no este 2014 sino hasta el 2022.
Todo indica que este año volveremos a crecer más “hacia afuera”. El punto o punto y medio porcentual adicional que crecería el PBI en el 2014 estará atribuido casi totalmente al repunte de las exportaciones, sobre todo de las tradicionales. Ello debido a la mejora de la demanda externa, pero, más específicamente, a los mayores volúmenes de mineral que se espera producir (por el ingreso de nuevos proyectos como Toromocho, y la ampliación de otros ya existentes) y, en menor medida, a la agro exportación y a la pesca.
Este cambio es importante, porque desde la crisis financiera internacional (2008-2009) ha sido la demanda interna la que venía liderando el crecimiento, impulsada principalmente por la inversión privada, compensando así el efecto negativo de una demanda externa débil.
Las consecuencias de esta forma de crecer este año (y los siguientes) serán un menor dinamismo de los sectores no transables (construcción, servicios y comercio y de la manufactura para el mercado interno) que ya vienen desacelerándose, y del empleo formal interno relacionado a ellos (el cual también se ha desacelerado e incluso ha caído en muchas provincias).
Ello, unido al incremento de la inseguridad ciudadana, y a malas señales política (como el inoportuno aumento de 100% de los sueldos a los ministros y altos funcionarios públicos, y las marchas y contramarchas respecto a un aumento del salario mínimo, para poner dos ejemplos recientes) podría exacerbar las movilizaciones sindicales y los conflictos sociales y políticos.
El ruido resultante no abonará en el buen ambiente para los negocios y las inversiones necesarias para sostener el crecimiento. Hay que recordar que el año pasado cayeron las expectativas y confianza empresarial y recién a partir del tercer trimestre empezaron a recuperarse. Está por verse si con el nuevo gabinete ministerial se den los ajustes necesarios para restablecer plenamente esa confianza.
Gasto público
En un contexto en el que la demanda interna (y el empleo, y los ingresos) pierden dinamismo, también es muy probable que crezcan las presiones para un mayor gasto público.
Si bien las proyecciones oficiales indican un balance fiscal equilibrado para este 2014, hay que considerar que estamos en un año electoral (elecciones regionales y municipales) y que todo indica que la campaña para las elecciones generales del 2016 se ha adelantado, por lo que las presiones para aumentar el gasto serán mucho mayores. Tanto por el lado de la demanda (ya hubieron S/. 20,000 millones en solicitudes de ampliación presupuestal cuando se debatía la ley del presupuesto público del 2014), como de la oferta (no pocos alcaldes y presidentes regionales se quieren reelegir y los partidos y alianzas políticas de alcance nacional ya miran el 2016 y saben lo importante que será tender alianzas con los grupos políticos regionales para un triunfo en las elecciones generales)
Como es poco probable que la recaudación tributaria crezca al ritmo de años anteriores, si el gasto público se sigue disparando, existe el riesgo de caer en déficit fiscal (a pesar de la crisis ha habido superávits entre el 2011 y 2013) que, de persistir, sería un factor en contra para mantener la calificación de riesgo soberanos de Grado de Inversión.
Sostenibilidad
Por otro lado, debe notarse que si no fuera por el ingreso de nuevos proyectos (y ampliaciones) mineros que se gestaron hace varios años, este año estaríamos en serios problemas de crecimiento. Esos proyectos maduraron gracias al buen clima de negocios y a la estabilidad macroeconómica que los peruanos supieron preservar por más de dos décadas.
El mayor reto para sostener el crecimiento económico nacional en el largo plazo es mantener la estabilidad de la política económica. Si bien este gobierno ha mostrado pragmatismo y ha seguido con el mismo modelo, todavía suscita dudas cuando pretende, por ejemplo, una mayor participación del estado en la actividad empresarial (hidrocarburos), o cuando deja dudas respecto a su rol en la formación de precios. Si no se destierra del todo la tentación de volver a esquemas estatistas y populistas del pasado, es claro que se ahuyentará la inversión y se pondrá en riesgo el esfuerzo de dos décadas que nos llevó a una senda de crecimiento alto como el que tuvimos hasta hace dos años.