Hará falta más que voluntad política
El ministro de Economía ha anunciado que llevarán adelante varias reformas en el estado, siendo la principal la carrera de servicio civil público. Ello abre la esperanza de que, por fin, se empezará a ejecutar las llamadas reformas estructurales que están en la agenda desde casi hace dos décadas y de las cuales depende que aumentemos nuestra competitividad. La reforma del servicio civil público cuenta con los recursos fiscales y con el apoyo político del gobierno, ha asegurado el ministro, al punto que se tiene pensado llevarla adelante en este verano (en una legislatura extraordinaria).
Sin embargo, hará falta más que voluntad política para lograr esta reforma. El ministro ha reconocido que los primeros obstáculos serán la estabilidad laboral absoluta y los famosos derechos adquiridos que tienen los empleados públicos, derechos que están protegidos por la Constitución y el estado de derecho que nos rige. Sin embargo, respetar ese marco legal no es incompatible con dar solución al problema que significa el caos que hay en la burocracia pública y que ya tiene décadas.
El verdadero obstáculo para esa reforma es la mentalidad que prima en nuestro país: tanto en el estado como en las familias se ha formado una especie de cultura, una idiosincrasia, según la cual el ingreso a trabajar en el sector público, la permanencia en el mismo, los ascensos, no se logran en muchos casos a partir de las capacidades y calificaciones, del logro de metas sino por la filiación política, las relaciones amicales y familiares. Esa cultura criolla (o chicha), que se ve también en menor escala en algunas empresas privadas familiares, se debe desterrar.
Parece que esa mentalidad ha empezado a cambiar y eso se refleja, por ejemplo, en que se ha formado un amplio consenso en torno a la urgencia de reformar la gestión pública. El arribo de grandes empresas extranjeras que desde hace dos décadas vienen a invertir al país y traen consigo, además de tecnologías, prácticas de buen gobierno corporativo donde se valora el esfuerzo, la calificación, los resultados; así como la mayor globalización, sobre todo de las comunicaciones, que ha permitido el surgimiento de nuevas empresas peruanas emprendedoras, estarían en la base de ese cambio. Este proceso debería continuar en la medida que ambos componentes continúen desarrollándose, pero puede ser muy lento para las urgencias del país.
Para acelerarlo se necesitaría un cambio drástico en el sistema educativo, en la enseñanza, en todos los niveles, sobre todo en primaria y secundaria, para volver a inculcar a nuestros jóvenes valores como el del mayor esfuerzo para conseguir metas, y el respeto al trabajo y logro ajeno, entre otros. La primera reforma que debió impulsarse es de la educación, pero no sólo de la carrera magisterial, sino sobre todo de la enseñanza misma.