¡Que viva la pobreza!
Que el Perú deje de ser considerado por los organismos internacionales como un país de ingresos medios bajos (país pobre) y pase a estar entre aquellos de ingresos medios altos (según la medición del PBI per cápita por paridad de poder de compra, que estaría alrededor de los US$ 10,000) debería ser motivo de satisfacción, porque es el reflejo de los avances del país en materia de crecimiento y estabilidad económica, más aún cuando el hecho lo destaca alguien como Bill Gates.
Sin embargo, como ello también implica que el Perú como país ya no califica para tener la prioridad en los programas de la cooperación financiera internacional (lo cual también fue señalado por el empresario), ello ha suscitado críticas a Gates que denotan cierta confusión.
Está claro que el hecho de que el nivel actual del PBI per cápita de paridad de compra coloque al Perú como país de ingreso medio alto no implica que la pobreza se haya erradicado (uno de cada tres peruanos es pobre y dos de cada diez es pobre extremo), ni mucho menos que la desigualdad social haya mejorado de manera notoria. Seguimos siendo uno de los países con mayor índice de desigualdad social de la región. El índice de Gini para Perú, que mide esta desigualdad, bajó a 0.46 en los últimos años según mediciones oficiales, pero que de acuerdo a cálculos de expertos reconocidos seguiría alrededor del 0.6 (como hace cuatro décadas), es decir, mantendría un puntaje muy alto.
La solución al problema redistributivo en el Perú, sin embargo, depende más de nosotros mismos que de la cooperación internacional. Depende de que mejore sustancialmente el accionar del Estado en todos su niveles (que se asignen y ejecuten mucho mejor los recursos públicos del país, que se lleven adelante las reformas pendientes) y también de los agentes económicos privados, que pueden elevar la productividad y competitividad del país.
Es probable, por otro lado, que con el recorte del apoyo financiero y de las donaciones hacia el Perú (por haber salido del estatus de país pobre) se verán perjudicadas algunas organizaciones y entidades que justifican su presencia con el problema de la pobreza, pero que muy poco contribuyen en su solución, así como también activistas para quienes la pobreza y la necesidad son sus mejores aliadas en su búsqueda de consolidar intereses y metas particulares, profesionales de la pobreza cuyo lema pareciera ser: ¡Que viva la pobreza!