A siete años de la NIIF 16: el cambio contable que transformó los balances empresariales
Carlos Aguirre. Profesor de Finanzas de ESAN Graduate School of Business.
Desde su entrada en vigencia en 2019, la NIIF 16 Arrendamientos ha modificado profundamente la forma en que las empresas presentan su deuda. Lo que antes era un simple gasto operativo —el alquiler de oficinas, locales o equipos— ahora debe registrarse como un activo por derecho de uso y como un pasivo por arrendamiento. En otras palabras, los contratos de alquiler que antes quedaban fuera del balance pasaron a formar parte del endeudamiento visible de las compañías.
El impacto fue inmediato: más activos, más pasivos, mayor EBITDA y mayor apalancamiento financiero. Sectores intensivos en arrendamientos —como el retail, la minería o las telecomunicaciones— vieron crecer sus niveles de endeudamiento sin haber solicitado un solo sol adicional de financiamiento. Esto alteró indicadores clave como los ratios de endeudamiento (Deuda/EBITDA), cobertura de intereses (EBITDA/Intereses) y servicio de deuda (EBITDA/Servicio de deuda), ampliamente utilizados por los bancos como parte de los covenants financieros.
Estas cláusulas, incluidas en los contratos de crédito, buscan asegurar la salud financiera del deudor y proteger al prestamista frente a un posible incumplimiento. Si alguno de estos indicadores cae por debajo del nivel pactado, el banco puede exigir medidas correctivas, acelerar el pago del préstamo o incluso ejecutar garantías.
La respuesta de los bancos peruanos
Ante el riesgo de que un cambio contable provocara incumplimientos “artificiales”, las entidades financieras locales ajustaron sus metodologías para mantener la estabilidad de sus contratos y evitar impactos no deseados. En la práctica, aplicaron cuatro medidas principales:
- Revisar las definiciones de deuda y EBITDA, separando la deuda financiera real de los pasivos por arrendamiento generados por la NIIF 16.
- Incorporar cláusulas frozen GAAP, que fijan los criterios contables vigentes al momento de la firma del préstamo, de modo que una nueva norma no cambie las reglas del juego.
- Otorgar waivers o renegociar covenants, cuando el aumento de deuda provenía exclusivamente del cambio contable.
- En muchos casos, ignorar el efecto de la NIIF 16 en el cálculo de los covenants para mantener la comparabilidad con los años previos.
“En ciertos casos, la deuda aparente subió más de 20 %, pero era solo una ilusión contable”, comentó un ejecutivo de riesgos de un banco local. “No tenía sentido penalizar al cliente por cumplir una norma”.
Más transparencia, pero también más análisis
El nuevo tratamiento contable también ha exigido mayor transparencia y análisis técnico. Hoy las empresas preparan conciliaciones —o “puentes”— entre sus cifras con y sin NIIF 16, para que bancos e inversionistas puedan evaluar el desempeño real de sus operaciones. Si bien el EBITDA tiende a aumentar, ya que el gasto por alquiler desaparece y se reemplaza por depreciación e intereses, los analistas advierten que no todo crecimiento refleja una mejora operativa. La clave está en entender qué parte del cambio proviene de la gestión y cuál de la norma.
El debate pendiente: ¿afecta la valorización empresarial?
Un tema que sigue generando discusión es el impacto de la NIIF 16 en la valorización de las empresas. Al modificar el cálculo del EBITDA —una de las métricas más usadas para estimar el valor de una compañía—, la norma ha planteado un dilema a los valorizadores: ¿cómo deben ajustar sus modelos ante un cambio contable que no altera los flujos de caja del accionista ni tiene efectos tributarios relevantes, salvo quizás por el ITAN? En otras palabras, ¿puede una modificación contable afectar el valor económico de una empresa? Esa es la pregunta que muchos especialistas intentan responder.
En el Perú, bancos y empresas han aprendido a convivir con este nuevo lenguaje contable, donde la deuda visible no siempre cuenta toda la historia.

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