¿Cómo impulsar la asociatividad empresarial con inclusión social en el agro peruano?
Por: Jorge Sandoval Ramírez. Profesor de la Maestría en Administración de Agronegocios de ESAN.
La asociatividad es una de las estrategias que el sector agrario promueve por sus múltiples ventajas. Sin embargo, también suele confundirse con otro concepto igual de importante: la formalización. Este problema surge en la medida que los procesos de asociatividad llevan a una formalización efectiva de las actividades económicas. No obstante, es necesario distinguir que la asociatividad no implica, de manera necesaria, una formalización y viceversa, ya que una asociación puede operar de manera formal sin estar registrada legalmente y una actividad formalizada puede no desarrollar dicha asociatividad.
Comprensión de los grupos de apoyo
Por un lado, la asociatividad es clave para el crecimiento económico, pero requiere formalización, así como el fortalecimiento y acompañamiento en cuanto a gestión empresarial. Una asociación que se formaliza no garantiza su supervivencia en mercados cada vez más exigentes. Por otro lado, la asociatividad es crucial para la competitividad y debe asegurar la inclusión de diversos grupos que aún no están plenamente integrados, como los más de dos millones de productores de la agricultura familiar.
Para enlazar la asociatividad con la inclusión social, primero es crucial identificar y comprender las características y necesidades de los grupos que queremos apoyar. Luego, pueden desarrollarse estrategias para acompañarlos y prepararlos. Así, se facilitará que aprovechen las oportunidades que les ofrece la asociatividad.
Las compras estatales de productos de la agricultura familiar son un buen ejemplo, pues no solo permiten la inclusión social de los agricultores familiares, sino que también se convierten en un requisito para los programas sociales. Sin embargo, esta estrategia aún no despega porque no se ha abordado de forma adecuada la brecha de calidad e inocuidad de los productos, lo cual es vital para cumplir con los estándares de los programas sociales. Además, desde el punto de vista de la demanda, no se consideran los productos frescos como parte de las raciones, pese a que estos constituyen los principales productos de la agricultura familiar.
Normativas y e independencia económica
La generación de normativas que promuevan la inclusión social es un primer paso esencial para construir una sociedad más equitativa y justa. Sin embargo, para asegurar que sean efectivas y generen un impacto tangible en la vida de las personas, es importante abordar y cerrar las brechas existentes, lo que requiere de un financiamiento adecuado y sostenido.
La Estrategia de Empoderamiento de la Mujer Rural e Indígena es otro ejemplo de inclusión social basado en la asociatividad. Esta estrategia fomenta el financiamiento con el propósito de alcanzar la independencia económica de las productoras en un sector mayoritariamente machista. Sin embargo, es fundamental evaluar si los requisitos de postulación consideran la situación actual de las productoras, pues se les solicita, por ejemplo, documentación que acredite la posesión de sus tierras.
Esta realidad se evidencia en el informe La situación de las mujeres rurales en el Perú, elaborado por Karem Escudero Letona, con la colaboración de Roxana Ramírez Palacios, para la Asociación Servicios Educativos Rurales-Perú. Para las mujeres rurales comuneras del país, la principal forma de acceder y tener derechos efectivos a la tierra es a través de la herencia o el matrimonio. Aun así, se les exige como requisito la documentación antes señalada.
Medidas recomendadas
Se necesitan acciones concretas para promover la inclusión de diversos grupos, como los productores de la agricultura familiar, las comunidades nativas y las productoras del sector agrario. La asociatividad es una forma de integrarlos, pero no basta por sí sola. Si se confunde la asociatividad con la formalización, no se aprovechará todo su potencial. Asimismo, si la formalización se percibe como un fin en sí mismo, no habrá valido la pena. Las estrategias de inclusión social, sin una sensibilización y un entendimiento previos, serán propuestas aisladas que logren resultados, pero no impactos duraderos.
Todas las estrategias implican inversión y financiamiento, los cuales tampoco deben verse como fines por sí mismos, sino como medios. Esto conlleva a la necesidad de acompañamiento, seguimiento y asesoramiento constante. El financiamiento no reembolsable es una opción, pero no se trata solo de mejorar las condiciones de producción, sino de comenzar por mejorar las formas de gestión empresarial. Una asociación recién formalizada que no recibe apoyo en la gestión ni gobierno de personas solo será parte de las estadísticas.
Por último, es necesario entender que las estrategias son formas de cambiar vidas, no fines. En ese sentido, es necesario conocer la real magnitud de cada problema que queremos solucionar.