Proyectar y valorizar: simplificar para no confundir al ciudadano
Por: Edmundo Lizarzaburu. Profesor de la carrera de Administración y Finanzas de la Universidad ESAN.
En el ámbito empresarial, el valor económico se erige como una guía hacia la comprensión de la valía de una entidad, amalgamando diversas características financieras y operativas en una cifra reveladora. La contribución de expertos como Pablo Fernández en este terreno ha sido notable, especialmente en lo que respecta al valor empresarial. Sin embargo, cuando nos sumergimos en el complejo universo del valor empresarial, nos encontramos con el enigmático concepto del valor negativo. Este surge en escenarios específicos, vinculados muchas veces a interpretaciones de modelos o enfoques decisionales basados en proyecciones.
Un flujo de caja futuro negativo, expectativas de mercado pesimistas exacerbadas por situaciones de crisis global, y una excesiva dependencia en las calificaciones crediticias incluso frente a escenarios adversos conocidos, como los vividos por empresas tecnológicas o durante la crisis subprime, representan algunos de los escenarios que pueden conducir a una valoración empresarial negativa. Es imperativo analizar estos elementos con una lente crítica, profundizando en el análisis de informes y documentos que revelen no solo una parte, sino el panorama completo de la situación empresarial.
La evaluación de una empresa debe ser una tarea exhaustiva que contemple no solo el presente, sino también el pasado, abarcando al menos los últimos cinco años para comprender cómo se llegó a la situación actual y proyectar futuros posibles. Esto incluye un análisis detallado del flujo de caja operativo, los registros financieros y el desempeño operativo, la posición en el mercado, la valoración de activos tangibles e intangibles, la estructura de la deuda y los riesgos empresariales, entre otros.
Un flujo negativo, lejos de ser un veredicto final de insolvencia, debe ser visto como un punto de partida para revisiones y ajustes, dado el carácter dinámico del mercado. Es esencial no solo entender los números, sino también el contexto en el que estos se generan, y estar preparados para adaptarse a los cambios del entorno.
En conclusión, la valoración de una empresa es una práctica multidimensional que requiere una comprensión profunda y holística. Los inversores y los ciudadanos deben exigir y buscar información clara, completa y basada en evidencia, manteniendo siempre un espíritu crítico y una mente abierta a la hora de evaluar el verdadero valor de una entidad en el complejo escenario económico actual.