Cambio de rumbo (Parte 2): Nuestro rol como consumidores
En mi nota anterior comentaba que para revertir la situación en la que estamos inmersos (en la cual nuestro modelo de producción y consumo actual ha sobrepasado las capacidades que tiene nuestro planeta de proveer recursos) debemos repensar la manera como vivimos, reinsertando el balance y el propósito en todo lo que hacemos. Hoy me voy a concentrar en lo que podemos hacer diferente como consumidores: un rol que jugamos TODOS.
Estamos en un proceso de toma de conciencia colectivo respecto del cambio climático y sus implicancias para nuestro país, y mientras llega el momento en el que todos los peruanos veamos la sostenibilidad como modelo de vida, el consumidor juega un rol muy importante, pues con sus preferencias y decisiones orienta las acciones e inversiones de las empresas. Entonces, surgen dos desafíos: primero, qué podemos hacer para consumir más sosteniblemente, y segundo, cómo hacemos para que todos los consumidores comiencen a buscar prioritariamente atributos de sostenibilidad en su toma de decisiones.
En cuanto al primer desafío, que en otras palabras significa cómo pasar del dicho al hecho, podemos inspirarnos por quienes se han vuelto completamente sostenibles, al punto que han reinventado la manera como viven y sin producir basura. Así, por ejemplo, han reducido su consumo y compran lo que realmente necesitan. Además, usan menos agua, gasolina y energía, reúsan lo que se puede (“pasarse” ropa usada) y reciclan lo más posible (vidrio, papel, plástico, restos vegetales, etc.).
Del extremo de “basura cero” pueden encontrarse distintos niveles de adopción de prácticas sostenibles según las preferencias de cada quien. Y lo mejor de este proceso es que al adoptarlo se ahorra plata. En la web abundan tips para ser más sostenibles en el día a día. Lo importante es empezar, de a pocos, con cada cambio. El poder está en la cantidad de personas que hagamos de este cambio una pasión, un camino a nuestra evolución como seres humanos.
En cuanto al segundo y más difícil desafío, los “convertidos” del párrafo anterior tienen un rol que jugar, influenciando con el ejemplo a quienes los rodean: sus parejas, hijos, amigos, vecinos). Paso a paso, pero firme. Mientras más vayamos sintiendo el orgullo y la satisfacción de vivir la vida siendo consistentes con nuestros valores y creencias, más nos iremos sofisticando en nuestra toma de decisiones y comenzaremos a mirar lo que hay detrás de lo que compramos, es decir, el criterio con que las empresas usan los recursos para producir lo que nos venden. Podremos elegir comprar productos de marcas que compartan valores de sostenibilidad y descartar marcas que no lo hagan.
Para lograr esa generación de conciencia más profunda y masiva, que sin duda involucrará concesiones de parte de cada uno de nosotros y que por tanto no será fácil, se requiere el gran empujón de otros actores: empresas conscientes (que tienen entre sus colaboradores a consumidores “convertidos”), gobiernos estratégicos (cuyos funcionarios “convertidos” coloquen prioridad al fomento de producción y consumo sostenibles) y líderes de opinión o movilizadores que se compren el pleito de romper algunos huevos para poder hacer las tortillas. Sobre ellos hablaré en mi próxima nota.