Un país de tuertos
El dicho indica que “en un país de ciegos el tuerto es rey”, pero en un país de tuertos, ¿quién es rey?
Muchas veces nos plantamos frente a otros creyendo que tenemos las ideas claras y que contamos con argumentos suficientes para sustentarlas. En muchos casos salimos airosos y en otros no tanto. Esto puede deberse a que la contraparte está mejor o peor preparada para un debate, tiene mejores argumentos o, simplemente, sabe y ha profundizado más que nosotros en el tema.
Uno de los puntos flacos es cuando otro encuentra inconsistencias en nuestro razonamiento y las explota hasta mostrar lo poco que entendemos un asunto y delata un comportamiento que parece contradecir lo que enunciamos.
Por ejemplo, quienes aprueban las ideas de Javier Milei (Murray Rothbard), también aprueban que toda relación humana estaría mediada por la idea de la libertad por sobre cualquier otra consideración, y que en ese sentido cada uno podría hacer lo que quisiera si existe otra parte que demande lo que hace. El mercado de las armas, de las drogas, de la prostitución no tendrían restricciones desde esta perspectiva. Otra derivada es que quienes ostentan posiciones de poder (élites económicas, políticas y sociales) no tendrían restricciones para perpetuarlas, ya que el libertarismo está más cercano al darwinismo social que a una corriente intervencionista. Si te gustan las ideas que defiende a Milei y eres católico o cristiano, tendrás que aplicar algunas volteretas valóricas para sustentarlo, como las que él esta haciendo para ganar un electorado más amplio.
Por otro lado, quienes defienden las ideas de Thomas Piketty, estarían de acuerdo con que el capitalismo concentra la riqueza, lo que genera desigualdad y que el rol del Estado es redistribuir los excedentes de forma justa y equitativa. Suena lindo, pero quienes apoyan esta idea, también estarían de acuerdo en una de sus derivadas que indica que el sistema debe reconocer el valor de las personas por el mérito y su contribución, lo que implica que, por ejemplo, la herencia debería ser suprimida de hecho, porque no es justo para una persona sin recursos al nacer compita con otra que comienza su vida con una herencia que le permitiría arrancar desde otro nivel. Si piensas como Picketty y tienes hijos, deberías estar de acuerdo en dejar la herencia al estado para que la administre.
Son dos casos extremos, pero ilustrativos de cuando las ideas nos pueden dominar emocionalmente.
Para discutir constructivamente es necesario conocer el punto de partida donde uno se encuentra. Jonathan Haidt demostró que todos tenemos una base moral que guía nuestros pensamientos y comportamientos fundamentales y que con ellos podemos establecer un buen punto de partida respecto a la visión que tenemos de, por ejemplo, nuestra posición sobre nuestras convicciones morales y políticas y ver si entre ambas existe congruencia o no.
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Por otro lado, vale la pena entender el trasfondo de los modelos que gobiernan nuestra convivencia y que muchas veces confundimos. El Capitalismo es un modelo que promueve la propiedad y el control de todo tipo de bienes y servicios por medio de contratos privados en un entorno de libre mercado, regulado por mecanismos de oferta y demanda para alcanzar progreso material en un contexto de gran libertad individual. Por el contrario, el Socialismo promueve la propiedad y control público de todo tipo de bienes y servicios en los cuales la producción y distribución está determinada por una decisión colectiva, con grandes restricciones de derechos de propiedad, y controles de precios que buscan alcanzar el progreso con un alto nivel de igualdad material.
La democracia liberal y republicana a la que aspiramos es un tamiz fundamental entre estas dos visiones y agrega elementos no materiales y económicos a la relación. Reconoce que existen tres grandes ejes que deben equilibrarse por medio de la gestión de los poderes del estado y de la participación de los ciudadanos. Estos son:
1.- La libertad individual,
2.- La responsabilidad del individuo con la comunidad y
3.- La responsabilidad de la comunidad con el individuo.
En función a ellos se puede establecer un sistema graduado en el cual si lo principal es la libertad individual sin contrapeso de las otras variables, se propiciará una sociedad libertaria, por el contrario, si se prioriza la responsabilidad de la comunidad al individuo se podría caer en una visión igualitaria. En la comprensión de los tres podemos analizar el estado de las cosas y las ideologías que los dominan.
Preparé dos cuadros, uno que compara la visión Capitalista y la Socialista y otro que muestra las ideologías detrás de los ejes mencionados anteriormente.
Así podemos entender que, por ejemplo, China está gobernada por un capitalismo de estado y un sistema conservador de gobierno dominado por el partido comunista. En el caso de Argentina, podemos entender que se encuentra en un nacionalismo económico sustentado en una ideología progresista y de liberalismo igualitario. En el caso de Perú, podríamos decir que estamos pasando a un modelo de Laissez-faire con una carga ideológica donde el neoliberalismo se vincula con el conservadurismo en la gestión del estado y de las relaciones económicas, un abono perfecto para el mercantilismo y el populismo.
En fin, todo esto viene a raíz de la pregunta que originó este texto y que es tan relevante para los líderes, colaboradores, ciudadanos, consumidores y todos los actores que componen una sociedad: tener claro sus ideas, sus ideales, sus argumentos y comportamientos como consecuencia.
Ser tuerto en un país de tuertos no genera valor ni bienestar. Quizás sea hora de abrir los dos ojos, todos los sentidos y la inteligencia que la naturaleza nos regaló.