La gestión de los estadios de fútbol modernos: menor aforo mayores retos
Ya está aquí una nueva edición del Mundial de fútbol que organiza Brasil por segunda vez en la historia de esta competición. El gobierno brasileño ha invertido más de 3.700 millones de dólares USA en construir 7 estadios y mejorar la infraestructura de otros 5 que ya existían. En esta edición participan 32 selecciones que jugarán en 12 sedes un total de 64 partidos. En el Mundial de Brasil-50 participaron 13 equipos que jugaron 22 partidos en 6 estadios. La final se jugó el 16 de Julio de 1950 en un estadio, Maracaná, que aquel día se elevó a la categoría de icono del fútbol registrando un record de asistencia a un partido de fútbol. Casi 200.000 espectadores se apretaron para vivir lo que desde entonces se ha llamado el Maracanazo: Uruguay contra pronóstico derrotaba a Brasil. Curiosamente ese mismo estadio volverá a ser la sede de la final que se jugará el 13 de Julio de 2014. Ese día se espera que 76.935 espectadores vivan la experiencia de un partido que posiblemente extienda la leyenda del estadio más famoso del mundo.
Maracaná refleja lo que está ocurriendo en los estadios de fútbol modernos: se reducen los aforos mientras aumentan los retos de gestión. Unos retos están condicionados por la aparición de formas alternativas de consumir la experiencia de un partido de fútbol y otros por la presión de rentabilizar las enormes inversiones que suponen las construcciones de estos recintos.
El consumo de la experiencia de un partido de fútbol ha cambiado en los últimos años. La irrupción de nuevas tecnologías o la necesidad de adaptarse a las demandas de los espectadores (cada vez más exigentes y dependientes de la tecnología) amenazan la supremacía del estadio como único espacio donde se puede vivir la experiencia de un partido de fútbol. Las nuevas tecnologías nos permiten ver un partido desde el sillón de nuestra casa en una dimensión casi real. Además, los espectadores, cada vez más exigentes y mejor informados, demandan que los estadios sean cómodos, seguros, comprometidos con el entorno y generadores de emociones. La respuesta a estas amenazas pasa por gestionar los estadios como espacios capaces de enganchar a los espectadores y construir vínculos afectivos que generen relaciones más duraderas que las creadas por el propio partido. Este trabajo se debe iniciar con una estricta planificación y el análisis que deben comenzar antes incluso de la construcción del estadio y considerar decisiones como ubicación, tamaño, uso que se le va dar, modelo de gestión, etc…
Una vez cumplidas estas premisas se puede abordar el segundo reto de la gestión de los estadios modernos: la búsqueda de la rentabilidad. Se estima que los estadios del Mundial-14 serán rentables si durante un año están llenos al menos en 15 ocasiones y la media de ingreso por persona es superior a 27 dólares USA. La capacidad de generación de ingresos de un estadio moderno debe ser más amplia y variada que la generada a través del ticketing (ingresos por ventas de entradas).
Nuevas formas de generar ingresos que contribuyan a la rentabilidad se han ido incorporando a la gestión de los estadios de fútbol en estas últimas décadas. El caso de naming rights (derecho a darle a un estadio la denominación de un nombre comercial, en forma total o parcial, a cambio de una cantidad de dinero) se ha extendido entre algunos países europeos. Igualmente, el posicionamiento de un estadio como icono arquitectónico o símbolo de una ciudad hace que el interés por visitar o relacionarse con un estadio aumente. Finalmente, la optimización de su uso es otro factor que favorece la rentabilidad. No es raro, por tanto, encontrar estadios que han sido construidos para ser espacios multifuncionales donde, además de un partido de fútbol, se pueda celebrar un congreso, un concierto o cualquier otro evento deportivo.
Los tiempos en los que el reto de la gestión de los estadios era maximizar el aforo y los espectadores aceptaban vivir un partido de fútbol de cualquier forma han quedado atrás. Un estadio moderno ha de ser gestionado para adaptarse a las necesidades y nuevos requerimientos de los espectadores así como a las exigencias del mercado. Para eso tiene que ser un espacio donde los espectadores puedan vivir una experiencia que no se pueda replicar por ser única y diferente. Y además, que sea rentable. Las 12 sedes del Mundial de Brasil nos lo van a demostrar y el mundo entero lo podrá comprobar.