Tecnología al servicio de la reducción de la violencia contra las mujeres
Andrew Morrison, Asesor Principal del Banco Interamericano de Desarrollo
La definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes. Esta frase, atribuida por muchos al padre de la física, Albert Einstein, resuena con mayor fuerza ante problemáticas de grandes proporciones que requieren nuevas soluciones. Este es el caso de la violencia contra las mujeres, una de las violaciones de los derechos humanos más persistentes y devastadoras, que a diario pone en riesgo la vida y el bienestar de millones de mujeres y niñas en el mundo.
Las manifestaciones de la violencia contra las mujeres son múltiples y variadas. Esta puede ser física, psicológica y sexual, perpetrada por cualquier persona, independientemente de su relación con la víctima, en cualquier entorno o contexto, público o privado.
Enfrentando el acoso sexual laboral
Una de las formas más comunes y con frecuencia subestimada de violencia contra las mujeres, es el acoso sexual en el ámbito de trabajo. Una encuesta realizada por IPSOS el año pasado, indicó que un 24% de ejecutivas peruanas, al ser preguntadas si habían sufrido alguna vez acoso sexual en el trabajo, contestaron que sí. Sin embargo, cuando la pregunta fue replanteada citando las manifestaciones específicas del acoso sexual laboral, como tocamientos, acercamientos o roces físicos de carácter sexual, comentarios o preguntas intrusivas sobre su aspecto físico o su vida privada, invitaciones indeseadas a salir o a tener relaciones sexuales y comentarios o bromas sugestivas o en doble sentido, el porcentaje de mujeres subió al 50%. La cifra es alarmante, es hora de actuar. Pero ¿cómo hacerlo de manera efectiva y contundente?
La triste verdad es que la experiencia de otros países con trayectorias largas de enfrentar el problema no es alentadora. En Estados Unidos, la tasa de prevalencia del acoso sexual laboral no ha bajado en los últimos 40 años a pesar de casi un cuarto de siglo de políticas empresariales y capacitaciones a empleados. De hecho, hace 23 años, ya un 75% de empresas estadounidenses implementaban programas de capacitación obligatorios sobre conductas discriminatorias, incluyendo el acoso sexual, y un 95% ya tenían procedimientos para denunciar el acoso sexual. ¿Por qué han sido tan pobres los resultados de estos esfuerzos?
Según un artículo reciente en el Harvard Business Review de Frank Dobbin y Alexandra Kalev, las capacitaciones realizadas no han producido los cambios de actitud y de conducta esperados porque se han limitado a difundir información sobre las conductas no deseadas y la legislación vigente. Los mecanismos de denuncia, por su parte, no han sido capaces de proteger a las mujeres denunciantes de represalias como abuso verbal o despidos: un estudio reciente indicó que dos terceras partes de las empleadas del gobierno federal de Estados Unidos que denunciaron el acoso sexual sufrieron represalias.
En Perú, se está desarrollando una respuesta innovadora al acoso sexual en el ámbito laboral: ELSA, Espacios Laborales sin Acoso Sexual. ¿Quién es o, mejor dicho, qué es ELSA? ELSA es una herramienta tecnológica que ayudará a las empresas peruanas a reducir el acoso sexual en el ámbito laboral, a través de la aplicación de inteligencia artificial y algoritmos. Desarrollado por GenderLab, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y en colaboración con AmCham, la Cámara de Comercio Española, líderes visionarios del sector privado y el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, ELSA producirá diagnósticos de situación que permitirán que las empresas conozcan el nivel de acoso sexual existente y les ayudará a formular un plan de acción para reducirlo, tomando en cuenta los últimos avances a nivel mundial.
Masculinidad sana para contrarrestar la violencia en la pareja
ELSA no es la única apuesta tecnológica que está haciendo el BID para reducir la violencia contra las mujeres en el Perú. De la mano con el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Innovations for Poverty Action y el International Rescue Committee, el BID está creando el programa “Desafíos del Hombre Actual” una intervención digital, respaldada en las ciencias del comportamiento, que utiliza grupos de Whatsapp para promover relaciones de pareja armónicas y no violentas.
Pretende ayudar a los mismos hombres a eliminar la masculinidad tóxica. El uso de la violencia como herramienta de dominación, la importancia de parecer “macho”, no buscar ayuda de otros, y la importancia de suprimir emociones o admitir padecer de dolor son otros de los elementos presentes en lo que se denomina una masculinidad “tradicional” o tóxica. Según una investigación reciente sobre masculinidades en el Perú, realizada por Norma Fuller, de la Universidad Católica, los atributos más frecuentemente asociados con la masculinidad son la fortaleza, la dureza, el rendimiento y el aguante en el trabajo.
¿Por qué es clave abordar la masculinidad tóxica con nuevos enfoques y herramientas? Según la última Encuesta Nacional de Relaciones Sociales del Instituto Nacional de Estadística e Informática llevada a cabo a finales del 2019, un 27.2% de peruanos y peruanas opinan que, si una mujer falta el respeto a su esposo o pareja, merece ser castigada, y un 15.1% piensan que está bien si un varón usa fuerza para corregir a su esposa o pareja si coquetea con otro. Además, un estudio reciente de dos investigadores de la Universidad San Martin de Porres encontró que, aunque la gran mayoría de hombres y mujeres jóvenes en el Perú explícitamente rechazan la subordinación de género y la violencia contra las mujeres, un 85.8% de hombres y 71.2% de mujeres las acepta implícitamente.
La masculinidad tóxica no solo perjudica a las mujeres, sino a los mismos hombres. Por ejemplo, la creencia de que ser estudioso no es para “hombres de verdad” puede llevar al abandono escolar de los hombres jóvenes. Pensar que “los hombres verdaderos toman bastante” puede generar abuso de alcohol y alcoholismo. El no expresar los sentimientos o buscar apoyo psicológico porque es considerado un signo de debilidad, puede ser un agravante de suicidio.
La respuesta a este problema que ha emergido en muchos países es la implementación de programas para promocionar masculinidades sanas. El más conocido en América Latina es el Programa H, impulsado la ONG Promundo, que promueve a través de actividades educativas grupales una reflexión crítica entre hombres jóvenes, sobre las normas rígidas de masculinidad y sus impactos negativos tanto para hombres como para sus parejas. Programa H busca transformar los roles tradicionales asociados al género y producir relaciones de pareja más sanas, con menos violencia y prácticas de salud sexual más saludables. Evaluaciones rigurosas del programa han documentado un impacto positivo en actitudes equitativas de género, la comunicación entre la pareja y una reducción en el uso de la violencia.
Reconociendo la evidencia internacional a favor de la efectividad de este y otros programas de masculinidades, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables creó una versión peruana, “Hombres por la Igualdad”. En el contexto de su programa prometedor de presupuestos por resultados, que asigna recursos a programas con base en evidencia de efectividad, el Ministerio llevará a cabo una evaluación rigurosa para medir los impactos de Hombres por la Igualdad. Los programas presenciales para promocionar masculinidades sanas, sin embargo, tienen limitaciones. En tiempos de COVID, al igual que muchos otros programas sociales presenciales, han sido suspendidos para frenar el contagio. Aún si no hubiera pandemia, los programas presenciales para promover masculinidades sanas son relativamente caros. Tienden a tener una duración de más de seis meses e involucran la movilización de muchos facilitadores y la realización de reuniones presenciales.
La nueva iniciativa Desafíos del Hombre Actual, que llegaría a los hombres a través de grupos Whatsapp, se enfocará en dotar a los hombres entre 18 y 45 años de mayores habilidades de comunicación y regulación emocional para controlar el comportamiento violento, mayores destrezas para compartir las tareas domésticas y mayor comprensión del sexo consensuado y la comunicación con la pareja. Se espera que el trabajo en estas tres dimensiones reduzca la violencia íntima de pareja y mejore el bienestar de la pareja.
La violencia contra las mujeres no solo impacta la salud física y mental, y hasta la vida de la mujer y sus hijos, sino también el desarrollo de las sociedades y los países. La evidencia internacional indica que el confinamiento y el estrés económico generado por la pandemia están produciendo incrementos preocupantes en la violencia íntima de pareja. En Perú y en el mundo, la respuesta no puede esperar. Debemos actuar de manera contundente y debemos innovar, a través de apuestas audaces que complementen los esfuerzos existentes. Solo así podremos esperar resultados distintos.