Cinco cosas que hay que saber sobre emprendimiento en América Latina
Por Beatriz Navarro
Hoy en día, pareciera que el mensaje mediático de moda es: “emprende y vencerás.” El emprendimiento se percibe como un instrumento ideal para romper el status quo, como la llave que abre la puerta a la movilidad social.
No obstante, en algunos países de la región este ideal resulta contradictorio con la realidad, ya que en la actualidad la mayoría de los emprendedores en América Latina y el Caribe provienen de una clase social privilegiada.
Así las cosas, la desigualdad social se vuelve aún más tangible cuando hablamos de emprendimiento y la clase media continúa en la búsqueda de mecanismos que le permitan acceder a este nuevo mundo empresarial. Si bien es cierto que la creación de una sociedad emprendedora no es una tarea sencilla, también es cierto que durante décadas los países latinoamericanos han enfocado sus esfuerzos en crear una clase media que se atreva a innovar. Ante este escenario vale la pena preguntarnos ¿Puede ser el emprendimiento una herramienta para la movilidad social? ¿Deben existir políticas públicas para promoverlo? y ¿Cómo hacerlo?
Para intentar responder estas preguntas aquí encontrarán cinco cosas que los responsables de las políticas públicas necesitan tener en mente cuando hablamos de emprendimiento en América Latina:
1. No todos los emprendedores son Steve Jobs:
El emprendimiento, como lo retrata la cultura pop, sintetiza el ideal del capitalismo competitivo. Las principales innovaciones tecnológicas con potencial de mercado (Google y Facebook) se han llevado a cabo por jóvenes ambiciosos y bien educados, que operan de forma independiente en empresas de pequeña escala en un entorno altamente competitivo. Pero tomar este modelo e intentar repetirlo en otro contexto, resulta debatible.
Latinoamérica está repleta de “emprendedores por necesidad” quienes tienen que empezar su propio negocio no por gusto, sino porque no encuentran fuentes de trabajo formales. Operan comúnmente en el mercado informal; sus empresas no implican el uso de tecnologías, y el ingreso que reciben como compensación suele ser equivalente a un salario modesto, con mayores riesgos y sin ninguno de los beneficios del sector formal. Las políticas públicas, si están bien diseñadas, deben aspirar a promover sinergias para vincular a las clases de menores recursos en el emprendimiento.
2. No existe política de fomento al emprendimiento “uni-talla”:
Una vez acordada la necesidad de contar con una política de fomento al emprendimiento que trascienda a las personas de diferentes clases sociales y orígenes étnicos – no sólo entre las élites- resulta importante desarrollar claras directrices y criterios operativos para diseñar y evaluar el tipo de espíritu empresarial desea. Criterios razonables para dicha política empresarial pueden incluir la contribución de la iniciativa privada para la creación de empresas, productividad, innovación, y generación de empleo, así como la movilización de recursos y la orientación exportador.
3. Los emprendedores necesitan de contactos:
El estudio “Entrepreneurship in Latin America: A Step up the Social Ladder?” identifica la creciente importancia que desempeñan las redes de contactos, la familia , los amigos y las instituciones comunitarias en la superación de los obstáculos y para pavimentar el camino de un renovado emprendimiento a todos los niveles sociales . Promover el capital social, facilitar la comunicación y la creación de redes pueden ser mecanismos para superar las posibles desventajas que enfrentan los emprendedores de clase media. En particular, resultan especialmente útiles los contactos globales para crear nuevas empresas dinámicas.
4. Hacer negocios en América Latina es costoso:
Los trámites y la burocracia son sin duda obstáculos para los emprendedores, pero no son los únicos. Reducir el tiempo y costos de incorporación de nuevos negocios pueden favorecer la creación de nuevas empresas. En varios países de América Latina, el costo de cerrar una empresa suele ser alto, debido precisamente a estrictos procedimientos burocráticos. Los responsables de las políticas públicas, deben tener en cuenta que cuando los costos de salida son altos, la entrada de empresas también es penalizada indirectamente. En suma, lo que dificulta el proceso de creación y cierre de una empresa puede desalentar a los emprendedores.
5. La educación es la clave:
Existe una indudable necesidad colectiva entre los países latinoamericanos de nivelar el campo de juego para los emprendedores a través de la educación. En otras palabras, las oportunidades para desarrollar cualidades y capacidades emprendedoras mediante el sistema educativo pueden ayudar a compensar las desventajas relacionadas con el origen social.
Sin embargo, el acceso a la educación está fuertemente correlacionado con el nivel socio económico de los estudiantes. Sin una reforma eficaz, el sistema educativo permite perpetuar – en lugar de corregir – desigualdades de ingresos y es poco probable que contribuya a la democratización del emprendimiento. Si se persigue la creación de un espíritu emprendedor a nivel universitario, resulta entonces crucial involucrar a las universidades públicas en este esfuerzo, ya que los estudiantes con orígenes socioeconómicos menos afortunados son por lo general los que asisten a las universidades públicas.
Finalmente, más allá del sistema educativo formal, pequeños programas de asistencia empresarial y programas activos del mercado laboral (que pueden o no ser administrados por entidades gubernamentales) pueden incorporar elementos de capacitación destinados a desarrollar las habilidades de emprendedores en potencia, que cuenten ya con experiencia previa en el mercado laboral, pero con educación formal insuficiente.
Esta columna fue originalmente publicada en el blog “Ideas que cuentan“ del BID