La educación preescolar universal para niños de cuatro años podría beneficiar a todos
La educación preescolar a los cuatro años es una forma rentable de reducir las desigualdades infantiles y de obtener mejores resultados de manera global. La escolarización pública a esta edad obtiene mayores beneficios en educación, salud, economía y sociedad para los niños, sus países y sus familias.
La educación pública debería comenzar de manera universal con cursos preescolares a los cuatro años de edad. Los resultados de cinco décadas de estudios de calidad sobre educación infantil temprana indican unánimemente la necesidad de adoptar un cambio de política en dicha dirección. Las neurociencias, la medicina, la psicología evolutiva y la economía nos proporcionan datos que demuestran que los programas de preescolarización pública contribuyen a que niños, familias y países obtengan mayores beneficios tanto académicos y económicos como sociales y de salud. Los niños desfavorecidos son los que más se benefician con este enfoque. La evidencia en países de ingresos moderados y altos indica que los beneficios típicamente sobrepasan los costos de proveer esta oportunidad educativa, entre dos y ocho veces a uno. Nueva evidencia en ciudades de EE.UU. como Tulsa y Boston demuestra que centros preescolares de alta calidad implementados a gran escala son rentables hasta para grupos de ingreso medio.
Las diferencias en cuanto a resultados académicos entre los que han asistido a clases de preescolar y los que no, se pueden ir “reduciendo de forma gradual” con el paso de los cursos. No obstante, hay importantes beneficios aportados por la escolarización temprana que pueden sobrevivir a largo plazo. Incluso cuando ya no se perciben diferencias en el rendimiento académico, las personas que han recibido una educación temprana de calidad tienen un mayor índice de graduación en secundaria, estudian un mayor número de años, ganan más y presentan una tasa de criminalidad reducida y un menor número de casos de embarazos adolescentes. Este “reajuste académico gradual” puede hacerse también menos pronunciado con la mejora de la calidad de la educación primaria, especialmente en escuelas desfavorecidas.
La escolarización pública obligatoria a la edad de cuatro años resulta tanto rentable como justa. En muchos países, la franja de la sociedad con más recursos económicos ya tiene acceso a dicha educación, mientras que los menos afluentes no disfrutan de esta opción. Por ejemplo, en EE.UU. el 90% de las familias situadas en el quintil más adinerado ya pagan para ofrecer una educación preescolar a sus hijos. Por el contrario, entre las familias del 40% más pobre, menos del 60% de los niños reciben educación preescolar. Ésta no es una situación aislada, en Chile casi la mitad de niños y niñas que no asisten a jardín de infantes, centros de cuidado infantil o de educación preescolar pertenecen a hogares del primer quintil de ingresos. El acceso a este tipo de escolarización queda determinado no solo por el nivel económico de la familia, sino también por la zona en la que residen. Hay demasiados niños que empiezan su educación sin estar lo suficientemente preparados para el éxito académico. Las diferencias en cuanto a destrezas cognitivas, lingüísticas, sociales y emocionales generadas por la desigualdad de oportunidades se hacen evidentes ya incluso antes de que los niños empiecen al jardín de infantes. En los niños estadounidenses dichas diferencias aumentan según van avanzando de curso, a pesar de todos los esfuerzos puestos por evitarlo con el apoyo escolar. Las consecuencias a largo plazo incluyen índices altos de fracaso escolar, repetición de cursos, inclusión en programas de educación especial inapropiados, abandono escolar y adopción de conductas peligrosas o criminales. Además, también se percibe incluso un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas en la vida adulta, como hipertensión, cardiopatía, obesidad y diabetes. Estos problemas no afectan exclusivamente a los pobres: muchos niños que no consiguen pasar de curso y abandonan sus estudios pertenecen a familias de clase media. Los costes en apoyo escolar, dependencia social, mala salud y pérdida de rendimiento resultan elevados tanto para individuos como para gobiernos.
La calidad de la enseñanza y el apoyo al profesorado resultan vitales a la hora de disfrutar de los beneficios que ofrece la educación preescolar. Según estudios a gran escala llevados a cabo en EE.UU. y en países como Chile, Colombia, Ecuador, México, entre otros, únicamente un número reducido de programas públicos de preescolar puede considerarse como de calidad excelente. Parece que los niveles de apoyo institucional resultan además especialmente bajos. Seguimos acumulando pruebas de que las interacciones con maestros que combinan el estímulo con el apoyo constituyen la base para obtener efectos positivos en niños. Dichas interacciones contribuyen a la formación de capacidades intelectuales de grado abstracto elevado y proporcionan conocimientos específicos (como matemáticas de nivel preescolar y destrezas lingüísticas). Asimismo, también resultan afectuosas y receptivas y sirven de estímulo para la producción de conversaciones elaboradas. Hay que tener en cuenta elementos estructurales de calidad, como el tamaño del grupo, la proporción maestro-alumnos y la formación del profesorado, ya que dichos factores contribuyen a aumentar la probabilidad de que se produzcan estas interacciones. No obstante, dichos elementos estructurales en sí mismos no garantizan la generación de estas interacciones estimulantes y de apoyo.
La docencia puede resultar una actividad aisladora. La ciencia del aprendizaje en adultos nos muestra que aprendemos mejor cuando coexisten la observación directa, el apoyo y las críticas constructivas. Los estudios sugieren que el asesoramiento y la orientación sobre cómo poner en práctica un plan de estudios interesante y rico en contenidos, basado en la observación en el aula, pueden aportar importantes beneficios para los niños al mejorar la calidad de las interacciones con los maestros.
Más allá del asesoramiento y la orientación para ofrecer apoyo a la docencia y los planes de estudios, hay otros factores que pueden reforzar el impulso que los niños experimentan con la educación preescolar. Hay estudios que demuestran que un segundo año de preescolar supone aún más beneficios para los niños. No obstante, todavía tenemos que determinar la forma en que ese segundo curso de preescolar puede servir para impulsar el crecimiento que experimentan los niños durante el primer curso y mejorar aún más su aprendizaje y su desarrollo. Asimismo, los servicios extensivos de apoyo para familias pueden ayudar a conseguir resultados más sólidos, pero los estudios más recientes indican que dichos servicios deberían centrarse en prácticas de base empírica. Por ejemplo, los resultados de un análisis de un gran número de estudios meta analíticos realizado recientemente indican que los efectos positivos de la educación preescolar pueden verse aumentados al añadir un componente de educación parental, pero únicamente cuando dicho componente proporciona a los padres la oportunidad de ver modelos de interacciones positivas o de llevar a cabo dichas interacciones. Estos efectos no se dan cuando los programas se limitan simplemente a proporcionar información a los padres.
El crecimiento y desarrollo individual infantil es la base del desarrollo de un país. Dada las pruebas científicas fehacientes que tenemos a nuestra disposición, fomentar la educación preescolar obligatoria resulta esencial si se desea obtener ciudadanos y sociedades sostenibles y productivos.
Esta columna fue publicada originalmente en el Blog Primeros Pasos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).