El empresariado y la crisis actual
Desde hace muchos años la izquierda ha venido desarrollando una narrativa contraria al empresariado, estrategia que, como era de esperarse, en este gobierno se ha profundizado. Es que el oficialismo ha puesto en marcha todo el poder del gobierno y el de diversos medios de comunicación para impulsar una campaña de desprestigio del empresariado, del modelo económico y de la Constitución de 1993. Transmitiendo, en cuanta oportunidad le presenta la coyuntura, los conceptos que los empresarios son monopolistas, explotadores, corruptos, etc. La negativa campaña ha sido particularmente intensa en el sector clave de la economía: la minería. En la que el gobierno se niega a hacer respetar el imperio de la ley y no se ha comportado como un árbitro entre los comuneros y las mineras sino que las autoridades claramente se han ubicado con los comuneros y sus aliados, a pesar de arrasar con los campamentos, incendiar las instalaciones y destruir equipos mineros. Y se está generalizando el concepto que los empresarios viven encerrados en sus pequeños universos, esperando que terceros luchen las batallas que a ellos les corresponde efectuar.
Además hay que tener en cuenta que la campaña oficialista actual encontró al empresariado todavía afectado por los efectos de los casos Odebrechet, Club de la Construcción y otros; luego vendrían ciertos efectos negativos durante la pandemia. Y durante el presente gobierno, y a pesar de la velocidad de deterioro de la crisis política, económica, institucional, etc, son muy pocos los empresarios que salieron a contrarrestar los ataques que se están recibiendo. Casi la totalidad del empresariado permanece en silencio, inicialmente con el argumento que si Castillo nombraba un gabinete encabezado por un figura independiente y profesionales calificados para cada uno de los sectores la situación podría enrumbarse positivamente. Ignorando el hecho que el problema principal es Castillo y que para que funcione la cleptocracia actual el primer mandatario necesita nombrar a gente de su total confianza. Y actualmente muchos empresarios continúan esperanzados en que el fuerte deterioro del gobierno sería suficiente para que la ciudadanía elija a candidatos alejados del izquierdismo. Lamentablemente las cosas no funcionan así y una parte importante del electorado privilegiaría a candidatos fuera del ámbito de los políticos tradicionales. Es así que en las recientes elecciones colombianas el antisistema Rodolfo Hernández sorprendió pasando a la segunda vuelta y perdiendo por un pequeño margen.
Sea porque el empresariado privilegió sus intereses particulares frente a los nacionales, sea por un acumulado sentimiento de culpa, sea porque increíblemente algunos todavía creen que la política puede marchar por un lado y la economía por otro, sea porque equivocadamente creen que no tienen ninguna obligación de participar en los asuntos públicos, o por otras razones, el asunto es que existe una tremenda falta de liderazgo empresarial en un contexto en que resulta indispensable su concurso. No es posible escudarse en el argumento en que su única responsabilidad es que las empresas sean lo más rentables que sea posible, sin aceptar que tanto el mundo , como el Perú, está cambiando rápidamente. Asimismo no hay que olvidar que el sistema democrático no solo otorga derechos sino obligaciones, y que en el contexto actual por el que atraviesa nuestro país tienen la obligación de participar en los asuntos públicos. Sin olvidar que casi todos los gremios han permanecido silenciosos, limitándose a emitir comunicados en contadas ocasiones. Lo que se necesita actualmente son líderes empresariales que opinen sobre los asuntos de interés de la ciudadanía, sobre las políticas públicas que consideren equivocadas, que hagan sentir su voz. Pero también hay que resaltar algunos esfuerzos en la dirección correcta , como es el caso de Capitalismo Consciente y otros. Sin embargo a la creciente velocidad con que el oficialismo avanza en los planes que realmente le interesan resulta indispensable contar con el activo concurso del empresariado. No vaya a ser que cuando se quiera reaccionar sea demasiado tarde y ya no haya mucho país que recuperar. Y si ese fuera el caso nos podríamos olvidar del país en el que vivimos las últimas tres décadas.