La incertidumbre es parte de la vida y sin duda lo es cuando se trata de invertir nuestro dinero para hacerlo crecer. No sabemos qué va a pasar mañana, ni dentro de un mes, mucho menos dentro de 10 o 20 años.

Muchas personas se preocupan por el corto plazo para tomar decisiones de largo plazo. ¿Me conviene tomar un crédito hipotecario ahora, ante la posibilidad de que el dólar siga subiendo? Yo les contesto: ¿lo puedes pagar con comodidad? ¿Consideras que tienes un empleo estable y además tienes potencial de crecimiento en tu empresa? ¿Tienes por lo menos 20% del valor de la propiedad como enganche, más gastos notariales, y además un fondo para emergencia?

Pensemos un poco: es un crédito que tendrá una duración de 15 años. En un periodo tan largo, el dólar bajará y subirá, habrá varias crisis en el mundo y también algunos periodos de bonanza o estabilidad. Además, seguramente la persona que haya tomado el crédito tendrá cambios en su situación laboral, porque así es la vida.

Entonces el que el dólar esté caro en ese momento no debería afectar la decisión de tomarlo o no.

Lo mismo pasa cuando se trata de invertir con una idea de formación patrimonial en el largo plazo, incluyendo el ahorro para el retiro —ahí estamos hablando de horizontes de 30 o 40 años en muchos casos—.

Pensemos que en 40 años enfrentaremos 10 elecciones en Estados Unidos (allá los periodos duran cuatro años). En el camino habrán noticias buenas, malas, pésimas y maravillosas. No es algo que podamos controlar, así que más vale que tomemos conciencia de ello.

Entiendo bien todas estas preocupaciones. Entiendo que la gente sea temerosa de lo que le puede pasar a su dinero y que quieran tomar las medidas necesarias para proteger sus recursos. Todos tenemos la obligación de proteger nuestro dinero y la buena noticia es que a pesar de todas esas noticias, de la volatilidad que existe en los mercados financieros, el riesgo es una variable que podemos controlar.

Los mercados financieros, todos, tanto los de capitales como los de deuda, son volátiles por naturaleza. Debemos entenderlo si vamos a participar en ellos. Esa volatilidad se incrementa cuando hay eventos externos importantes —buenas o malas noticias— porque funciona en ambos sentidos. Puede ocasionar ganancias importantes o minusvalías enormes. Cuando se habla de riesgo en inversiones se trata, precisamente, de controlar esa volatilidad. ¿Cuánto estamos dispuestos a tolerar? Y construir entonces nuestro portafolio de inversión con base en ello.

Lo que no debemos hacer nunca es apostar a que un evento pueda darse o no, porque eso incrementa el riesgo de manera importante. Es cierto, como en cualquier apuesta, se puede ganar mucho, pero se puede también perder todo. Algunos profesionales lo hacen, por eso hay inversionistas que ganaron tanto dinero con la crisis hipotecaria en Estados Unidos hace algunos años. Esos profesionales tienen ejércitos de personas que se dedican todos los días a leer, interpretar, analizar y correlacionar cientos de variables y gracias a esto encontraron información que les permitió ejecutar esa apuesta, asumiendo con ello un gran riesgo porque no podían prever en cuánto tiempo sucedería.

Pero muchos otros profesionales que también tienen equipos enormes de análisis no lo vieron y perdieron una enorme cantidad de dinero: instituciones importantísimas con más de un siglo de existencia, como Lehman Brothers, quebraron precisamente porque no creyeron que podría suceder.

Nosotros como individuos no nos dedicamos a eso, no tenemos un ejército de analistas a nuestra disposición y además no podríamos ejecutar las transacciones a la misma velocidad. Como mencioné, apostar o especular amplifica el riesgo de manera importante (también por lo mismo la posibilidad de ganar o de perder).

En la siguiente entrega seguiré con algunas reflexiones acerca de la especulación, y de la diferencia entre invertir o apostar nuestro patrimonio.

Diario El Economista de MéxicoRed Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)