El mercado internacional del arte ha mostrado evidentes signos de recuperación: tan solo el año pasado recuperó cotas de precios no registradas desde el 2014.
El dinamismo es innegable, pero al tratarse un mercado que muchas veces debe hacerle frente a falsificaciones, se hace cada vez más necesario que los coleccionistas no pasen por alto algunos puntos para garantizarse la seguridad jurídica de su compra.
Certificado de autenticidad
Así, Armando Andrade, presidente del Comité de Subastas del MALI, asegura que cuando un coleccionista cierra una compraventa se hace indispensable exigir un certificado de autenticidad.
Según Carlo Trivelli, director de la Galería Ojo Ajeno, este documento, que como su nombre lo indica garantiza que la obra sea auténtica, da cuenta de sus datos básicos: autor, título, año de creación, dimensión, técnica empleada (si se ha hecho en papel, tela, acrílico, oleo, técnica mixta), si integra una serie y, en caso que sea copia múltiple, número de edición.
Información primordial cuando la pieza se adquiere en el mercado primario, que abarca obras de creación reciente y en donde el trato con el artista ocurre por lo general mediante galerías o ferias.
En corto
En caso de una obra de antigüedad, la titularidad o un informe sobre el estado de conservación son matices fundamentales que, según explica Marissi Campos, contribuirán a asegurar su origen real.
Sin embargo el certificado puede incluir otros detalles, si la compra se gestiona en el mercado secundario, que implica la reventa en subastas o entre personas naturales.
Trivelli explica de esta manera que, cuando la pieza es adquirida en el mercado secundario, el documento debiera destacar su trazabilidad. Esto porque, a medida que la obra va cobrando historia, se hace necesario esclarecer su recorrido. Precisión que sirve “además para revalorizarla (en una puja)”.
“(Para efectos de mercado secundario) el reporte debiera detallar así si la obra ha sido expuesta, si está catalogada, etcétera”, complementa el presidente del Comité de Subastas del MALI.
Coincide en este punto la art dealer Marissi Campos. “Son aspectos que no se pueden pasar por alto: cada obra tiene una trayectoria de vida así como el autor”.
Con o sin seriado
Asimismo, en caso de que la obra no sea copia única como suele ocurrir con esculturas, litografías, fotografías, grabados o videoarte, los compradores deben considerar la serie que integran y numeración.
“El coleccionista debería exigir que se le acredite el número de reproducciones y de cuánto es la serie realizada con esa creación”, dijo a Expansión.com Rafael Mateu, especialista en arte y patrimonio cultural.
Aunque esto es informativo, tiene un efecto directo en el precio: cuanto más amplia la serie, menos costosa cada obra, señala Carlo Trivelli.
Aida Briceño, directora de la Galería Índigo, ejemplifica bajo ese esquema que una escultura sin copia de un contemporáneo más o menos reconocido puede alcanzar los US$ 6,000; monto que se reduciría si integrara una serie de 10 piezas. “Ahí cada una valdría US$ 800 o US$ 1,000”.
Sin ir muy lejos, Andrade cita el caso de “Los Mitos” de la peruana Tilsa Tsuchiya, cuyos precios están en sintonía con su escasez, pues cada pieza de la serie oscila entre US$ 800,000 y US$ 1 millón. “Estos cuadros se cuentan entre los más buscados del coleccionismo, cada uno es emblemático porque son reducidos”, declara.