Una baba espumosa burbujea en la mano de Damien Desrocher mientras frota ligeramente uno de los miles de caracoles que mantiene en un recinto de su patio trasero.
El artesano francés de 28 años comenzó a usar el líquido gasterópodo para hacer barras de jabón en diciembre, que luego vende en los mercados locales.
“Todo depende de la destreza con la que haces cosquillas”, dijo Desrocher mientras extraía la baba, aclarando que el proceso no mata a los animales. “Solo lo toco con mi dedo, vea que no es violento, es simple”.
Desrocher, un extécnico de computación de la fuerza aérea, comenzó a cultivar caracoles en la ciudad de Wahagnies, en el norte de Francia, como una forma de “regresar a la naturaleza”.
“Una vez que observas y ves cómo se comportan los caracoles, realmente son muy entrañables”, dijo. “Es realmente un animal que me encanta”.
Ha criado un total de 60,000 caracoles. A medida que ingresan a su temporada de reproducción, la mayoría son trasladados a un lugar más grande, mientras que cerca de 4,000 se mantienen en un recinto de su casa para cosechar la baba.
Un solo caracol producirá unos 2 gramos de baba, lo que significa que necesita alrededor de 40 caracoles para producir 80 gramos, lo suficiente para fabricar 15 jabones de 100 gramos. “Necesitamos bastantes caracoles”, afirmó.
Aunque es bastante poco común en la cosmética occidental, la baba del caracol se ha convertido en un ingrediente más común en otros lugares, incluso en los productos de belleza coreanos, conocidos por sus propiedades contra el envejecimiento.