Hace poco vi “Joker”, la controvertida película que detalla el origen del villano más conocido del mundo del cómic. La película es fascinante y agotadora. No recuerdo la última vez que fui testigo de una audiencia tan impactada que salió del teatro en perfecto silencio. Aunque luego reflexioné sobre muchos temas que planteó “Joker”, nunca me pregunté si la película calificaba como cine real.
Sin embargo, según dos de los mejores directores de todos los tiempos, esa es la pregunta que se supone que debo hacer.
“Eso no es cine”, dice Martin Scorsese. Se refiere al Universo Cinematográfico de Marvel, pero, por extensión, está describiendo a las películas de superhéroes en general y, tal vez, el mundo más amplio de la ciencia ficción, el terror, el apocalipsis y la fantasía que hoy en día recauda millonarias sumas en la pantalla grande. “No es el cine de seres humanos que intentan transmitir experiencias emocionales y psicológicas a otro ser humano”.
Su viejo amigo Francis Ford Coppola, en esencia, concuerda: “Martin fue amable cuando dijo que no es cine, ya que no dijo que es despreciable, pero yo sí lo digo”. Marvel, dice Coppola, simplemente hace “la misma película una y otra vez". ¿Por qué no es cine? Porque con el cine, “esperamos obtener algo, cierta iluminación, cierto conocimiento, cierta inspiración”.
Sin duda, el éxito de las películas de superhéroes las convierte en blanco de críticas. Como dijo George Eliot al atacar a Charles Dickens, “no tienen derecho a la protección de la insignificancia”. Y las opiniones de peces gordos como Coppola y Scorsese merecen una consideración importante.
Sin embargo, uno se pregunta por qué exactamente debemos volver recorrer este accidentado camino. En 2012, el destacado director de terror David Cronenberg dijo que las películas de superhéroes son para "adolescentes". En cuanto a los espléndidos elogios para la trilogía de Christopher Nolan de las películas de Batman, Cronenberg declaró: "No creo que sepan de qué diablos están hablando".
Vemos las mismas críticas en otros campos del arte. Solo hay que recordar la vehemente denuncia del difunto crítico literario Harold Bloom a Stephen King con motivo de un premio de la National Book Foundation en 2003. Quizás King sea considerado el equivalente literario de las películas de superhéroes. Una pequeña industria de críticos ataca su obra con cierta regularidad.
Una forma de ver contratiempos como estos es que simplemente vemos artistas que intentan vigilar los límites de su oficio. Estos artistas lo han hecho desde tiempos inmemoriales, y desde tiempos inmemoriales, la respuesta ha sido la misma. Como dijo León Tolstoi en su ensayo "¿Qué es el arte?", la tarea de clasificación genera serios riesgos: "si se excluye del dominio del arte cuanto han excluido los críticos de distintas escuelas, queda muy poco o casi nada para constituir ese famoso dominio".
Pero sospecho que hay más aquí. Los informes de los medios no han encontrado el marco correcto. Coppola, por ejemplo, no es nuevo en esta batalla. Si se comprende bien, su ataque no es realmente a ninguna película en particular; es a los ejecutivos que deciden qué películas tienen luz verde. Hace unos años, en una variada entrevista con Aristan Anderson, Coppola identificó el verdadero arte con riesgo. El comercialismo era el enemigo: "Intente ir a un productor hoy y diga que quiere hacer una película que no se haya hecho antes; lo echarán porque quieren la misma película que funciona, que gana dinero".
La verdadera distinción que Coppola esboza es entre proyectos que generan dinero y proyectos que no lo generan. Él preferiría un sistema en el que se pudieran hacer películas sin tener en cuenta sus perspectivas de éxito comercial. Ser artista es, en este sentido, crear algo nuevo.
Ahí es donde entra el riesgo.
Según esta lógica, el cineasta que se somete a las exigencias del estudio de "la misma película que funciona" podría tener éxito, pero no es un artista. La acusación es conocida en todos los géneros. John Updike desestimó al escritor que escribe por dinero, lo que calificó de "una vulgaridad". La idea es que, si el artista crea arte por dinero, entonces la fuerza impulsora de la creación es algo más que la propia imaginación creativa del artista. Tener la motivación equivocada hace que el arte sea menos puro.
No estoy tan seguro. El erudito de Shakespeare del siglo XIX Horace Howard Furness declaró rotundamente que el Bardo escribió "Titus Andronicus", su primera tragedia, por dinero. El David de bronce de Donatello, una de las grandes esculturas de la historia, probablemente fue creado a pedido del banquero Cosme I de Médici. Los exquisitos cuartetos de cuerda que componen el Opus 18 de Beethoven fueron encargados por el Príncipe Lobkowitz de Bohemia. Sin embargo, nadie negará el estatus de arte de ninguno de ellos.
Esto no significa que no podamos hacer distinciones. Simplemente tenemos que tener cuidado con la forma en que lo hacemos. El hecho de que una pintura no sea lo suficientemente buena para colgar en la pared de un museo no tiene por qué negar su condición de arte. El arte en el museo es simplemente mejor.
Esto nos lleva de vuelta a “Joker”. Es difícil negar que la película (para utilizar la definición de Scorsese) se refiere a “seres humanos que intentan transmitir experiencias emocionales y psicológicas a otro ser humano”. Es esta misma calidad la que ha llevado a algunos críticos a quejarse de que el espectador “prácticamente es engañado” para que simpatice con un personaje esencialmente monstruoso que “podría ser tomado como un avatar para el movimiento de celibato involuntario”. Pero generar empatía por un punto de vista extraño e incluso ofensivo no es un truco; es parte de lo que se supone que debe hacer el arte. Es cuando cometemos el error de juzgar la calidad por si un trabajo afirma la visión del mundo que teníamos antes de experimentarlo que realmente terminamos viendo, como dijo Coppola, “la misma película una y otra vez”.
Uno puede encontrar la virtud en múltiples formas. Considero que la obra maestra de François Truffaut, “Day for Night”, es una de las mejores películas que se han hecho. Soy el mayor admirador de “El Padrino”. (Y si alguna vez quiere jugar a una trivia de “El Padrino”, le daré dos puntos de ventaja y aún así ganaré). Pero también considero que “Joker” es un cine reflexivo y serio, y que “Pantera Negra” es un magnífico logro artístico.
No, no estoy diciendo que cualquier película de superhéroes pertenezca al panteón de los filmes más grandes que se hayan realizado. Pero sigo pensando que son cine y pueden ser muy buenos. Tal vez soy un tonto. Demándeme.
Por Stephen L. Carter
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