"Soy el modisto más viejo". A sus 96 años, Pierre Cardin se siente "joven" pero por primera vez reconoce que está preparando su sucesión y cuenta con tres creadores de su taller para seguir diseñando ropa futurista.
"Como ve, existo", bromea el modista de ojos azules y gafas con montura de pasta negra. Viste traje y corbata y calza zapatillas deportivas. En una entrevista con la AFP habla de sus recuerdos, de los proyectos y hasta de la crisis de los "chalecos amarillos", en su opinión "mal gestionada".
Ya no va a diario al taller situado en la parte de arriba de la tienda Pierre Cardin, frente al Palacio del Elíseo, sede de la presidencia francesa, porque "en estos momentos está cansado". Pero sigue dibujando "siempre, siempre, siempre". "Es mi razón de ser, mi realidad, mi droga".
Agarra un lápiz y esboza unas mangas mariposa y un bailarín. Lo hace con trazo seguro.
El diseñador solía esquivar los temas sobre el futuro de la empresa, que pierde fuelle en Francia pero todavía es muy popular en Asia y Estados Unidos. Ahora, tres meses después de la muerte de Karl Lagerfeld, aceptó que se ruede una película biográfica sobre su vida y confiesa que reflexiona sobre su sucesión.
"Cuando haya muerto, habrá sucesores, por supuesto. Tengo tres jóvenes muy buenos. No quiero que hagan lo mismo que yo".
"Éxito en todo"
El modisto aún no ha dicho su última palabra.
Prepara un desfile para mayo en el Palacio Bulles, su residencia futurista frente a la bahía de Cannes, y se dispone a acoger el 26 de julio a la cantante Mireille Mathieu en el festival de Lacoste, que él mismo fundó en el sur de Francia.
El Brooklyn Museum de Nueva York le dedicará a partir de este verano una retrospectiva que insistirá en su carácter vanguardista y en su influencia más allá de la moda.
"He tenido éxito en todo lo que he hecho. La vida me ha favorecido", estima el modisto, al frente de un imperio que abarca desde la moda a los restaurantes pasando por los perfumes, la hostelería y los viajes, y presente en 140 países.
¿El secreto de su éxito? "Siempre he sido independiente y libre, los otros son Arnault, Pinault", afirma citando a los propietarios de los grupos de lujo LVMH y Kering. "Sigo mi verdad aunque me equivoque. No me he equivocado. He tenido fe en Cardin".
"Hay que ser profesional. He aprendido a hacer un ojal a mano para poder dar órdenes inteligentes", presume este antiguo contable que sigue al mando de las cuentas de su imperio.
"Chalecos amarillos"
Los negocios no van muy allá para su tienda y el restaurante Maxim's, situados en zona de manifestaciones del colectivo antigubernamental de los "chalecos amarillos".
"Tienen sus motivos, no los voy a juzgar, los entiendo. Pero sería ridículo decir que yo soy amarillo, usted no me creería. Hubiera sido mejor darles 150 euros más ¡fíjese en el dinero que hemos perdido!" Lamenta en cambio su reivindicación de subir el impuesto sobre la fortuna: "Si no hay ricos, hay todavía más pobres".
Maryse Gaspard, la exmodelo fetiche del modisto y directora de alta costura de la firma, revela algunas nuevas creaciones: pantalón bicolor, vestido trapecio con cuello cuadrado, chaqueta negra intemporal y futurista adornada con círculos de vinilo o vestidos de noche drapeados de crepé sintético para las mujeres "modernas", que viajan.
En su oficina hay la maqueta de un centro cultural que quiere construir, agua de su fuente de la Toscana en una botella diseñada por él y un ejemplar de la revista Time de 1974 de la que fue portada. Muestra fotos de él con Fidel Castro o Benazir Bhutto y pasa las páginas amarillentas de Orfeo de Jean Cocteau que le regaló Christian Dior cuando se fue de la empresa.
"El traje bar (modelo emblemático de Dior), lo hice yo", declara. Ahora ya no sigue lo que hace Dior ni las otras marcas, con dos excepciones: Jean Paul Gaultier, que comenzó con él, y Jacquemus.
Vestidos pintados en la piel
"Jean Paul Gaultier tenía 17 años cuando entró en mi empresa, lo lancé, creí en él y sigo creyendo. Es el único al que apoyé un poco".
"En mi moda soy recatado, él es más bien provocador. Es su estilo, ya es mucho", añade. "El talento es personalidad, después de las primeras diez líneas ya nos decimos esto es un Victor Hugo, esto es un Camus, Mozart".
¿Hay cosas por hacer? "Los vestidos pintados en el cuerpo es algo del mañana. Si tuviera 20-30 años es lo que haría".
Para él la elegancia es "sobriedad". De las mujeres a las que vistió, como la actriz Jeanne Moreau, de la que fue pareja cuatro años, la también actriz Charlotte Rampling o la bailarina Maya Plisétskaya, "intenté sacar lo que llevaban en el interior, con sencillez".
"Tengo 20 pantalones iguales, misma tela, mismo corte; con las chaquetas sucede otro tanto. Es mi estilo. Con la excepción de las zapatillas deportivas", que calzo porque son "cómodas".