Redacción Gestión

redaccion@gestion.pe

Ricardo Siri Liniers –cejas pobladas, bigote frondoso, lentes de pasta negro- muestra una ligera sonrisa cada que finaliza una oración. A sus 42 parece todo un 'pibe': es hiperactivo, inquieto, divertido.

Así la mirada tierna, lúdica y reflexiva que ha conseguido desplegar en sus múltiples personajes –Enriqueta, Martin y Olga, Lorenzo y Teresita- le han otorgado una popularidad que lo han conllevado sin proponérselo a escuchar las propuestas más trilladas que puedan suponerse. Pero Liniers no se hace líos. Él solo busca disfrutar el proceso pues, según confiesa, su peor temor es quedarse estancado, aburrirse, encasillarse.

Liniers no se preocupa en dibujar bien, sino en "dibujar algo que conecte". Es increíble cómo alguien puede identificarse con un muñequito de dos puntitos, dos pelitos y una bolita de nariz". En conversación con Gestión, el caricaturista analiza su obra y espíritu infantil.

¿Cuál consideras que es el efecto de una tira?Cuando una historieta está bien hecha, tienes lo mejor de dos mundos: la ficción literaria y el cine. Cuando ambos funcionan bien en la historieta, el efecto es explosivo. El hecho de hacer personajes que podría dibujar cualquiera hace que sea más fácil identificarse.

¿Se imaginó que sus historietas se volverían populares?No. Desde que empecé he roto ciertas reglas. En las tiras, o tienes un personaje central o no tienes personajes. Lo mío iba por los dos lados. También es una obra que tiene diversos registros de humor: absurdo, de observación, negro, según cómo despierte. Además, tuve la suerte de aparecer durante el boom de los blogs de Internet. Eso hizo más fácil el salto.

¿Le han hecho ofertas fuera de lo común?Cada vez que llega una oferta rara les devuelvo un precio absurdo que nunca nadie va a pagar. Eso lo aprendí de "Les Luthiers", que jamás quisieron hacer shows para casamientos y, cuando se los ofrecían, tiraban precios inaccesibles hasta que una vez lo pagó uno y fueron felices los cinco con toda la guita que se estaban llevando (risas). Entonces si pese a ese precio absurdo te dicen que sí, te vas a querer matar porque quizá tienes que hacer un bodrio pero, por lo menos, mi familia y yo nos iremos de vacaciones.

¿Es requisito para el humor gráfico tender un puente hacia la imaginación?Lo lindo del arte es que existen un montón de reglas y, si uno las sigue todas, lo más probable es que sea un bodrio. Uno tiene que entender todas las reglas y saber también que hay que romperlas y saldrá algo nuevo. Eso lo hizo Picasso, Fellini, Chaplin.

¿A veces se siente sobreexpuesto? ¿Cuál es su límite?Mi límite es Justin Bieber (risas). Cuando siento que estoy medio Justin, me digo: "Oh, hay que aflojar un poco". No pienso si la exposición es mucha o poca, solo quiero disfrutar de lo que hago. He llegado a la conclusión de que el único milagro de que estamos seguros que existe es que estamos vivos.

¿Tiene un propósito con sus tiras?No quiero decirle a nadie cómo vivir su vida. Desconfío de la gente que viene con respuestas o las que dicen cómo ser feliz en 128 páginas. No dibujo pensando: "Esto le va a gustar a la gente".

¿Por qué se considera un "mentiroso honesto"?La razón por la que seguimos leyendo libros o haciendo historietas es porque hay algo que es verdadero pero disimulado dentro de una mentira: personajes y situaciones que no existen. Hay algo en esas mentiras que, si están bien hechas, la gente empieza a darles identidad.

EN CORTOExposición. El Museo de Arte Contemporáneo y la Fundación BBVA inauguran hoy la muestra "Pensemos bien con Liniers". Se podrán apreciar cientos de historietas como también ilustraciones y sus trabajos en pintura sobre lienzo. Se ofrecerán visitas guiadas a lo largo de toda la muestra hasta el 10 de julio.