Entre el repiqueteo incesante de las máquinas de coser y el vapor de las planchas, miles de trabajadores -muchos de ellos inmigrantes asiáticos y latinos- confeccionan delicadas prendas de vestir en los talleres que todavía sobreviven en el Garment District, el barrio de la moda en el corazón de Manhattan.
Este pequeño barrio neoyorquino, conocido también como Fashion District y situado a pocas cuadras de Times Square, ha perdido un 95% de su fuerza de trabajo desde su época de gloria en 1950, cuando empleaba a cientos de miles de personas.
Agoniza debido al alza exorbitante de los alquileres y la mudanza de la producción al extranjero. No a China, sino a París, Milán o Londres, grandes polos de alta costura que cuentan con importantes semanas de la moda y apoyo gubernamental. Cada vez que una gran marca estadounidense decide presentar su colección en Europa, el barrio siente el coletazo.
Unas 400 compañías de confección y tiendas de telas, botones y adornos, muchas de ellas familiares, intentan sobrevivir en el barrio, que emplea a unos 5,000 trabajadores, según un estudio de la Alianza del Garment District, que reúne a las empresas del ramo.
El barrio “era parte del alma, de la textura, del corazón de Nueva York”, señala Robert Parmet, profesor de historia en la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
Y en parte aún lo es. ¿Pero por cuánto tiempo?
“Efecto dominó”
"Muchos comercios cerraron este año y el año pasado. Una vez que varios cierran, se produce un efecto dominó", dice Gabrielle Ferrara, de 29 años, cuyos padres fundaron hace tres décadas el taller de confección Ferrara Manufacturing, uno de los mayores del barrio.
"No sé si en cinco años se seguirá fabricando ropa en el Garment District. Estamos en un momento crítico", reflexiona la joven, vicepresidenta de tecnología de la empresa.
Su compañía fabrica prendas de alta calidad para marcas de lujo, y durante la Semana de la Moda de Nueva York (NYFW), que comienza este jueves, emplea hasta 75 personas que trabajan sin cesar para poner las creaciones en las pasarelas.
El Garment District ofrece un ecosistema único, difícil de replicar.
"Como diseñador, puedes despertarte en la mañana e imaginar un traje o un vestido o una blusa, y en 24 horas o menos has escogido la tela, realizado el patrón, elegido un hilo que combine, botones, cierre, tienes una modelo y un estudio fotográfico. Todo en un solo lugar", resume Yshai Yudekovitz, de 34 años, cuya familia es propietaria de la tienda de telas B&J Fabrics desde hace cuatro generaciones.
El cierre de comercios en la zona ha provocado una caída de la clientela y la tienda, que antes atendía sobre todo a diseñadores de moda, trabaja ahora principalmente con teatros de Broadway, la industria del cine y plataformas de streaming como Netflix o Amazon, vendiendo telas que serán usadas en series como la premiada "La maravillosa Sra. Maisel", que recrea la época dorada del barrio.
Un trabajo especializado
Para Gale Brewer, presidenta del distrito de Manhattan, es esencial que el Garment District sobreviva porque ofrece miles de empleos que pagan bien.
"Muchos de estos trabajadores son muy especializados. Pueden ganar hasta US$ 40 la hora o más. Vienen en general desde Queens, y los metros son excelentes. No podemos perder estos costureros, estos talleres. Son únicos", dice Brewer.
El desafío, subraya, es lograr que los talleres y comercios del barrio no sean reemplazados por oficinas de empresas de tecnología u otras que pueden pagar más alquiler.
El Garment District "aún es una parte significativa de lo que somos como ciudad y de lo que seremos, espero, por muchos años más", afirma Corey Johnson, presidente del Concejo Municipal de Nueva York.
"Es tanto un motor económico como un ancla cultural de Nueva York", estima.
Cuando el gobierno municipal eliminó en 2018 protecciones para la industria de la vestimenta y decidió invertir millones en un campus de fabricación de ropa en Brooklyn, los defensores del Garment District se indignaron.
Brewer y Johnson lucharon hasta lograr que el plan incluyese también una rebaja de impuestos para quienes alquilen espacios en el barrio a empresas ligadas a la moda, y fondos para comprar un gran edificio que pueda alojar a talleres y comercios del ramo. Aún lo están buscando.
Johnson asegura que aún "es pronto" para evaluar los resultados, pero el tiempo se acaba.
“No veo que ese plan esté funcionando lo suficientemente rápido”, lamentó Gabrielle Ferrara, que ha invertido en tecnología 3D para prendas personalizadas con la esperanza de que la creciente tendencia de ropa hecha a medida pueda salvar al Garment District.