Gobiernos de todo el mundo que estudian formas de monitorear posibles rebrotes de coronavirus a medida que normalizan las actividades en sus sociedades están considerando seriamente el uso de aplicaciones telefónicas para combatir la pandemia.
El eventual uso de la tecnología y la decisión de hasta qué punto permiten a las autoridades espiar la vida privada de la gente pueden conllevar incómodas concesiones en los terrenos de la salud pública y la privacidad.
“Hay intereses contrapuestos”, dijo Tina White, investigadora de la Universidad de Stanford que planteó la necesidad de incorporar medidas de protección de la privacidad en febrero. “Los gobiernos y las dependencias de salud pública quieren poder seguir los pasos de la gente” para reducir la propagación del Covid-19, pero la población probablemente no instale la aplicación si considera que se inmiscuye en su vida privada, señaló.
Contener rebrotes implica hacer pruebas, rastrear el mal y aislar a los contagiados.
El rastreo del virus requiere un ejército de personas que interrogan a los portadores del virus para determinar con quiénes estuvieron en contacto, de modo que esas personas puedan ser revisadas y eventualmente aisladas.
Algunas aplicaciones telefónicas podrían acelerar ese proceso, reuniendo información sobre los movimientos de la gente y avisando si entran en contacto con portadores confirmados. Cuanto más detallada la información, más efectiva será la identificación y contención de nuevos focos infecciosos. La información recabada, no obstante, podría ser usada con otros fines por los gobiernos o sus aliados del sector privado.
Algunos gobiernos y autoridades municipales están generando aplicaciones de uso voluntario que ponen la información directamente a disposición de las autoridades sanitarias.
En Australia más de 3 millones de personas instalaron una aplicación recomendada por el primer ministro, que dijo que era algo tan sencillo como colocarse una protección solar y que la aplicación ayudará a tener “una sociedad y una economía más libres”. El estado norteamericano de Utah adoptó una aplicación similar.
Ambas aplicaciones analizan los pasos de las personas con las que uno se topa. La de Utah revela incluso los restaurantes y negocios que visitaron.
Apple y Google trabajan en aplicaciones que limitarían la información recopilada y no revelan identidades.
Alemania y otras naciones europeas prefieren esa propuesta que protege la privacidad, mientras que Francia y el Reino Unido postulan un mayor acceso a la información.
La mayoría de las aplicaciones que monitorean el virus usan la tecnología inalámbrica Bluetooth, para localizar teléfonos en la vecindad que emplean la misma aplicación. Las aplicaciones conservan por un tiempo la información recabada y si se confirma que alguien portaba el COVID-19, las autoridades sanitarias pueden usar esa información para identificar y alertar a las personas que pueden haber sido expuestas al virus.
Apple y Google dicen que sus aplicaciones funcionarán tanto en iPhone como en aparatos Android. Además es asegurarán de que su uso no sea obligatorio e incluirán medidas de protección de la privacidad que impedirán guardar la información, según afirman.
Ninguna de estas aplicaciones funcionará si los gobiernos no mejoran su capacidad de hacer pruebas de coronavirus y contratan más gente para rastrear los contactos de los infectados.
Otra limitación es que mucha gente, sobre todo entre los sectores más vulnerables, no usan teléfonos portátiles.