¿Y que le dirías a alguien que se siente cansado de perseguir el liderazgo consciente? Habla, las palabras no se las lleva el viento. Sí, le diría eso. Habla, las palabras no se las lleva el viento.
Cuando lideramos un equipo de trabajo, un grupo de amigos o en la familia, solemos tener pereza para hablar de valores, de principios, de sentimientos o de amor. Somos mucho mejores hablando de objetivos, de metas, de resultados. De logros concretos y tangibles. Somos muy buenos y precisos para explicar el qué, y casi no hacemos mención del cómo.
Cuando lideramos un equipo de trabajo y nos corresponde enfrentar un proyecto nos ha tocado explicarlo al equipo para que todos seamos parte de este. Explicamos con claridad el objetivo. Destinamos tiempo en conseguir que todos lo compartamos. Queremos que sea de todos. Ponemos más tiempo y cuidado en hacer que el objetivo sea común en lugar de explicar nuestra manera para lograrlo, lo que está bien y lo que no está bien. Las prácticas correctas y las malas prácticas. Es decir, queremos que el objetivo sea común pero no nos dedicamos tanto a que las formas también sean comunes.
Vivimos en una cultura del logro. Una cultura de alcanzar resultados. Cuando lo valioso y lo sostenible es contar con una cultura de formas. De manera de ser.
Personalmente siempre he preferido construir con los equipos una manera de ser. Nuestra manera de ser. Me gusta decir que nuestra manera de ser es ser auténticos y honestos. Qué esa es la manera en la que tenemos que hacer todo. Auténticos, porque no nos avergonzamos de nuestro yo y respetamos el auténtico yo de cada uno, lo que aporta un nivel elevado de diversidad. Y honestos, porque todo lo que hacemos siempre puede ser publicado en la primera página del periódico más leído. No hacemos nada que no nos atrevamos a contar. No vivimos con letra pequeña. Todo lo que hacemos puede ir en un titular.
Ser auténticos y honestos es el cómo hacemos las cosas. Por supuesto que queremos alcanzar el objetivo, pero no de cualquier manera.
El líder consciente pone más foco en el cómo que en el qué. El líder resolutista pone más foco en el qué y deja pasar el cómo. Lograr el resultado a cualquier precio.
El cómo, nuestra manera de ser, se construye con el ejemplo y sin cansarse de explicarlo. Una y otra vez. Aunque sientas que ya lo has dicho. Hay que volverlo a decir. Porque en temas de valores la repetición es lo que más construye. Por eso, si persigues el liderazgo consciente, habla, las palabras no se las lleva el viento.