María Eudocia Araya nació hace 104 años en el centro de Lima, y esta semana se convirtió en la primera adulta mayor que recibió la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. “No tiene ningún síntoma, ni le ha dolido el brazo”, cuenta su hija Judith Montenegro.
La centenaria que llegó primera a la lista de vacunación
Vive hace más de 50 años en Lince, donde todos sus vecinos la conocen. Y es que antes de la pandemia era usual verla en la puerta de su domicilio tomando el fresco, según su hija. “Por eso, durante el confinamiento insistía y decía: ‘Quiero salir’. Le dijimos que había una gripe fuerte y que no se podía”, cuenta.
De joven, María Eudocia trabajó cuidando niños en la guardería de una fábrica. Fue en ese lugar también donde conoció a su esposo, un trabajador y dirigente sindical. Una vez que se enamoraron, dedicó toda su vida a ser ama de casa. Hoy tiene 10 hijos, 20 nietos, ocho bisnietos y cuatro tataranietos. La mayoría de la descendencia femenina ha heredado el primer nombre de la matriarca, María.
“Todos los días realiza juegos didácticos para mantener la memoria ágil y ve dibujos animados”.
El último integrante de la familia tiene un año, un tataranieto al que conoció casi al inicio de la pandemia y que luego ya no ha podido ver. “Antes del virus, la mayoría venía a visitarla y los que no podían, llamaban por teléfono. Cuando la han visto por televisión en la vacunación han llamado para venir, pero hemos preferido esperar, por ahora”, dice Montenegro.
La madera en buenas manos: el abuelito de los balcones
“No tengo dolores ni mareos. Estoy totalmente feliz”, exclama a través del teléfono Eugenio Merzthal horas después de recibir la vacuna.
A sus 98 años, Merzthal ve con optimismo el futuro tras recibir la primera dosis. “Que ya termine esta pandemia porque tengo ganas de seguir trabajando”, afirma Eugenio, quien lleva más de 50 años trabajando en ebanistería y es conocido en Facebook e Instagram por su página “Balcones coloniales”.
Él diseña estos objetos a escala, y no solo es su trabajo, sino uno de sus pasatiempos favoritos. “Un balcón me toma por lo menos un mes, pero hago varios a la vez. Durante la pandemia no he hecho para la venta, sino para mantenerme activo”, cuenta. “Hay de todo precio, y según el tamaño pueden costar entre S/ 500 y S/ 3,000”, explica.
“A todos les digo que se vacunen sin miedo. Y no lo hagan solo por ustedes, sino también por salvar a su familia”.
“También me gusta pescar. En el Club San Bartolo he ganado cuatro copas en concursos de pesca. La verdad es que estoy más ansioso por ir a pescar”, señala el abuelito que nació en Puerto Eten pero vivió desde niño en Lima. Agradece a su nieto Aleks el haber cuidado muy bien de él durante este tiempo de confinamiento.
“Es el mejor soldado que tengo a mi lado. Parece que le hubieran pagado para que me cuide”, bromea.
Una señora que se adapta a los nuevos tiempos
“Soy limeña mazamorrera, de La Victoria, avenida Iquitos cuadra 14”. se presenta Carmela Gonzales, quien a sus 85 años mantiene la gracia y el buen humor. Sobre todo ahora que ya recibió la primera dosis y que anhela volver de a pocos a su vida normal. “Mi rutina antes de la pandemia era asistir a misa y también ir de tiendas. No necesariamente de compras, sino a distraer el ojo”, aclara.
Tiene siete hijos, 17 nietos y 13 bisnietos. “Con mi esposo estamos rogándole a Dios que nos conceda unos añitos para conocer al primer tataranieto”. A la mayoría no los ha podido ver desde que empezó la pandemia, pero siempre está en contacto con ellos gracias a la tecnología. “Uso WhatsApp, Facebook y videollamadas para comunicarme. Solo me demoro un poco para contestar porque me gusta que todos los mensajes estén bien escritos”.
“Hay que ir a vacunarse con esperanza. Sobre todo los jóvenes, que necesitan trabajar y estudiar”.
Carmela se dedicó a ser ama de casa toda su vida. “La rutina de las damas de antes era sacar adelante el hogar. Éramos no solo madres y esposas, sino profesoras, sicólogas, enfermeras, de todo”, sostiene. Sin embargo, señala que le hubiera gustado ser obstetriz y que valora la independencia de las mujeres de hoy. “Me parece excelente que trabajen y que tengan una profesión”. Pero aconseja no descuidar a los hijos ni tampoco usar a los abuelos para esa tarea. “Nosotros no estamos para cuidar, sino para engreír”.