Las grandes empresas, nacionales o multinacionales, realizan grandes inversiones con el fin de que los estados profieran normas que ayuden a sus intereses, y de ello se encargan los lobistas que no solo son bien pagados sino que quienes los contratan ponen a su disposición gran cantidad de recursos con el fin de “sensibilizar” a golpe de chequera a los legisladores sobre determinados temas de su interés.
Como se puede evidenciar, el papel principal de un lobista es corromper a los legisladores para que voten los proyectos que sirvan a los intereses de las grandes empresas, y en muchos casos, los lobistas van mucho más allá puesto que ellos mismos llegan a redactar los proyectos de ley que serán votados por los congresistas.
En algunos casos, el asunto llega mucho más lejos, puesto que los mismos congresistas son contratados como lobistas por las empresas, tarea que se logra mediante las financiaciones de sus campañas al congreso, de manera que cuando estos llegan al congreso, de antemano ya están comprometidos con la defensa de los intereses de quien les pagó el tiquete al congreso.
El lobista pues, no hace más que servir, mediante la corrupción, a intereses particulares, que en asocio con intereses políticos, buscan crear ambientes legales especialmente beneficiosos para los intereses de quienes tienen el poder económico suficiente para comprarse las leyes a su medida.
Los lobistas son los responsables de que ciertos sectores de la economía o de la sociedad gocen de privilegios vergonzantes, mientas que el resto debe pagar esa fiesta privada y privilegiada de élite.
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