(Bloomberg View).- Donald Trump comenzó su presidencia de la misma manera que comenzó su campaña.

Literalmente. Terminó con el mismo tema "Hacer a Estados Unidos Grande Otra Vez" ("fuerte otra vez… rica otra vez…") que usó en su discurso en la convención republicana, y también en sus mítines de campaña.

Gran parte de lo que dijo –describiendo a Estados Unidos como un infierno miserable, usando el aún divisivo eslogan "Estados Unidos Primero", y más– fue solamente retórica de campaña reciclada.

Sin duda, un bocado irresistible para los partidarios más acérrimos del presidente.

No fue, digamos, presidencial. O supongo que ahora podríamos decir: tradicionalmente presidencial. En el pasado, los presidentes han usado su asunción para conectarse con todo el país, especialmente aquellos presidentes que ganaron en forma ajustada (como Trump). Hoy Trump tuvo poco para quienes no fueran sus más fuertes partidarios. Nada para los demócratas; incluso poco para los republicanos conservadores del viejo tronco partidario que lo votaron pero con poco entusiasmo.

Es más, no hubo esfuerzo para pasar de la campaña al gobierno. Todos los nuevos presidentes comenzaron a hacer campaña para su segundo período en el primero, pero la mayoría de ellos lo hizo actuando de manera presidencial. Trump podría hacerlo, pero no hoy.

Por supuesto, Trump no solo tiene el derecho de articular los temas bajo los cuales hizo campaña y quiere gobernar, sino que es adecuado que lo haga. Sin embargo, generalmente los presidentes descartan gran parte de las frases específicas que usaron en la campaña (y que seguramente les recordarán a todos los que votaron en su contra su carácter de opositores), y amplían su lenguaje intentado ser más inclusivos.

Trump hizo muy poco de eso en su discurso inaugural. Y las razones para hacer todo eso son mucho más acuciantes que lo que lo son para la mayoría de los presidentes, quienes después de todo llegaron con victorias electorales más sólidas y mayor popularidad.

Él también tiene más que probar a la gente con la cual tendrá que trabajar del Congreso, del poder ejecutivo y del resto del Washington estable que la mayoría de los presidentes.

El desafío para Trump en su discurso inaugural era encontrar una manera de decir a sus partidarios que sigue con ellos, al tiempo que da la bienvenida a los estadounidenses dispuestos a darle a su presidencia una oportunidad. Una repetición de su discurso de campaña hizo lo primero, pero no lo segundo.

Habiendo dicho todo eso, cómo actúa desde ahora en adelante será mucho más importante que lo que dijo hoy. Los discursos inaugurales tienden a ser decepcionantes, al menos aquéllos que no fueron pronunciados por Abraham Lincoln.

Lo que importa más es su transición desprolija y si encuentra una forma de poner a trabajar en pleno a su gobierno tan pronto como sea posible pese a los enormes obstáculos que enfrenta y los nuevos e impredecibles que los presidentes terminan encontrando. El discurso de hoy fue una oportunidad perdida. Tendrá otras, pero ahora le está corriendo el reloj.

Por Jonathan Bernstein.

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