Armando Cavero
Managing Partner AIMS International Perú
Hace pocos días, en este medio afirmé que, como las expectativas empresariales iban a ser indudablemente impactadas por el resultado de la primera vuelta, las probabilidades mayores o menores de enfrentar un gobierno antisistema afectarían a su vez desfavorable o favorablemente al mercado laboral en general.
Recordé cómo en la segunda vuelta del 2016, con finalistas propugnando el mismo modelo económico, la demanda por ejecutivos dio un gran salto muy positivo y de inmediato, no solo por la garantía de la perdurabilidad del modelo, sino por el desembalse de una demanda retenida por la posibilidad de entonces, de que un candidato antisistema pasara a segunda vuelta.
Hoy estamos ante una amenaza concreta del modelo antisistema con Pedro Castillo a la cabeza, en un virtual cara o sello contra Keiko Fujimori y con un mercado laboral ya estancado luego de las recientes encuestas. Un efecto muy dañino, al que se suma el de la pandemia y su mal manejo, la vaguedad sobre el futuro de la disponibilidad de vacunas y la evidente incapacidad de gestión del gobierno para paliar siquiera esta crisis sanitaria.
Cabe preguntarse ¿qué podemos esperar en las próximas semanas y que sucedería si gana uno u otro candidato? Las primeras encuestas auguran un pésimo escenario en el muy corto plazo y creo que esto va a prolongar la parálisis total de nuevos empleos hasta el 6 de junio si es que no se revierten antes los resultados de las primeras encuestas. Hasta allí, nada difícil de predecir, sin embargo, ¿qué escenarios podemos anticipar en caso gane uno u otro candidato, post segunda vuelta?
En el mejor y más deseable de los casos para mí, triunfando la alternativa que mayores garantías brinda a la subsistencia de la economía social de mercado, deberíamos experimentar un desembalse importante con nuevas oportunidades laborales que emergerían de manera rápida y casi inmediata; digo desembalse porque muchísimas están en suspenso por el temor al escenario opuesto. Mi predicción en este caso es muy favorable para el corto plazo.
Antes de analizar el escenario opuesto, quiero recordar que al borde del inicio mismo de la pandemia predije aquí, solo con parcial acierto, que los ejecutivos de la normalidad prepandemia se verían retados y muchas veces superados por una crisis que generacionalmente, no habrían enfrentado antes en igual magnitud. Atrás quedaron para ellos el terrorismo decayendo recién hace treinta años casi, la hiperinflación del Alan García 1.0, y mucho más atrás el estatismo y agitación social velasquista de peruanos contra peruanos, en los sesentas y setentas.
Por ello mi predicción era que habría ejecutivos que no darían la talla ante esta crisis y que las empresas se verían obligadas a reemplazarlos para salir airosas, con profesionales que pudieran adecuarse en y con la empresa a la nueva normalidad
Hoy debo reconocer que subestimé el escenario pues solo algunos (pocos) reemplazos ejecutivos se dieron. La principal razón y que creo que no desaparecerá aún, es la severidad del impacto económico de la pandemia. Éste ha sido de tal magnitud que hizo pensar dos veces a cualquier gerencia antes de mover alguna pieza del tablero por el costo mismo de la desvinculación, así como por el riesgo del recambio que ineludiblemente subyace, máxime si no contratamos servicios especializados de búsqueda, otra vez, por el costo que ello significa y todo esto por la delicada situación de caja en muchísimas empresas.
Hoy es más fácil predecir el futuro inmediato y sombrío del mercado laboral ejecutivo y como mencione en párrafos anteriores, todo lo referente a los puestos de trabajo. Está comprobado que pocos o nadie en el gobierno de turno tienen la menor intención de tomar medidas por el riesgo o temor de / a los procesos administrativos como primer paso en la solución de esta terrible situación. Desterrar el “hay que” y pasar a las decisiones.
La posibilidad de seguir discurriendo el 2021 y buena parte del 2022 en pandemia sin control ni gestión, sumado a un eventual gobierno marxista y populista (ofrezco disculpas por la redundancia) sólo plantea un segundo escenario muy complejo y casi imposible de cuantificar en términos del daño que podríamos sufrir.
En otras oportunidades me he expresado contrario al uso de la palabra “talento” para referirnos a los ejecutivos. Los departamentos de Talento, también llamados según yo de manera cursi y redundante, Talento Humano (y es que me pregunto ¿qué otro tipo de talento hay en las empresas?) deberían privilegiar el centrarse en las PERSONAS antes que en sus talentos, pues la persona siempre será más importante que el talento con el que ella contribuye.
Hecha esta breve aclaración, me atrevo a predecir que una inminente fuga de PERSONAS TALENTOSAS (no fuga de talentos, como se decía años atrás) será el primer y más alto costo que deberemos pagar, acarreando un inmenso daño al país. Quizás obnubilados por los hechos negativos e inacción que enfrentamos desde el 2020, y por el peligroso escenario electoral de la segunda vuelta, nos hemos abstraído de la grave posibilidad de que nuestras personas más valiosas terminen por emigrar.
En esta era digital sin barreras de tiempo y distancia, una mayor oferta de alternativas de viaje, con costos decrecientes y una gran movilidad física o virtual casi universal, solo hará más fácil, rápida y acelerada la pérdida de personas valiosas y en especial aquellas con perfiles profesionales digitales, si se cristaliza la amenaza antisistema que, según las primeras encuestas, está liderando la segunda vuelta más peligrosa de la que tenga yo memoria.