Redacción Gestión

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Hace unos días, tuve un desayuno de trabajo con un ejecutivo joven y me quedé impresionado por su rutina. Luego de una charla a manera de catarsis, me dio su autorización para contar lo que sigue.

Me confesó que duerme cuatro a cinco horas al día, lo cual era evidente porque su cara reflejaba un gran cansancio. Me dijo que su agenda era recargada y que ahora que "la cosa está difícil" estaba trabajando más.

Cuando le pregunté por su rutina me contó que se levantaba a las 5.30 a.m., lo que le permitía ir a jugar tenis temprano. Luego regresaba a casa, contestaba mails, desayunaba e iba a su oficina a la cual llegaba a las 8.30 am. En el trabajo, tenía una rutina intensa, con una serie de reuniones y llamadas telefónicas, las cuales interrumpía durante media hora para almorzar en el comedor de la empresa. Su jornada usualmente acababa a las 8 p.m. y, como felizmente vivía cerca a la oficina, llegaba a casa a las 8.30 p.m. Cenaba, se iba a la cama después de las 10 p.m. y conciliaba el sueño pasada la medianoche. También me confesó que tomaba pastillas para dormir.

No voy a comentar sobre su jornada de trabajo, ya que todos, por lo menos en algún momento de nuestra vida laboral, hemos tenido largas jornadas de trabajo. A lo que me voy a referir es a la falta de equilibrio entre las horas de sueño y las horas de vigilia y el perjuicio que esto ocasiona.

Un ejecutivo que duerme poco y trabaja mucho por lo general es bien visto, ya que se le percibe como una persona dedicada y más productiva. Incluso muchos de ellos se jactan de este hecho. Lo que no se está percibiendo en su exacta magnitud son los errores que comete como consecuencia de decisiones mal tomadas que devienen de la pérdida de la capacidad de atención y reacción propias de la falta de sueño. Vale la pena mencionar, además, el malhumor propio de esta condición, lo que sin duda afecta su liderazgo y posiblemente también sus relaciones familiares. Ejecutivos y empresas deberían ser conscientes de que este desequilibrio, además de dañino, cuesta dinero.

Y usted, amigo gerente, ¿cuántas horas está devienen de la pérdida de la capacidad de atención y reacción propias de la falta de sueño. Vale la pena mencionar, además, el malhumor propio de esta condición, lo que sin duda afecta su liderazgo y posiblemente también sus relaciones familiares. Ejecutivos y empresas deberían ser conscientes de que este desequilibrio, además de dañino, cuesta dinero.

Y usted, amigo gerente, ¿cuántas horas está durmiendo?

Alberto Haito Director – Arellano Marketing

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