Agosto marcó el cuarto mes consecutivo en que el déficit fiscal equivalió a 4% del PBI, según el BCR. Esta medición corresponde al acumulado de los últimos doce meses y, comparada con periodos previos, es un triste récord. Por ejemplo, en agosto del 2022, fue 1.5% del PBI, acorde con la reconocida prudencia fiscal que el Perú solía mostrar pero que se ha estado deteriorando desde entonces (en agosto del año pasado, fue 2.7% del PBI). El motivo es lastimosamente obvio: los gastos corrientes del sector público están creciendo mucho más que sus ingresos: 5.5% versus 0.4% en enero-agosto, respecto del mismo periodo del 2023.
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La caída de los ingresos públicos se debe al impacto de la recesión. La reducción de la producción y las ventas del sector privado ha redundado en menores impuestos (además de escasez de oportunidades laborales). El impacto se ha agravado porque, a diferencia de empresas y familias, el sector público no se ha ajustado y ha continuado gastando como en época de vacas gordas. El Congreso y los gobiernos subnacionales son los mayores responsables de esta inconsistencia fiscal. El MEF sigue confiando en el efecto estadístico, pues la recaudación fue particularmente baja en el segundo semestre del 2023.
Le quedan cuatro meses para que sus esperanzas se transformen en realidad y poder cerrar el año con un déficit fiscal de 2.8% del PBI. También podría apuntalar la recaudación la inclusión en la lista de contribuyentes de actividades online que generan renta como las plataformas de streaming y las apuestas, así como la reestructuración de la labor de fiscalización de la Sunat, aunque sus mayores efectos se verían el 2025.
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El efecto estadístico también está marcando el comportamiento del PBI, que en julio creció 4.47%, respecto del mismo mes del 2023. Solo el agro se contrajo, como consecuencia de factores climatológicos adversos –se espera que se atenúen a partir del presente mes–. Aunque los demás sectores se expandieron, hubo diferencias entre subsectores. Es el caso de la pesca para consumo humano (congelado, enlatado, fresco y curado), que en enero-julio decreció 5.96%, y manufactura no primaria, que en dicho periodo solo se incrementó 1.05%. Estos magros resultados se han reflejado en las exportaciones no tradicionales, pues dichas actividades figuran entre las seis con resultados negativos en enero-julio (son nueve en total). En lugar de evaluar reducirles un incentivo como el drawback, el Gobierno debería estar pensando en reforzar su competitividad y mejorar sustancialmente su promoción.
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