Los efectos de la política económica no son inmediatos. Dependiendo de su magnitud y alcance, tardan en manifestarse en indicadores como la inversión privada, el PBI o la recaudación tributaria. Lo mismo ocurre con la paralización o el cambio de dirección del manejo macroeconómico, aunque su impacto es más inmediato sobre la confianza y decisiones de gasto de empresas y familias. Y si a estos factores se suman la inestabilidad política y social, más los desórdenes atmosféricos, tendremos un periodo como el que vivió la economía peruana durante el primer semestre de este año: el PBI se redujo 0.45%.

¿A quién atribuir este resultado? En gran parte, es responsabilidad del régimen de Pedro Castillo, pues la confianza de empresas y familias se deterioró con la impericia del mandatario y de la gran mayoría de sus ocho decenas de ministros –en menos de 17 meses–, su hostigamiento al sector privado, las interminables denuncias de corrupción y la nula atención a debilidades estructurales. La política económica solo existía en el papel y en los infructuosos esfuerzos del MEF por hacer que el resto de ministerios la apliquen con eficacia.

El desbarajuste macroeconómico ya había comenzado a sentirse a fines del corto régimen de Castillo, pero se materializó completamente en los primeros meses de la presidenta Dina Boluarte. Las protestas, el ciclón Yaku y El Niño costero agravaron la situación, pero hay que tener en cuenta que las acciones para mitigar el impacto de estas dificultades tardaron y no fueron aplicadas de manera eficiente. Además, los ministros de Boluarte pasaron los primeros meses del año presentando diagnósticos de lo mal que habían trabajado sus antecesores, pero sin ofrecer soluciones enfocadas en corregir los errores. Y el MEF creyó, equivocadamente, que con el programa “Con Punche Perú” el enfriamiento se revertiría rápidamente.

Recién en su mensaje por Fiestas Patrias, Boluarte hizo anuncios de medidas económicas orientadas a impulsar el PBI a través del gasto público (o sea, más “punche”), incluidas obras de prevención ante la probable ocurrencia de El Niño global. Pero siguió ignorando un elemento clave: si las medidas del Gobierno no promueven la participación de la inversión privada, la reactivación de la economía demorará. El MEF ya revisó a la baja su proyección de crecimiento del PBI de este año (1.5%) pues espera que en este segundo semestre haya un efecto rebote, o sea que es consciente de que la inversión privada seguirá deprimida. Es que recuperar la confianza toma muchos meses