Redacción Gestión

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ELECCIONES EN BRASIL. Tan solo una semana antes de las elecciones presidenciales en hubiese sido casi imposible predecir el resultado de las mismas. Hace tres meses, sin embargo, las encuestas pintaban un escenario similar al que resultó el 5 de octubre. Sin duda, esta ha sido una de las elecciones más ajustadas y sorpresivas en la historia brasileña desde que el país restableció su democracia en los 80.

, actual presidenta y líder del Partido de los Trabajadores (PT), quedó primera en las urnas con el 42%. En segundo lugar, , del centro-derechista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), logró el 34% de los votos y , del Partido Socialista Brasileño (PSB), llegó en tercer lugar quedando fuera de la segunda vuelta con el 21% de los votos.

La primera sorpresa de la campaña ocurrió a mediados de agosto, cuando falleció trágicamente en un accidente aéreo el entonces líder del PSB, Eduardo Campos. Su lugar lo tomó Marina Silva, exministra del Ambiente, para rápidamente posicionarse como la contendiente de Rousseff en segunda vuelta. Las críticas acerca de su falta de experiencia (por parte de Neves) y las falsas alarmas sobre la desarticulación de los programas asistencialistas (por parte de Rousseff), sumadas al debate días previos a las elecciones, en el cual Neves quedó como claro ganador, terminaron por desinflar su candidatura.

No obstante, sus votos serán cruciales para determinar el destino de Brasil. Si bien, históricamente, el PSB ha sido un aliado del PT, tanto Silva como su partido han decidido apoyar públicamente la candidatura de Neves, con quien comparten una visión similar de la economía: mayor responsabilidad fiscal y monetaria, mayor apertura comercial y menor intervención del Estado. Sin embargo, todavía es incierto qué porción de los votos efectivamente podrán trasladarse al PSDB (el nicho electoral de Silva tiene mayor afinidad natural con el PT y suele ver al PSDB como un partido ajeno y elitista).

Mientras tanto, Neves tiene a su favor el contexto macroeconómico: con un Brasil que espera crecer menos de 1% este año y que ostenta una inflación anualizada de 6.75%, todo depende de qué tan convincente sea el candidato del PSDB con los más pobres para enmendar el rumbo de la economía sin desarticular la red asistencialista tejida por el PT.