Redacción Gestión

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BALANCE POLÍTICO. A lo largo del año, el Gobierno ha sufrido un notable debilitamiento. Para empezar, una vez más, después de que seis congresistas mostraran su rechazo a la postulación de Ana María Solórzano para la Mesa Directiva del Congreso y, sobre todo, por los mecanismos de presión que utilizó la pareja presidencial para imponer dicha candidatura internamente. Tan solo unas semanas después de aquel incidente renunció otro congresista a la bancada nacionalista por estar en contra del aporte obligatorio de los trabajadores independientes, un proyecto de ley que –curiosamente– él mismo había impulsado.

Con estas dimisiones, ya son 11 congresistas que ha perdido Gana Perú desde que comenzó el mandato del presidente Ollanta Humala. Obviamente, esto significa una dificultad para la labor del Ejecutivo, pues varias de las medidas y reformas que diseñe deben pasar por el filtro del Congreso antes de implementarse. Este escenario va a ser particularmente complicado en el 2015, una vez que las campañas electorales estén a toda marcha y cada partido esté más concentrado en sus propios intereses que en los del país (si es que en algún momento fue diferente). Ollanta Humala debe hacer lo que no ha sabido hacer hasta ahora: buscar consensos.

Otro problema gravísimo que ha enfrentado este Gobierno a lo largo del año es la corrupción. El 92% de peruanos considera que el actual nivel de corrupción en el país es muy alto e, incluso, el 76% cree que la corrupción aumentó en los dos últimos años, según la encuesta Pulso Perú de Datum. El caso de Óscar López Meneses, por ejemplo, continúa sin resolverse; nadie sabe dónde está el amigo de la pareja presidencial, Martín Belaunde Lossio; y el ilustrativo caso de César Álvarez en Áncash nos ha dado una muestra de cómo se manejan algunas regiones.

El costo acá no solo ha sido político. Al mes de octubre, la inversión pública de los gobiernos regionales ha caído en 9% mientras el MEF intentaba implementar una política fiscal anticíclica. Pero el mayor problema no es ese. Un número creciente de peruanos le ha dejado de creer a su Gobierno. Y eso es sumamente peligroso para la gobernabilidad del país.

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