Redacción Gestión

redaccion@gestion.pe

pulso perú. Atrás quedaron las épocas en que la primera dama, Nadine Heredia, podía exhibir una aprobación popular incluso mayor que la del mandatario. Poco a poco, su llegada frente a la población ha ido descendiendo, tanto así que hoy comparte el 82% de desaprobación a su labor con el presidente Ollanta Humala.

El último escándalo originado por la tarjeta de crédito ha sido la gota que derramó el vaso. Su imagen poco a poco se había ido deteriorando y ya le pasó factura en su popularidad, que ya venía a la baja.

Así, según la encuesta Pulso Perú, el 84% de los encuestados considera que hizo mal en usar la tarjeta de crédito de otra persona y solo un 13% cree que las compras fueron para su amiga. También es muy alto el porcentaje de quienes creen que el dinero usado procedía del Gobierno venezolano y que debe ser investigada porque cometió un delito.

Lamentablemente, una vez más queda demostrado que la falta de transparencia y claridad en las explicaciones pueden acabar con la imagen de una persona, y en el caso de Heredia esta situación afecta la gobernabilidad del país.

Lo que, al parecer, no ha medido el entorno de la primera dama es que la percepción de la población también puede acabar con las aspiraciones de quien quería tener una carrera política. Hoy un 84% dice que no votaría por Heredia para el Congreso.

Pero la desconfianza que se apodera de la población afecta no solo al Gobierno, sino a la clase política en general, pues todos los precandidatos a la Presidencia han visto reducido su porcentaje de intención de voto, frente a un incremento de 10 puntos de los indecisos (hoy ya son 22%).

Pero el desaliento de la población no está solo en materia política, también está en el área económica. Así, un 71% cree que la economía no se está recuperando y un 55% tiene poca esperanza en que el país mejore cuando termine la administración Humala. Con estas percepciones será muy difícil para el Ejecutivo tratar de dar señales de tranquilidad y optimismo a la población. Las sensaciones son más fuertes que las estadísticas del Gobierno.