Por Miguel Jiménez, economista jefe para Europa de

El ajuste de los mercados financieros de finales de 2018 fue generado sobre todo por unos peores datos macroeconómicos a nivel global, principalmente en el sector industrial, y muy influidos por las tensiones comerciales entre EE.UU. y China.

Las señales de debilidad esta vez incluían también al país norteamericano, por lo que se generaron dudas sobre si la economía mundial no se estaba desacelerando más rápidamente de lo previsto, y si la política monetaria de la Reserva Federal americana, centrada en seguir subiendo los tipos de interés a paso firme en 2019, no podía agravar el proceso.

El ajuste se ha corregido en parte desde principios de año, tras una respuesta más tranquilizadora de la Fed y un tono bastante optimista sobre las negociaciones comerciales. Aun así, el debate sobre el grado de deterioro de la economía global continúa, y esta semana ha sido uno de los temas de debate en las reuniones de Davos. ¿A qué ritmo se desacelerará la economía global en los próximos dos años? ¿Hay peligro real de recesión en EE.UU.? ¿Qué está ocurriendo en la economía china y cuánto margen de maniobra tiene? ¿Cómo van a evolucionar los principales factores de incertidumbre (proteccionismo, brexit, etc.) el próximo año?

En las nuevas previsiones macroeconómicas globales de BBVA Research estamos asumiendo que algunos de los focos de incertidumbre que atenazan a la economía global se disiparán en buena medida en los próximos meses.

Una de las claves principales son las negociaciones comerciales entre EE.UU. y China, que es probable que lleguen a buen puerto antes del 2 de marzo, la fecha tope para que no se aumenten de nuevo los aranceles a China. Hasta ahora, el impacto de la guerra comercial ha sido moderado, pero una nueva ronda de aranceles (hasta el 25% en una cantidad mayor de bienes) sí que tendrían un impacto directo en el comercio, por no hablar del efecto sobre la confianza y la inversión.

Las autoridades americanas son conscientes de ello; de ahí el buen clima que parece respirarse en las negociaciones. En cualquier caso, la incertidumbre persiste, dada la volatilidad esperable hoy en día por parte de las autoridades estadounidenses, por decirlo de manera suave.

El tema del brexit se ha complicado de manera espectacular en las últimas semanas; sigue bloqueado y la estrategia de la primera ministra de amenazar con una salida sin acuerdo para que se vote el plan actual es arriesgada. Sin embargo, parece que hay movimientos en el Parlamento británico y la UE para llegar a soluciones alternativas. Cualquiera que evite una salida brusca el 29 de marzo se dará por buena.

Un tercer elemento que es razonable asumir es que los principales bancos centrales seguirán siendo prudentes en la senda de normalización de su política monetaria. La Fed posiblemente suba de nuevo los tipos de interés este año (hasta dos veces), pero estará muy atenta a los datos y a los mercados. El BCE posiblemente retrase las subidas más allá de después del verano.

Con estos supuestos, lo lógico es que la economía global continúe desacelerándose de manera suave. Nuestras predicciones son de un crecimiento mundial del 3,5% en 2019 y 3,4% en 2020. El impulso fiscal en EE.UU. se empezará a agotar a partir de este año y la ausencia de presiones inflacionistas debería evitar una subida brusca de tipos, que es el desencadenante típico de las recesiones en ausencia de shocks financieros importantes. Debería crecer en torno a un 2,5% en 2019. China va a seguir frenándose en medio de un cambio estructural, niveles de deuda elevados, y margen para las políticas de estímulo menos amplio que en el pasado. La eurozona, aunque aún con margen para agotar el ciclo y con fundamentales sólidos, se verá afectada por el menor comercio global y por problemas estructurales importantes e incertidumbres políticas, por lo que también se desacelerará, hasta niveles en torno al 1,4%, no muy lejos de su potencial.

En conjunto, un escenario relativamente moderado pero rodeado de múltiples riesgos a la baja, aunque estos deberían poder controlarse si se aplican unas políticas económicas razonables.