La cancelación del pago de los créditos y una bajada de las tarifas de los servicios públicos. Así son algunas de las promesas difundidas por los rusos a los vecinos de las poblaciones ucranianas que logran controlar militarmente, en las que, a pesar de la ocupación y la propaganda, siguen produciéndose protestas contra la invasión.
Olga Oksana, que es profesora en Berdiansk, una ciudad costera del sur de Ucrania situada a unos 85 kilómetros de Mariúpol, y que ahora se encuentra bajo ocupación de las tropas rusas, relata cómo funciona el aparato de propaganda ruso en la población una vez logra la ocupación militar.
Según Oksana, de 50 años, la radio se ha convertido en el principal canal de comunicación de los rusos para diseminar propaganda, con promesas de todo tipo, “para convencer a la gente de estar de su lado”.
“Parece una obra de Orwell. No tenemos conexión estable. Ayer ocuparon la radio y empezaron a intentar convencernos de unirnos a ellos, a hablar de la ilegitimidad de nuestros presidentes o sobre los saboteadores horribles del Regimiento de Azov”, comenta Oksana, que califica estos mensajes de radio como la “típica” propaganda rusa.
“Y todo esto acompañado por el himno de Rusia”, agrega en un tono irónico.
Berdiansk, al igual que la bombardeada Mariúpol, se encuentra en la franja costera del sur de Ucrania que desde el comienzo de la invasión, el pasado 24 de febrero, Rusia ha convertido en un foco especial de atención militar debido a su pretensión de aislar al país del mar y garantizar un corredor terrestre entre la anexionada Crimea y las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y de Lugansk, cuya independencia fue reconocida por el presidente ruso, Vladimir Putin, en vísperas de la invasión.
Para ello, Rusia ha desplazado su técnica y sus tanques desde la península de Crimea, consiguiendo tomar el control de varias ciudades, como Melitópol, Berdiansk y Jersón, bloqueando de paso la ciudad de Mariúpol, que se encuentra al borde de una catástrofe humanitaria.
La ciudad de Mykolaiv, a mitad de camino entre Jersón y Odesa, se ha convertido en un símbolo de resistencia desde el comienzo de la guerra.
Según varias fuentes consultadas por EFE, las tropas rusas pretendían conseguir el apoyo de la población local de estas ciudades, en su mayoría rusoparlante, pero desde los primeros días de la guerra sus calles han sido escenario de protestas contra la ocupación rusa.
“En caso de que nos desconecten los teléfonos, acordamos quedar todos los días a las 12 del mediodía”, explica desde Melitópol Ana, una música de 32 años, quien reconoce que, aunque tiene un poco de miedo, prefiere “morir en Ucrania que vivir en DNR”, la autoproclamada República Popular de Donetsk.
Konstyantyn Ryzhov, periodista de investigación de Jersón, ciudad ocupada por Rusia desde el 1 de marzo, dice que el ejército ruso está afuera de su ciudad y que las fuerzas especiales Rosgvardia y Sobr, que habitualmente participan en las detenciones antigubernamentales que se realizan en Rusia, patrullan sus calles.
Ryzhov, como gran parte de la población, no reconoce la legitimidad de la policía rusa: “Es como si nuestra policía fuera a otro país para recaudar multas”, dice.
“Ucrania no es Rusia. Hemos pasado por la Revolución de la Dignidad y ya tenemos experiencia. Las fuerzas rusas tienen esa mala costumbre de coger a una persona de la multitud (para detenerla) y la gente allí lo permite. Aquí, cuando intentaron hacerlo, la multitud empezó a atacar a la policía y se asustaron”, comentó.
El alcalde de Jersón, Igor Kolykhayev, incluso se vio obligado a advertir a los vecinos sobre las exigencias de las tropas rusas: “Caminen de uno en uno, dos como máximo”, “no provoquen a los militares” y “deténganse a la primera demanda”.
Sin embargo, las tropas rusas no han podido impedir que la gente lleve a cabo manifestaciones masivas a favor de Ucrania y contra la invasión.
Ryzhov asegura que los principales combates se están produciendo a las afueras de Jersón, por lo que no se puede salir de la ciudad, donde escasean los alimentos y medicamentos.
“Hay una falta grave de productos y los que hay han subido de precio drásticamente. No todo el mundo se lo puede permitir”, comenta Konstyantyn.
Sin embargo, el periodista considera que el problema más grave es la escasez de medicinas: “No hay medicamentos para los pacientes con enfermedades crónicas o para los que tienen cáncer”, asegura.
En algunas ciudades ocupadas, el ejército ruso ha llevado ayuda humanitaria, pero en esos casos la mayor parte de la población no quiere aceptarla.