Un supuesto anuncio en un supermercado de Turquía dice: “Se busca mozo de almacén para cambiar etiquetas de precios”, señal de que la inflación puede crear nuevos puestos de trabajo, ironizan en las redes sociales.
La realidad no anda lejos, confirman varios empleados de tiendas: la devaluación de la lira turca, de 30% en lo que va de año, obliga a cambiar los precios “prácticamente a diario”.
“Cada vez que recibimos mercancía, los productos se han encarecido”, dice a Efe el dueño de un colmado, mientras que un carnicero estima que debe cambiar precios “cada quince días”.
El valor de la lira turca es decisivo para los precios de verduras o carnes: “El abono viene del extranjero” y “los piensos se importan”, indican los comerciantes.
Reducciones de tipos
La racha actual de depreciación de la moneda hasta mínimos históricos se inició en setiembre pasado, cuando el Banco Central bajó los tipos de interés de 19% a 18%, un paso que repitió en setiembre y el pasado jueves, con lo que ahora están en 15%, muy por debajo de la inflación interanual, de 19.9%.
Tras la decisión de ayer, la lira cayó casi 6%: el euro llegó a cambiarse por 12.78 liras y por 11.27 el dólar.
Las reducciones de tipo corresponden al ideario del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que lleva años asegurando que los intereses altos provocan una alta inflación, al contrario de lo que dice la teoría ortodoxa.
“La política monetaria excesivamente acomodaticia ha impulsado la alta inflación, incluidos los precios desorbitados de los alimentos, que parecen ser una causa central del descontento social y de los malos resultados del Gobierno en las encuestas”, indica Dennis Shen, director de calificaciones soberanas de Scope Ratings, en un análisis sobre la situación en Turquía.
Aumento de la pobreza
La estrategia de Erdogan, según el cual el dinero barato debería incentivar las inversiones y crear empleo, es criticada por el partido socialdemócrata CHP, el mayor de la oposición.
“Piensan que al perder la lira valor, se abarata la producción y se incrementarán las exportaciones, como ocurría en China, pero la manufactura turca depende muchísimo de las importaciones, que se pagan en dólares, por lo que la gente se empobrece y la demanda local se reduce”, ha indicado la economista Selin Sayek Böke, secretaria general del CHP.
Según datos oficiales, un 42% de los empleados turcos cobran el salario mínimo de 3,040 liras netas que, equivalente a unos 240 euros al cambio de hoy, ha sufrido una pérdida de capacidad adquisitiva de 25% frente al nivel de hace dos años, que, si bien era inferior en liras, de 2,020, equivalía a 320 euros.
El mayor sindicato turco, Türk-Is, sitúa como “límite de pobreza” unos ingresos mensuales de 10.000 liras, y en 3,000 liras el “umbral del hambre”, lo que apunta al riesgo de que la clase media de Turquía desaparezca.
Un catedrático de una universidad pública cobra ahora al mes unas 13,000 liras, equivalente a poco más de mil euros, mientras un médico jefe se queda en 10,000 (unos 800 euros).
¿Elecciones anticipadas?
Ante este panorama, el CHP y su aliado, el partido IYI, unieron esta semana sus voces para exigir elecciones anticipadas, una opción hasta ahora firmemente rechazada por Erdogan, que sin embargo no para de bajar en los sondeos.
El porcentaje de quienes están en desacuerdo con la gestión de la economía ha subido de 62% a 74% en las últimas tres semanas. Dos de cada tres ciudadanos no creen que el AKP, el partido islamista que gobierna desde el 2002, pueda enderezar la situación.
En consonancia, la intención de voto para el AKP ha caído por primera vez a 28%, empatado con su rival directo, el CHP, que podría imponerse gracias a su alianza con el IYI.
Pero de momento, el entorno del presidente confía en que la economía se recuperará hasta las elecciones previstas para junio del 2023, escribe la periodista turca Hande Firat.
El pesimismo está prohibido: esta semana tenían cita en el juzgado 38 personas denunciadas por derrotismo en el 2018 por haber vaticinado en las redes sociales una caída de la lira de las 7 a las 10 unidades por dólar.
Pero quien no acudió al tribunal fue el juez, quizás para no tener que darles la razón, en un momento en el que el dólar cotiza ya a 11 liras, ironiza la abogada del caso, Sanem Bahçekapili, en Twitter.