Rusia cambió el jueves su postura sobre el bombardeo de un hospital en la ciudad ucraniana de Mariúpol, con una mezcla de declaraciones que oscilaron entre los desmentidos agresivos y un llamamiento del Kremlin a establecer hechos claros.
El presidente ucraniano, Volódimir Zelenski, dijo que tres personas, entre ellas un niño, perecieron en el bombardeo del miércoles, y rechazó las afirmaciones rusas de que no había habido pacientes allí.
“Como siempre, mienten con confianza”, dijo Zelenski, que acusó al gobierno ruso de perpetrar un genocidio en la guerra que lanzó hace dos semanas.
Ante a la condena mundial, se vieron inusuales muestras de inconsistencia en la respuesta de las autoridades rusas, que desde el inicio de la invasión de Moscú el 24 de febrero se han ceñido a la misma narrativa para lo que Rusia llama su operación militar especial en Ucrania.
Preguntado justo después del incidente el miércoles, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov dijo a Reuters que “las fuerzas rusas no disparan contra objetivos civiles”.
No obstante, el jueves indicó que el Kremlin examinará el incidente. “Definitivamente preguntaremos a nuestros militares, porque ustedes y yo no tenemos información clara sobre lo que ocurrió allí. Y es muy probable que los militares proporcionen alguna información”, dijo Peskov a la prensa.
Otros funcionarios rusos adoptaron una línea más agresiva, rechazando el atentado contra el hospital como una noticia falsa. “Esto es terrorismo informativo”, dijo la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zakharova.
El ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, arremetió contra lo que calificó de “patéticos gritos sobre supuestas atrocidades de las fuerzas armadas rusas”.
Tras reunirse con su homólogo ucraniano en Turquía, Lavrov dijo que el edificio del hospital llevaba días bajo el control de las fuerzas ultrarradicales ucranianas, que habían desalojado a los médicos y a los pacientes, versión que Zelenski rechazó por considerarla una mentira.