Con el tiempo, la movilidad, la migración y las reuniones revertirían parte de los beneficios iniciales de las dosis de vacunas geográficamente concentradas. (Foto: Johan NILSSON / TT NEWS AGENCY / AFP).
Con el tiempo, la movilidad, la migración y las reuniones revertirían parte de los beneficios iniciales de las dosis de vacunas geográficamente concentradas. (Foto: Johan NILSSON / TT NEWS AGENCY / AFP).

A medida que hay cada vez más evidencia que sugiere que las nuevas vacunas contra el COVID en Estados Unidos son eficaces y seguras, la pregunta sobre cómo distribuir esas vacunas adquiere mayor importancia. Una encuesta sugiere que los estadounidenses piensan que los trabajadores de la salud, ancianos y personas con sistemas inmunes comprometidos deberían recibir vacunas mucho antes. ¿Pero qué hacer después de eso?

Existe una verdad incómoda: la mayoría de los mejores métodos de distribución son descaradamente injustos. Sin embargo, en este contexto, la equidad está sobrevalorada. Se debe dar prioridad a los métodos que salven más vidas y recuperen más rápidamente la economía.

Un punto central, pero desatendido, es que las vacunas no deberían enviarse a todas partes de EE.UU. En su lugar, sería mejor concentrar la distribución en un pequeño grupo de lugares donde las vacunas puedan tener un mayor impacto.

Por ejemplo, para ilustrar este argumento, supongamos que tenemos 20,000 dosis de vacunas para distribuir. Hay alrededor de 20,000 ciudades y localidades en EE.UU. ¿Enviaría una dosis a cada lugar? Eso puede sonar justo, pero dicha distribución limitaría el efecto general.

Muchos de esos 20,000 destinatarios estarían más seguros, pero su plan no reduciría significativamente la transmisión comunitaria en ninguno de esos lugares, ni permitiría que se reiniciaran los eventos públicos o que se reabrieran las escuelas.

Alternativamente, supongamos que elegimos una localidad o área bien definida y distribuimos las 20,000 dosis allí. No solo protegeríamos a 20,000 personas con la vacuna, sino que los alrededores también serían mucho más seguros. Por ejemplo, los niños podrían ir a la escuela sabiendo que la mayoría de las otras personas en el lugar fueron vacunadas. Las compras y los restaurantes también crecerían.

Con el tiempo, la movilidad, la migración y las reuniones revertirían parte de los beneficios iniciales de las dosis de vacunas geográficamente concentradas. Es por eso que la segunda ronda de distribución de vacunas debe dirigirse exactamente a aquellas personas que tienen más probabilidades de mezclarse con la primera área objetivo.

Este plan obtiene dos beneficios: proteger a las personas de la segunda área recientemente escogida y limitar la capacidad de esas personas de interrumpir los beneficios ya obtenidos en la primera área.

En otras palabras, si las primeras dosis se dirigieron (para elegir un ejemplo aleatorio) a Wilmington, Delaware, el próximo lote de dosis debería ir a los suburbios de Wilmington. En términos económicos, se puede decir que los contagios por COVID-19 (y protecciones) tienen externalidades, y hay crecientes rendimientos a esas externalidades. Eso implica un enfoque geográficamente concentrado para la distribución de vacunas, ya sea a nivel federal o estatal.

Por supuesto, no es así como suele funcionar la política estadounidense. A nivel nacional, hay tendencias en proyectos de ley de infraestructura o defensa para entregar algo a cada estado. A nivel estatal, es difícil imaginar que Nueva Jersey, por ejemplo, se concentre en los condados de Hudson y Essex para sus vacunas y desatienda la costa. La política de partidos no lo permite.

Sin embargo, distribuir las vacunas de manera concentrada geográficamente crearía algunos experimentos naturales y generaría información de valor nacional. Por ejemplo, si casi todos en un área están vacunados, la nación tendrá una mejor idea de cómo cambiará la demanda de vacunas contra la gripe, visitas al dentista, educación desde el hogar y muchos otros servicios en EE.UU. después del COVID.

Si resulta que la vacuna tiene efectos secundarios inesperados, se harán evidentes más rápidamente, ya que los médicos locales se verían inundados con un tipo particular de afección.

Al mismo tiempo, habrá límites prácticos para una distribución geográfica totalmente concentrada de vacunas. Demasiadas vacunas enviadas a muy pocos lugares resultarían en largas esperas y problemas de almacenamiento. No obstante, a nivel marginal, EE.UU. aún debería evaluar una distribución más concentrada geográficamente de la que probablemente realizará.

Hablando de injusticia: ¿quién más debería recibir las vacunas desde el principio? Los jugadores de la NBA, por ejemplo. Su vacunación podría ser televisada, y sus demostraciones nocturnas de puntuación y rebotes mostrarían al pueblo estadounidense que las vacunas son bastante seguras. ¿Y qué hay de las primeras dosis para los líderes de los movimientos contra las mascarillas? Si lo permiten, hay que hacerlo. ¿No tienen relativamente mayor probabilidad a ser superespagadores?

La solución más justa para la distribución de vacunas, por supuesto, sería realizar una lotería. Humildemente sugiero una lotería donde sea requisito vivir en el condado de Fairfax, Virginia. Si está pensando, “¡Oye, eso no es justo!”, bueno, ese es exactamente el punto.