La reforma del sistema de Salud que impulsa el actual Gobierno chileno busca fortalecer la atención primaria universal y pública e integrarla con la acción privada, en un sistema mixto similar al que existe en otros países, explicó hoy a Efe la ministra chilena de Sanidad, Begoña Yarza.
En una entrevista concedida en la sede del ministerio, Yarza subrayó que esta “reforma sistémica” es necesaria ante el envejecimiento de la población, y se proyecta a través de la pandemia, a la que Chile dio un tipo de respuesta que demuestra que esa universalización no solo es perentoria y justa, si no también efectiva y posible.
E insistió en que su objetivo no solo es eliminar la desigualdad y los copagos —señalados por la OMS como el principal obstáculo al progreso—, garantizando la atención primaria para todos. También abre nuevos espacios a las aseguradoras, para que el ciudadano pueda elegir mejor dónde y cómo quiere ser atendido.
— La reforma del sistema de salud es una de las prioridades del actual Gobierno. ¿Por qué se considera tan relevante?
“La esperanza de vida en la Pintana es de 73 años y en Vitacura de 84. Y uno se pregunta cómo esta inequidad se expresa tan brutalmente (entre barrios de la capital chilena). Esta sociedad, que ha avanzado en tantos temas, que tenemos supuestamente un desarrollo económico, no ha resuelto la inequidad en salud. En Chile hay salud para ricos y salud para pobres”.
“La reforma tiene una reflexión que rejuveneció la pandemia. Enfrentados a un problema de salud enorme, la forma que tuvo Chile de ir a resolverlo fue, primero, la vacunación para todos, con criterio sanitario —a nadie se le preguntaba si era rico o pobre—, gratuita, cercana al territorio, como una medida de salud universal”.
“Aparece la pandemia y renueva la vigencia de sistemas universales. Un sistema universal en la atención primaria y la integración con las clínicas y el sistema privado, como lo hicimos para la pandemia, con ciertas reglas, reglas de financiamiento, reglas que tienen que ver con una mirada más eficiente y efectiva de la atención”.
— Quienes se oponen, sin embargo, afirman que no permitirá elegir y acabará con el negocio de la sanidad privada, las llamadas ISAPRES, afectando a la calidad...
“No, nosotros no tenemos ninguna idea con respecto a no tener elección en el sistema. Por el contrario, a mí me gustaría que el sistema universal de salud te permitiera elegir no solo qué equipo de salud me va a atender, si no qué tratamiento me van a dar”.
“En el plano de las ISAPRES, pensamos que los seguros de salud existen en todo el mundo, en todos los sistemas de salud universales que miramos como ejemplo. Lo único, que no son parte de la seguridad social. Son seguros complementarios o de segundo piso. Por tanto, la conversación que queremos establecer con aquellas organizaciones que se dedican a los seguros de salud es que va a haber un camino, que podemos incluso construir juntos, para transformarse en seguros de segundo piso”.
— Una de las primeras medidas ha sido acabar con los copagos, señalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como principal obstáculo, una decisión que ha sido tildada por la oposición de populista.
“Nosotros creemos que las barreras son múltiples, pero la barrera del acceso económico en Chile es muy brutal. Para acceder a medicamentos o algunos procedimientos, las familias pueden llegar hasta situaciones catastróficas desde el punto de vista económico”.
“Por eso, hicimos lo del copago cero en Fondo Nacional de Salud (Fonasa). No podíamos estar construyendo un sistema universal si en Fonasa, que es pública y en el que el está el 78 % de la población, seguíamos cobrando copago. Copago que en algunas enfermedades crónicas, complejas, costaba (a algunas personas) hasta 3,5 millones de pesos cuando su sueldo era de 550.000 pesos”.
— Quienes critican la reforma señalan que es cara e inasumible. ¿Cómo se va a financiar?
“Hoy en Chile se está discutiendo la reforma tributaria y por tanto un habilitante para que podamos profundizar una reforma de salud es también tener una reforma tributaria”.
“Si hay reforma tributaria, una parte de esa reforma es para la salud y la otra es pensiones, que son las dos grandes reformas de seguridad social que este país quiere hacer. Pero, si no nos va bien en la reforma (fiscal), claramente la reforma de salud tiene que ir en una velocidad y en una dimensión distintas”.
— En este camino, ¿Chile ha mirado otros modelos?
“Chile pensó en un sistema universal integrado, mancomunando fondos, cuando el único país que lo había planteado era Inglaterra. Y Chile lo planteó en 1952 porque además de la reflexión de posguerra había tenido un terremoto”.
“Tenemos un referente histórico en Chile y por eso tenemos una relación de sueño histórico muy cercana al sistema inglés. Y también por el tema de la calidad. Para los ingleses, el tema de la calidad atraviesa todo el sistema sanitario y nosotros también tenemos esa intención”.
— El presidente de la República se comprometió a que al final de su mandato toda cirugía oncológica se resuelva en 90 días y toda cirugía de mayor riesgo antes de 6 meses. ¿Es un objetivo demasiado ambicioso?
“Yo creo que es ambicioso, pero posible. No hay ningún sistema sanitario que no tenga cierta espera. El problema no es la espera, el problema es la espera injusta. Una espera que provoque que ese problema de salud pueda dar secuelas o que yo me pueda morir esperando. De aquí al término del Gobierno sería precioso que le pudiéramos entregar al país ese compromiso realizado, priorizar de acuerdo con las necesidades sanitarias”.
— Chile es el único país que inoculará una quinta vacuna universal contra la covid-19 y de los pocos que mantiene la obligación de mascarillas. ¿Cuáles son las razones?
“Nosotros tememos un sistema sanitario cuya capacidad de respuesta no es la misma que tienen en Europa. Nuestro sistema sanitario tiene 2,1 camas por mil habitantes, cuando el promedio OCDE es más de cuatro, o sea la mitad de las que tiene de promedio la OCDE. Tenemos dos médicos por mil habitantes, y el promedio OCDE es más de 5″.
“Por eso, somos más cuidadosos, más conservadores, porque si se nos dispara, la respuesta que tenemos es como la que tuvimos en 2020, que dejamos de atenderlo todo, y eso no queremos que vuelva a pasar”.
— La salud mental es también prioritaria para el Gobierno. ¿Es una de las secuelas de la pandemia?
“Para este Gobierno la salud mental también es un desafío muy relevante, sobre todo con dos focos: uno, niños y niñas adolescentes; y otro, personas con enfermedades diagnosticadas, que están en hospitales, y ahí hay una política de salud mental y también de derechos humanos”.
“Había unos carteles durante octubre de 2019 que decían: “No era depresión, era neoliberalismo”. Es decir, había un cierto malestar, una desazón colectiva que se expresaba en desánimo. La pandemia agudiza esa sensación, la soledad, estar en la casa, el miedo, la incertidumbre y nosotros creemos que la estrategia para abordarlo es una estrategia más integral, más pegada al territorio, más colectiva, más de conversación y autocuidado colectivo que una estrategia biomedicalizada.