Los residentes de Teherán, acostumbrados a enfurecerse con el tráfico lento, sofocarse en el calor del verano y ahogarse en el smog, pueden sorprenderse al encontrar un creciente número de pintores al aire libre que se deleitan con el encanto histórico de la capital iraní.
La metrópolis superpoblada podrá estar polvorienta y necesitar embellecimiento, pero el panal de callejones que conforman el antiguo Teherán atrae a multitudes de artistas a salir de sus estudios abarrotados hacia las calles abiertas, una tendencia que se aceleró durante los cierres por la pandemia de coronavirus.
Estos devotos tienen como objetivo no solo capturar los antiguos barrios de Teherán que se están desvaneciendo, sino también ayudar a preservarlos. Muchas áreas han sido demolidas. Las grúas marcan el horizonte a medida que los barrios históricos del siglo XIX dan paso a los rascacielos modernos.
“Las pinturas nos vinculan con diseños pasados y sentimientos que están desapareciendo”, dijo Morteza Rahimi, un carpintero de 32 años, aficionado al arte y residente del centro de Teherán. “Nos ayudan a recordar... a ver cuántos edificios antiguos hermosos se han convertido en escombros”.
A su lado, el pintor Hassan Naderali usó pinceladas sueltas y colores brillantes para capturar el juego de luces y el parpadeo del movimiento en un estilo impresionista. Con una pasión por pintar en “plein air” (“al aire libre” en francés), Naderali busca representar la belleza de su entorno en ruinas.
Teherán ha pasado a ser una ciudad de más de diez millones de habitantes, más del doble de los 4.5 millones que eran en el momento de la Revolución Islámica de 1979.
El aumento de la población de la joven teocracia coincidió con la migración masiva a Teherán tras la invasión del dictador iraquí Saddam Hussein en la década de 1980. A medida que las oportunidades laborales y educativas atraían a más gente a la capital, el gobierno respondió a una crisis de vivienda emergente con complejos inmobiliarios masivos.
Algunas de las gemas de la ciudad del siglo XIX, construidas por los reyes Qajar poco después de que trasladaran la capital iraní a Teherán en 1796, han sido reemplazadas por nuevas torres de apartamentos en las últimas décadas.
Sin embargo, a través de las redes sociales, artistas e historiadores han tratado de contrarrestar la amnesia cultural en medio de demoliciones cada vez mayores.
“Las redes sociales han creado conciencia entre la gente sobre los riesgos que ponen en peligro los edificios históricos y antiguos”, señaló el experto en arte Mostafa Mirzaeian, refiriéndose a los decadentes palacios de los Qajar, conocidos por sus complejos mosaicos de espejos.
“La gente está aprendiendo a conocer el valor de los lugares más antiguos y prestando atención a sus dimensiones culturales y artísticas”, manifestó.
Para los aficionados a la pintura al aire libre como Somayyeh Abedini, empleada del gobierno y residente del histórico barrio de Oudlajan en Teherán, el impulso conservacionista es personal. Los horizontes arqueados, los callejones frondosos y las villas amuralladas de Oudlajan le sirven de musa, dijo, evocando el espíritu de su padre, que pasó toda su vida y murió en el barrio.
“Los lugares antiguos del barrio son nuestras raíces, nuestra herencia. Es una pena que muchos de ellos hayan sido destruidos”, indicó Abedini.
La práctica de pintar al aire libre en Teherán prosperó durante la pandemia, dicen los artistas, ya que muchos encontraron consuelo e inspiración bajo el cielo abierto cuando las galerías y los museos cerraron durante meses y se detuvieron las obras de construcción.
La crisis sanitaria tuvo un efecto devastador en Irán, infectando a más de 7.2 millones de personas y matando a más de 141,000, la peor cifra de muertos en el Medio Oriente.
A medida que el caos disminuía en las calles de Teherán, Naderali, de 58 años, instaló su estudio afuera. Aventurándose con pinceles, lápices, pintura, un caballete portátil y papel, pintó donde se sentía más vivo: bajo el sol, sintiendo la brisa.
“Salía todos los días. Los lugares al aire libre no estaban tan llenos y encontré más acceso a los sitios que me gustaba pintar”, señaló sobre su experiencia durante la pandemia.
Naderali vende docenas de sus pinturas, muchas de las cuales representan antiguos palacios persas y casas tradicionales de Teherán, a clientes nacionales y extranjeros.
Un anhelo por épocas pasadas genera una gran demanda entre los compradores iraníes en el extranjero, comentó — el entusiasmo por una época en que los aqueménidas tallaron bajorrelieves en las paredes de Persépolis en el año 500 a.C. e Isfahan prosperó como una joya de la cultura islámica en el siglo XVII.
Esa nostalgia se ha agudizado a medida que Irán, devastado por las sanciones y aislado de la economía mundial, hierve de ira pública por el aumento de los precios y la disminución del nivel de vida.
Las conversaciones para revivir el acuerdo nuclear de Teherán, que el expresidente estadounidense Donald Trump abandonó hace cuatro años, no han progresado en el último año. La pobreza del país se ha profundizado. Pero en muchos sentidos, la escena artística contemporánea de Irán ha florecido a pesar de las dificultades.
Durante años, después de que la Revolución Islámica iraní de 1979 derrocó a la monarquía apoyada por Occidente y llevó al poder a los clérigos chiítas, los intransigentes prohibieron el arte moderno e incluso intentaron prohibir la pintura. La extensa colección del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, valorada en miles de millones de dólares, se encontraba en sus bóvedas.
Pero el establecimiento clerical llegó a apreciar la forma de arte durante la espeluznante guerra entre Irán e Irak que comenzó en 1980. Pinturas que rendían homenaje a los muertos en la guerra y exaltaban a los líderes de la Revolución Islámica aparecieron en las paredes monótonas de la ciudad.
Muchas de las obras del museo de arte contemporáneo, incluidos Monets, Picassos y Jackson Pollocks adquiridos durante el auge petrolero de Irán bajo el reinado del sha Mohammed Reza Pahlevi, se han exhibido en las últimas décadas a medida que disminuyeron las restricciones culturales.
El verano pasado, pocos días antes de la elección del presidente Ebrahim Raisi, un clérigo intransigente hostil a la influencia cultural de Occidente, el museo reabrió con una retrospectiva del artista pop estadounidense Andy Warhol.
Hoy, artistas iraníes exitosos — incluso aquellos que exponen en el extranjero — han ayudado a transformar el mercado del arte de Teherán, que alguna vez fue serio, en una escena dinámica. Las casas de subastas de toda la ciudad obtienen altos precios para los pintores locales. Una subasta el viernes pasado registró ventas de más de US$ 2.2 millones por 120 obras.
La televisión estatal iraní transmite regularmente lecciones de pintura, incluido el amado programa de PBS del difunto pintor estadounidense Bob Ross “The Joy of Painting”, que inspira a los aficionados a crear sus propias obras maestras.
Las escuelas de arte de Irán están floreciendo, con una mayoría de estudiantes mujeres. Aunque las exposiciones requieren licencias gubernamentales, las elegantes galerías de Teherán que muestran nuevas obras de pintores iraníes están llenas de gente joven.
“Una vez un transeúnte me dijo: ‘El arte nace en la pobreza y muere en la riqueza’”, comentó Naderali.