La debacle de una importante financiera enfocada en pequeñas empresas y trabajadores de ingresos bajos redujo aún más las exiguas opciones de crédito para millones de mexicanos, ignorados por los grandes bancos.
El cierre de Crédito Real, una de las mayores prestamistas no bancarias del país, supone además un revés para la inclusión financiera en México, de las más bajas del hemisferio occidental.
Su liquidación fue sentenciada judicialmente el pasado jueves con un balance sombrío: deuda de 55,995 millones de pesos (US$2,744 millones) y créditos por 49,915 millones (US$ 2,446 millones).
“La penetración bancaria en México ha sido una crítica por muchos años [en] que no se logra avanzar. No hay un cambio estructural”, dijo Alfredo Calvo, analista del sector financiero de Standard & Poor’s.
Según el Banco Mundial, entre el 2011 y 2017 México cayó del puesto 10 al 14 en el ranking que mide cuánta población posee una cuenta bancaria, y del 13 al 16 en otorgamiento de créditos entre los países de América Latina y el Caribe.
La banca local se ha centrado históricamente en empleados formales con ingresos medios y altos, además de grandes empresas y entidades públicas, explica Calvo.
Los trabajadores informales (más de 50% de la Población Económicamente Activa) además de las micro, pequeñas y medianas empresas -generadoras de 68% de los empleos en México- son desatendidos por la banca, añade.
Panorama “triste”
Yolanda Flores, quien lleva dos décadas trabajando como vendedora ambulante en un céntrico barrio de Ciudad de México, lamenta que años de esfuerzo no le basten para ahorrar ni cumplir las exigentes condiciones para un crédito bancario.
“Sí me gustaría, pero ¿de dónde saco dinero, cómo le hago?”, dice Flores, de 62 años, quien atiende un puesto de venta de libros.
El banco es “para ir a depositar”, pero “con lo poquito que va sacando uno es para ir comiendo y mi esposo ahorita se quedó sin trabajo. Muy triste porque se ve todo bien caro”, lamenta.
La pandemia, una economía aletargada y la inflación galopante en el mundo están detrás de los apuros de Flores y del cierre de Crédito Real, con 25 años de operaciones y filiales en Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, Nicaragua y Honduras.
Durante meses, las restricciones sanitarias impidieron el contacto personal, principal método de la empresa para colocar créditos.
Con un marco legal que les impide captar ahorros, sumar clientes es vital para mantener girando el negocio de compañías como Crédito Real.
Pero la epidemia dejó además sin trabajo a muchos clientes que incumplieron sus pagos, forzando a la empresa a tomar más riesgos para financiarse hasta quedar igualmente en falta con sus acreedores.
Crédito Real forma parte de un segmento que reúne a 2002 financieras no reguladas, con 5.5 millones de clientes, de los que 84.5% son titulares de crédito, indicó el regulador financiero Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
Esas instituciones acusan importantes debilidades, pues “no pueden captar depósitos de sus clientes, lo cual los pone en una posición más vulnerable respecto a los bancos, que tienen esta fortaleza de poder financiarse a través de estos recursos que son más baratos”, explica Calvo.
Estabilidad a salvo
Como un círculo vicioso, el riesgo que asumen buscando liquidez en los mercados repercute en mayores tasas de interés para sus clientes.
La morosidad “permanece elevada y en niveles mayores a los observados antes” de la pandemia en comparación con los bancos que ya superaron el efecto COVID, señaló el banco central de México (Banxico) en su reporte de estabilidad financiera de junio pasado.
“Algunos de estos intermediarios son la principal fuente de financiamiento formal de los hogares más vulnerables”, por lo que una presión prolongada sobre sus finanzas acabaría “disminuyendo las fuentes de crédito” de ese sector, alertó Banxico.
Sin embargo, “no representan un riesgo a la estabilidad financiera”, pues su participación en los activos totales del sistema es de 1.9% frente al 44.8% de la banca comercial, acota Banxico.
Además, en México la deuda crediticia de los hogares como porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) alcanza apenas el 24%, frente al 51% de Brasil o el 75% de Chile, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
La economía de México, segunda de América Latina después de Brasil, se hundió 8.4% en el 2020 arrastrada por la crisis del coronavirus. En el 2021 rebotó 5% y para este año analistas esperan una expansión de 1.8%.