En una ajetreada zona metropolitana de 4,3 millones de habitantes, la bióloga de fauna salvaje de la Universidad de Yale,Nyeema Harris, se adentra en matorrales aislados para estudiar a los habitantes más escurridizos de Detroit: coyotes, zorros, mapaches y zorrillos, entre otros.
Durante los últimos cinco años, Harris y sus colegas han colocado videocámaras de rastreo en zonas boscosas de 25 parques de la ciudad. Han registrado miles de imágenes de animales que salen sobre todo de noche para explorar y buscar comida, revelando un lado silvestre que muchos residentes desconocen.
“Estamos cada vez más expuestos a la vida silvestre en entornos urbanos”, dijo Harris recientemente mientras revisaba varios de los dispositivos sujetos a los árboles con cables de acero y cerca del suelo. “A medida que cambiamos sus hábitats, a medida que ampliamos la huella de la urbanización... estaremos cada vez más en contacto con ellos”.
Las especies de animales y plantas están muriendo a un ritmo alarmante, con hasta 1 millón en peligro de extinción, según un informe de las Naciones Unidas del 2019. Su difícil situación está suscitando llamados para “resilvestrar” los sitios donde prosperaron hasta que fueron expulsados por el desarrollo urbano, la contaminación y el cambio climático.
Resilvestrar generalmente significa revivir los sistemas naturales en lugares degradados, a veces con una mano amiga. Eso podría significar la eliminación de presas, la construcción de túneles para volver a conectar rutas de migración cortadas por carreteras o la reintroducción de depredadores como los lobos, a fin de ayudar a equilibrar los ecosistemas. Después de las asistencias iniciales, hay poca intervención humana.
La idea podría parecer más adecuada para zonas remotas donde la naturaleza es más libre para sanar sin interferencias, pero la resilvestración también ocurre en algunos de los centros urbanos más grandes del mundo, a medida que las personas encuentran formas mutuamente beneficiosas de coexistir con la naturaleza.
El Servicio Forestal de Estados Unidos calcula que diariamente se pierden 2,430 hectáreas (6000 acres) de espacios abiertos a medida que se expanden las ciudades y sus suburbios. Más de dos tercios de la población mundial vivirá en áreas urbanas para el 2050, afirma la ONU.
“Se acerca el cambio climático y nos enfrentamos a una crisis de biodiversidad igualmente importante”, alertó Nathalie Pettorelli, científica principal de la Zoological Society of London (Sociedad Zoológica de Londres o ZSL, por sus siglas en inglés). “No hay mejor lugar para involucrar a la gente en estos asuntos que en las ciudades”.
En un reporte de septiembre, la ZSL subrayó la resilvestración en metrópolis como Singapur, donde un tramo de 2,7 kilómetros (1,7 millas) del río Kallang se convirtió de un canal de concreto en un canal sinuoso bordeado de plantas, rocas y otros materiales naturales y flanqueado por zonas verdes.
Atender los ríos urbanos como aguas naturales en lugar de zanjas de drenaje puede impulsar la presencia de peces y permitir que las tierras adyacentes absorban las inundaciones a medida que el calentamiento global trae consigo un clima más extremo, agrega el informe.
Las ciudades alemanas de Hannover, Fráncfort y Dessau-Rosslau designaron lotes baldíos, parques, zonas de césped y vías fluviales urbanas como sitios donde la naturaleza podía seguir su curso. A medida que brotaban las flores silvestres nativas, atraían pájaros, mariposas, abejas e incluso erizos.
El alcalde de Londres, Sadiq Khan, al describir a Reino Unido como “uno de los países con la naturaleza más agotada del mundo”, anunció el año pasado un plan para financiar 45 proyectos de resilvestración urbana para mejorar el hábitat de los escarabajos ciervos, topillos acuáticos y aves como vencejos y gorriones.
En el distrito de Enfield, en el norte de Londres, fueron liberados dos castores en marzo, 400 años después de que la especie fuera cazada hasta su extinción en Gran Bretaña, con la esperanza de que sus presas evitaran inundaciones repentinas. Uno de los castores murió, pero será reemplazado.
El Acuario Shedd de Chicago y la organización sin fines de lucro Urban Rivers (Ríos urbanos) están instalando “humedales flotantes” en parte del río Chicago para proporcionar áreas de reproducción de peces, hábitats para aves y polinizadores y sistemas de raíces que limpien el agua contaminada.
La resilvestración urbana no puede devolver los paisajes a los tiempos previos al asentamiento humano y no lo intenta, aclaró Marie Law Adams, profesora asociada de Arquitectura en la Universidad Northeastern.
En cambio, su objetivo es fomentar los procesos naturales que benefician tanto a las personas como a la vida silvestre, al aumentar el follaje de los árboles para aliviar el calor del verano, almacenar carbono y albergar más animales. O instalar canales superficiales llamados “bio-swales” (biovertederos) que filtran las aguas pluviales que captan los estacionamientos en lugar de dejar que contaminen los arroyos.
“Necesitamos aprender de los errores de mediados del siglo XX: el haber pavimentado todo, diseñado todo con infraestructura gris”, como represas y tuberías, agregó Adams.
La creciente zona metropolitana de Detroit ilustra cómo las acciones humanas pueden impulsar la resilvestración, intencionalmente o no.
Cientos de miles de casas y otras estructuras fueron abandonadas cuando la agobiada población de la ciudad cayó más del 60% frente a un máximo de 1,8 millones en la década de 1950. Muchos inmuebles fueron arrasados, dejando terrenos baldíos que han reocupado plantas y animales. Varios grupos sin fines de lucro han sembrado árboles, creado jardines comunitarios y plantado arbustos amigables con los polinizadores.
Los proyectos de conservación reintrodujeron águilas pescadoras y halcones peregrinos. Las águilas calvas encontraron su camino de regreso cuando las prohibiciones al DDT y otros pesticidas ayudaron a expandir su área de distribución en todo Estados Unidos. Las leyes contra la contaminación y las labores de limpieza financiadas por el gobierno hicieron que los ríos cercanos fueran más hospitalarios para el esturión, el pescado blanco, los castores y las plantas nativas, como el apio silvestre.
“Detroit es un ejemplo estelar de resilvestración urbana”, afirma John Hartig, científico lacustre de la cercana Universidad de Windsor y exjefe del Refugio Internacional de Vida Silvestre del Río Detroit. “Ha sido más orgánico que estratégico. Creamos las condiciones, las cosas mejoraron ambientalmente y las especies nativas regresaron”.
El refugio, a media hora en automóvil desde el centro de la ciudad, consta de 30 parcelas que suman 2,500 hectáreas (6,200 acres), incluidas islas, humedales y antiguos sitios industriales. Es el hogar de 300 especies de aves y una escala muy concurrida para patos, aves rapaces y otras durante su migración, explicó el gerente Dan Kennedy.
Para Harris, la bióloga de la Facultad de Medio Ambiente de Yale y que anteriormente estaba en la Universidad de Michigan, Detroit ofrece un telón de fondo único para estudiar la vida silvestre en entornos urbanos.
A diferencia de la mayoría de las grandes ciudades, la población humana de Detroit está disminuyendo, aunque sus calles, inmuebles e infraestructura permanecen prácticamente intactas. Y hay un hábitat diverso: desde grandes lagos y ríos hasta vecindarios, algunos ocupados, otros en gran parte desiertos, y parques tan tranquilos que “ni siquiera sabes que estás en la ciudad”, afirmó Harris mientras cambiaba las baterías de la cámara y tomaba notas en una sección boscosa del parque O´Hair.
Las observaciones fotográficas de su equipo han producido estudios publicados sobre cómo los mamíferos reaccionan entre sí y con las personas en entornos urbanos.
El proyecto los conecta con los residentes locales, algunos intrigados por la presencia de coyotes y mapaches en el vecindario, otros temerosos de que propaguen enfermedades o dañen a sus mascotas.
Es una oportunidad educativa, afirma Harris, sobre asuntos como la eliminación adecuada de la basura, resistirse a la tentación de alimentar a los animales silvestres y el valor de los ecosistemas saludables y diversos.
“Antes tenías que ir a algún lugar remoto para estar en contacto con la naturaleza”, agregó Harris, una nativa de Filadelfia que reaccionaba emocionada de niña cuando veía ocasionalmente una ardilla o un ciervo. “Ahora ese no es el caso. Nos guste o no, se producirá la resilvestración. La pregunta es, ¿cómo podemos preparar a las comunidades, los entornos y las sociedades para anticipar la presencia de más y más vida silvestre?”.
La resilvestración puede ser difícil de vender a las personas que prefieren su césped bien cortado y que piensan que los sistemas ecológicamente ricos lucen llenos de malezas o descuidados y que deberían usarse para construir viviendas.
Pero los defensores de la resilvestración dicen que no se trata sólo de animales y plantas. Los estudios demuestran que el tiempo que pasan las personas en espacios naturales mejora su salud física y mental.
“Mucha gente de ciudad ha perdido la tolerancia a convivir con la vida silvestre”, afirma Pettorelli, de la ZSL. “Hay mucho que reaprender. Para hacer frente verdaderamente a la crisis de la biodiversidad, hace falta que la gente se involucre”.
(Con información de AP)