La integración regional de las pequeñas y medianas empresas (pymes) para dejar de lado discursos políticos que “a veces fallan” y generar una plataforma digital en el continente es la apuesta de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) para reforzar el comercio en tiempos de crisis económica.
Así lo sostiene a Efe el secretario general de la Aladi, el uruguayo Sergio Abreu, quien acota que la idea del organismo es generar un “tejido social”, en el que las empresas de los 13 países miembros puedan acceder a información, cursos de capacitación y red de contactos para mejorar el comercio regional.
“Hoy la Aladi, sus 13 países, apenas están comerciando el 11 % frente al 50 o 60 % de Europa o de Asia casi el 50 %. Significa, por decirlo en forma muy clara, un fracaso del proyecto de integración que necesita más que voluntad política”, enfatiza Abreu.
La Aladi lanzó la plataforma “Pymes, grandes negocios” destinada a micro, pequeñas y medianas empresas que, según detalla el secretario general, representan más del 90 % de las estructuras productivas de la región y en esta pandemia han perdido unos 40 millones de puestos de trabajo que afectaron al “tejido social”, la inversión y la paz social.
“La constatación que tenemos nosotros es que la mayoría de las pymes no tienen los vehículos necesarios para poder conectarse y conocer en profundidad cuáles son sus ventajas y su capacidad de exportar, importar y relacionar sus cadenas de valor”, señala Abreu, quien sostiene que por ello es necesaria esta plataforma.
El objetivo es que, mediante un instrumento digital, los empresarios puedan acceder a “información privilegiada” sobre el comercio de la región, la normas, las tendencias, los aranceles, entre otras cosas.
“Esta comunidad empresarial va a tener, además, instrumentos adicionales, financiamiento y algunos aspectos de conexión e incluso de entrega hasta con la Unión Postal de las Américas, para darle una expresión digital a todo lo que significa el comercio desde el punto de vista de su facilidad”, subraya.
Debido a la asimetría de Latinoamérica, que hace que haya países con grandes mercados -como Argentina, Brasil o México- y otros pequeños o con grandes dificultades, como el boliviano, no hay un estándar sobre la consideración de pyme, sino que el espectro es sumamente amplio.
“Lo importante es que el comercio sea el reflejo de la integración y, si la integración no es comercio en los registros que están hoy, por lo menos es un fracaso de carácter económico y social, que es lo que más nos preocupa”, opina Abreu.
Pese a que hoy, cerca del 85 % del comercio de los países de la región está sin aranceles, la falta de información o algunas normas que generan restricciones hace que todavía no pueda desarrollarse el comercio como debería.
Sin embargo, Aladi apuesta a llegar a las 100,000 empresas dentro de esta plataforma en 2022.
“El empresario cuando tenga una dificultad y ve que quiere mejorar o defenderse de una determinada situación tiene que conocer esta plataforma”, apunta y agrega que la recepción de los empresarios viene siendo “muy buena”.
Financiación, transporte o aduanas son solo algunos de los principales desafíos con los que esta iniciativa debe lidiar para ser exitosa, aunque Abreu asegura que ya hay varios interesados en respaldar diferentes aspectos de esta plataforma.
“El objetivo es estar siempre en la frontera tecnológica, que no estemos ofreciendo una bicicleta con ruedas cuadradas y que el empresario sepa que también va a tener su esfuerzo pero esto es gratis”, resalta.
Si bien el foco es el comercio interno de la región, Abreu considera que sería bueno incluir en la cadena de valor acuerdos extracontinentales, pero eso se dificulta ya que Europa tiene un “doble discurso político”, dice, que no permite concretar el acuerdo entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE), firmado en 2019 pero a falta de ratificación en cada país miembro.
“La Unión Europea no tiene la sensibilidad suficiente para tomar en cuenta que hay un mercado de Mercosur de casi 300 millones”, indica Abreu, para quien Europa habla “de América Latina como si fuera un interlocutor”, lo que supone “desconocer las obligaciones que Europa tiene con el comercio internacional y la gobernabilidad de los países”.