A finales del 2021, el reino contaba con 400,000 cafetos en 600 explotaciones en todo el país, produciendo 800 toneladas de café al año, una gota de agua en comparación con la producción de los mastodontes del sector, como Brasil y Etiopía. (Foto: Difusión)
A finales del 2021, el reino contaba con 400,000 cafetos en 600 explotaciones en todo el país, produciendo 800 toneladas de café al año, una gota de agua en comparación con la producción de los mastodontes del sector, como Brasil y Etiopía. (Foto: Difusión)

Para Farah Al Malki, cultivar cafetos es más que un trabajo, es una tradición familiar transmitida de generación en generación, que el gobierno saudita y los profesionales buscan promover cada vez más.

“Mi padre heredó (de este oficio) de sus abuelos, tomé el relevo y lo transmití a mis hijos, y luego a mis nietos”, cuenta el ancianode, viendo a éstos podar árboles.

En Jizán, en el suroeste de Arabia Saudita, el patriarca de 90 años tiene -al igual que su país- una larga historia con el café, que se extendió de Etiopía a Yemen y luego al resto de Medio Oriente hacia el siglo XV.

Jizán es conocida por sus granos de café rojos “khawlani”, a menudo mezclados con cardamomo y azafrán para dar un tinte amarillento al café, conocido localmente como “gahwa”.

Su aroma diferente de la bebida amarga que se bebe en otras partes del mundo sigue siendo una parte importante de la cultura local, por lo que el gobierno designó al 2022 “año del café saudita”.

Servido con dátiles tanto en el hogar como en los palacios reales, el “gahwa” es considerado un símbolo de hospitalidad y generosidad.

Vestido con el atuendo tradicional de los cafecultores, una camisa oscura y una larga falda (wizrah), una daga en el cinturón, Farah Al Malki se ocupa siempre de los campos, a pesar de su edad. “El mayor problema que tuvimos fue la falta de agua y apoyo”, explica.

Pero con la voluntad de diversificar la economía de la rica monarquía petrolera, el gobierno lanzó en enero una campaña de promoción del café.

Las autoridades pidieron a todos los restaurantes y cafés que utilicen la denominación “café saudíta” en lugar de “café árabe”.

Y el gigante petrolero nacional Aramco anunció un proyecto para establecer un centro dedicado al café en Jizán, utilizando “técnicas avanzadas de riego para mejorar la producción agrícola”.

Atraer inversores

A finales del 2021, el reino contaba con 400,000 cafetos en 600 explotaciones en todo el país, produciendo 800 toneladas de café al año, una gota de agua en comparación con la producción de los mastodontes del sector, como Brasil y Etiopía.

Sin embargo, según los medios de comunicación locales, Arabia Saudita tiene previsto plantar 1.2 millones de árboles khawlani para el 2025.

Los nueve hijos de Farah participan en esta industria, ya sea en la etapa de cultivo, embalaje, transporte o comercialización.

Entre ellos, Ahmed, de 42 años, viste como su padre ropa tradicional de granjero, así como un tocado de flores. “Todas las granjas son orgánicas”, asegura, añadiendo tener un conocimiento profundo de los granos de café “khawlani”.

La familia produce unas 2.5 toneladas de café molido al año, cuyo precio oscila entre US$ 26.3 y US$ 40 por kilo.

Según el historiador Yahya Al Malki, vinculado con esta familia, el “secreto” de los granos khawlani reside en su cultivo en la región de Jizán, que es cálida, húmeda y lluviosa.

Arabia Saudita espera que la cultura del café khawlani figure en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco. “Esto ayudará a apoyar a los agricultores y a preservar los cafetales, al tiempo que atraerá a inversores extranjeros a la región”, explica Ahmed, evocando un sueño que se haría realidad.

Hoy quiere transmitir estos conocimientos a sus propios hijos y nietos y reza para que siga siendo “una fuente de ingresos para ellos”.

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