Sus rostros cubiertos de hollín parecen venidos de otro siglo. En el Parque Nacional Ciénaga de Zapata, en el centro de Cuba, los campesinos hacen el carbón vegetal con los mismos métodos y utensilios de sus ancestros, pero replantando los árboles talados.
“Hace 33 años que trabajo como carbonero”, declara Daniel Díaz, un hombre de 59 años que vive con su familia a pocos metros del horno de carbón, en una casa de madera junto al río.
“Es un poco difícil, pero sí, me gusta”, añade, mientras su pequeña de 9 años salta al agua con alegría.
Detrás de Díaz, una pirámide de leña pronto será cubierta de paja y tierra antes de iniciar un proceso de combustión incompleta que puede tardar entre cinco y seis días, y que tendrá que vigilar “día y noche” para evitar un incendio.
En Cuba, los carboneros de la Ciénaga de Zapata, que es el mayor humedal del Caribe, son famosos después de que Fidel Castro pasara con ellos su primer fin de año tras el triunfo de la revolución de 1959.
En las imágenes de la época, se ve al líder cubano compartiendo charla y comida con los carboneros y sus familias para expresarles su apoyo durante un viaje a la zona, conocida por sus cocodrilos y entonces la más pobre del país.
Pero con el paso de los años la tradición del carbón se perdió en esa región.
Exportaciones hacia Europa
El carbón “durante mucho tiempo se utilizaba fundamentalmente en la economía nacional, incluso por las familias para cocinar”, cuenta Oscar Verdeal, director de Desarrollo de la Empresa de Conservación de la Ciénaga de Zapata (Ecocienzap). Pero “disminuyó considerablemente el consumo interno y sobre todo para la población al tener otro método de cocción” más cómodo.
“Y entonces surgió la posibilidad de exportar”, apunta. Cuba exporta hasta 80,000 toneladas anuales de carbón, principalmente a Europa (Italia y España).
Aunque en el resto del país la mayoría del carbón se produce en los últimos años a partir del marabú, una planta invasora, en la Ciénaga de Zapata apuestan por el método más tradicional.
Y para lograrlo, había que hurgar en la memoria. “No había personas con conocimiento”, explica Orlando Prado, de 73 años, que ya se había jubilado. Entonces “me vinieron a buscar”.
Prado muestra algunas fotografías en blanco y negro de la época de oro de la fabricación del carbón en Cuba, en las décadas de 1960 y 1970. En una de ellas, una joven posa delante de uno de los enormes hornos que se utilizaban en el proceso.
Es “una lástima que se haya perdido la tradición, pero bueno, no perdemos la esperanza de recuperar todo eso, estamos trabajando en eso”, agrega.
“Equilibrio ecológico”
En un cobertizo a la orilla del río, las máquinas de antaño han sido renovadas para fabricar las herramientas de madera que se emplean para recoger y transportar el carbón. Se necesitan tres o cuatro hombres para tirar de la correa y poner en marcha una de ellas.
Los campesinos tuvieron que limpiar los canales que los españoles cavaron a mano a principios del siglo XX, unos 30 kilómetros de vías fluviales que serpentean por el bosque y que estaban obstruidas.
También reconstruyeron sus antiguos “bongos”, largas embarcaciones de madera utilizadas para transportar mercancías con mayor facilidad.
Estos lanchones, que son impulsados con grandes varas de madera, se utilizan ahora para transportar la materia prima para hacer el carbón, una forma de ahorrar combustible en momentos en que Cuba vive su peor crisis económica en 30 años.
Hasta ahora, la producción es modesta: 600 toneladas el año pasado (todas destinadas a la exportación), y para este año la meta es 700 toneladas. Pero la actividad genera empleos.
“El propósito de nuestra empresa es seguir produciendo carbón buscando ese balance ecológico entre la naturaleza y el hombre”, explica Yoel Salgado, director de una unidad silvícola de Ecocienzap.
Salgado muestra las diferentes especies de árboles plantados para reforestar el bosque utilizado para hacer carbón: “cedro, caoba, acacia y otras que están en peligro de extinción”.
“El carbón es una producción emblemática del territorio”, un símbolo de la Ciénaga de Zapata al igual que el cocodrilo, subraya Verdeal, que espera poder mostrarle a los turistas este vestigio del pasado.