Abel Bautista miró los vastos pastizales que lo rodeaban y frunció el ceño. “Antes”, dijo, “había filas de gente para cortar”.
Ahora, en lugar de café, estas colinas verdes cerca de la frontera de Honduras con Guatemala cuentan con pocos árboles y casi ningún trabajador.
Los tiempos son tan difíciles en su aldea natal que Bautista, un trabajador agrícola de 40 años, recientemente hizo el largo y peligroso viaje con un hijo de 15 a través de dos fronteras en un intento fallido por ingresar a Estados Unidos.
Más de una docena de miembros de su familia, incluida una hija adolescente, han realizado viajes similares en los últimos años, la mayoría cruzando el Río Grande con éxito. Un sobrino y su hijo pequeño, dicen sus familiares, desaparecieron en el camino.
No es solo que el ganado haya reemplazado la cosecha de café en este rincón de las tierras altas del tercer país más pobre de América. Peor aún, el narcotráfico y la violencia se han apoderado de las calles de El Paraíso y los pueblos cercanos y han convertido las granjas circundantes en pasadizos para la cocaína que se dirige al norte.
Mientras tanto, las autoridades encargadas de salvaguardar la estabilidad y el desarrollo están cada vez más involucradas en los mismos crímenes que ahora empujan a muchos lugareños a huir a Estados Unidos.
En El Paraíso, un municipio de unas 20,000 personas, estos factores fueron personificados por Alexander Ardón, un ladrón de ganado devenido en narcotraficante y luego un en alcalde que gobernó este rincón de Honduras como un feudo hasta que huyó y se rindió a las autoridades estadounidenses hace dos años.
Al llegar a un acuerdo con los fiscales federales, Ardón confesó haber participado en 56 asesinatos, torturas y tráfico de hasta 250 toneladas de cocaína a Estados Unidos.
Con la ayuda de funcionarios de alto nivel del gobernante Partido Nacional, según las transcripciones de los testimonios que brindó ante un tribunal estadounidense, Ardón consolidó el poder, convirtiendo El Paraíso en un corredor de cocaína para narcos como el encarcelado Joaquín “El Chapo” Guzmán.
La complicidad oficial con el narcotráfico, una tendencia que se repite en otras partes de Honduras y Centroamérica, ha exacerbado una ya larga historia de desigualdad en la región, empobreciendo aún más a gran parte de la clase trabajadora y enriqueciendo a los funcionarios corruptos y las élites adineradas que controlan la mayor parte del poder.
Las autoridades están tan involucradas en el narcotráfico y otros actos corrosivos, dicen grupos locales de derechos humanos, investigadores y diplomáticos extranjeros, que la criminalidad es una de las principales razones del renovado éxodo de personas desde Centroamérica.
“Es una de las principales contribuyentes a la violencia, la corrupción y la impunidad que han polarizado al país y han hecho que muchos hondureños se conviertan en migrantes”, aseveró el senador estadounidense Patrick Leahy, defensor de una reforma migratoria y conocedor de los problemas de derechos humanos relacionados con América Latina desde hace mucho tiempo.
Desde su arresto, el testimonio de Ardón ha convulsionado la política hondureña y arrojado una luz poco común sobre presuntos crímenes en los más altos niveles del Gobierno.
Ardón fue un testigo clave en la condena por narcotráfico en Estados Unidos de “Tony” Hernández, hermano menor del presidente Juan Orlando Hernández y excongresista, quien fue sentenciado este año a cadena perpetua por su “papel en una violenta conspiración para el tráfico de drogas patrocinado desde el Estado”, de acuerdo con los fiscales.
También se espera que Ardón, ahora de 45 años y bajo custodia federal, sea un elemento central de una investigación en curso contra el presidente Hernández, según un expediente judicial del fiscal federal para el Distrito Sur de Nueva York.
En el juicio contra Tony Hernández, de acuerdo con las transcripciones revisadas por Reuters, Ardón sostuvo que el presidente y su predecesor, Porfirio Lobo, le permitieron traficar cocaína a cambio de millones de dólares en contribuciones de campaña.
En su presentación de febrero, los fiscales aseguraron que el presidente Hernández buscaba “utilizar el narcotráfico para ayudar a afirmar su poder y controlar Honduras”. No detallaron crímenes específicos.
Portavoces del Gobierno en Tegucigalpa, la capital, no respondieron a solicitudes de comentarios por parte de Reuters.
En numerosas declaraciones públicas, el mandatario ha negado irregularidades. Dijo a legisladores locales a principios de este año que los fiscales estadounidenses ponen en peligro la cooperación antinarcóticos entre los dos países si persisten en creer en los testimonios que lo implican.
“Si determinadas oficinas en Estados Unidos, cometen el error de premiar a los narcos que dan falso testimonio. Significará que tarde o temprano los sistemas de cooperación inevitablemente colapsarán”, aseveró Hernández en febrero.
Reuters no pudo verificar de forma independiente las afirmaciones de Ardón en su testimonio contra los hermanos Hernández u otras personas que mencionó. Un portavoz del Departamento de Justicia se negó a discutir el caso Ardón o Hernández.
Jeffrey Cohn, un abogado de Ardón basado en Nueva York, se negó a comentar sobre el caso, cualquier sentencia que pudiera haber recibido o el papel de su cliente en las investigaciones. Jesse Siegel, abogado defensor de Tony Hernández, no respondió a solicitudes de comentarios de Reuters.
Para personas como los Bautista, que han visto caer a la economía local por el crimen y la complicidad de quienes se encuentran en el poder, la falta de perspectivas no les ha dejado otra opción que buscar oportunidades en otros lugares.
En agosto, las autoridades estadounidenses capturaron a más de 39,000 hondureños que intentaban cruzar la frontera sur sin permiso, una de las cifras mensuales más altas registradas, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
Honduras superó recientemente a Guatemala como la segunda fuente principal de migrantes irregulares a Estados Unidos, detrás de México. Más de medio millón de hondureños, arriba del 5% de la población del país, han sido capturados en la frontera de Estados Unidos desde enero del 2019.
Ante el aumento de llegadas, el presidente estadounidense, Joe Biden, planea enviar hasta US$ 4,000 millones a Honduras, Guatemala y El Salvador. La ayuda, destinada a abordar las causas de la migración, será canalizada en gran parte a programas de lucha contra la corrupción.
“Esta conexión entre el crimen organizado y la migración irregular es una que va en aumento”, señaló el diplomático estadounidense enfocado en Centroamérica, Ricardo Zúñiga, durante una conferencia de prensa reciente.
Además de la corrupción vinculada al narcotráfico, otros escándalos de corruptela han sacudido a Honduras en los últimos años. En el 2020, dos funcionarios fueron acusados de robar fondos para la compra de clínicas de salud móviles. Ambos se han declarado inocentes y están a la espera de juicio.
Por otra parte, los residentes pobres que apoyan a los partidos de oposición aseguran que han sido excluidos de los paquetes de ayuda distribuidos por Hernández a sus simpatizantes, una acusación negada desde las altas esferas.
El Gobierno, que refleja los movimientos de la vecina Guatemala, también ha debilitado las leyes y agencias establecidas para combatir la corrupción. Hernández se negó el año pasado a reautorizar la presencia de la MACCIH, un grupo de investigadores extranjeros respaldados por la Organización de Estados Americanos (OEA), que habían desenterrado con éxito esquemas de corrupción de alto nivel.
Alrededor de El Paraíso, donde Ardón construyó un edificio de Gobierno color rosa, con un helipuerto, y un diseño similar a la Casa Blanca, el alcalde era casi intocable. Él y sus socios compraron tanta tierra y obligaron a los que no querían vender a dejar su propiedad de todos modos, que las granjas, las familias y los medios de subsistencia desaparecieron.
A medida que acumulaba riqueza y poder, la tasa de pobreza extrema, según datos oficiales, se duplicó en El Paraíso, donde el 94% de la población vive con menos de US$ 73 al mes, uno de los ingresos más bajos de Latinoamérica.
La carrera de Ardón ilustra los vínculos entre la corrupción, la impunidad y el aumento de la migración desde Honduras y otras partes de Centroamérica.
Para comprender mejor su ascenso y su impacto duradero en familias como los Bautista, Reuters habló con docenas de residentes, migrantes, activistas de derechos humanos y funcionarios de seguridad locales y extranjeros.
“La historia que hoy se cuenta es del poder, las casas, las mujeres, los caballos”, confesó Rolando Milla, miembro de la comisión nacional de derechos humanos de Honduras. “Pero no se cuenta de los crímenes, dolor, chantaje e intimidación”.
“Soy el rey”
Bautista, su hermana Iris y otros familiares han vivido cerca de El Paraíso por generaciones. La familia entera trabajó en los campos de café cercanos hasta principios de la década del 2000. Aunque la paga era poca -alrededor de ocho dólares por día en la cosecha- complementaban sus ingresos con lo que obtenían de sus pequeñas parcelas y la pesca en un río cercano.
“Pescamos, cosechamos frijoles, nos bañamos en el río”, recordó Iris Bautista, ahora de 43 años. Su vida simple, aunque dura, cambió con el cambio de siglo.
La cocaína con destino a Estados Unidos procedente de Sudamérica, en su mayoría transportada por avión o mar a través del Caribe antes de que las fuerzas del orden frustraran algunas de esas rutas, comenzó a ser contrabandeaba cada vez más por tierra.
El cambio empoderó a los cárteles mexicanos de la droga, que desde entonces han llegado a dominar el comercio y también creó lucrativas oportunidades criminales en Centroamérica.
Entre quienes estaban dispuestos a aprovecharse se encontraban quienes tenían un largo historial de robo y contrabando de ganado. Ardón, entonces un joven contrabandista con educación primaria incompleta, se dedicó al narcotráfico a partir del 2002, según el testimonio que dio a los fiscales. Rápidamente se hizo rico.
La afluencia de drogas y dinero provocó guerras territoriales, rivalidades y violencia. En el 2004, el esposo de Iris Bautista, José, fue baleado en la calle. Ella nunca supo quién lo mató ni por qué. La autoridad, dijo, tampoco. Portavoces de la policía local no respondieron a solicitudes de comentarios.
Asustada por sus dos hijos pequeños y un tercero en camino, Iris huyó a San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras. Allí lavaba ropa para ganar dinero.
En el 2005, a los 30 años, Ardón se postuló para la alcaldía de El Paraíso.
Aunque se llamaba a sí mismo un ganadero, muchos lugareños conocían la fuente de su prosperidad. Su ascenso, incluso, lo convirtió en un héroe popular para algunos, aseguraron funcionarios locales y pobladores.
Su riqueza, aseguró Ardón a los fiscales estadounidenses, le permitió sobornar a funcionarios y comprar votos, una táctica que luego usaría para ayudar a los aliados del Partido Nacional.
En el 2006, Ardón inició el primero de dos mandatos de cuatro años.
Desde el Ayuntamiento, intensificó su negocio de narcotráfico e hizo de El Paraíso una fortaleza. En la entrada principal del pueblo, instaló un portón y guardias armados que obligaban a los conductores a bajar las ventanillas e identificarse.
Se movía por la ciudad con un séquito de hasta 20 asistentes y guardaespaldas, un detalle de seguridad más típico de un jefe de Estado que de un alcalde provincial.
“Soy el rey del pueblo”, le dijo a La Prensa, un periódico hondureño. En la inusual entrevista del 2011, Ardón desestimó los rumores de que estaba involucrado en un crimen e identificó su prosperidad con la de El Paraíso: “no entiendo por qué cuando un lugar está en pleno crecimiento, lo critican”.
Junto con sus socios, incluido un hermano y otros miembros de la familia, compró grandes extensiones de tierras de cultivo. Aparentemente, la tierra fue comprada para pastorear ganado; en la práctica, se utilizó para el tránsito de cocaína.
Cuando un incentivo financiero no era suficiente para convencer a los terratenientes reacios, usaron la fuerza, aseguraron funcionarios locales. Ardón relató a los fiscales que adquirió 10 casas y 15 ranchos, uno con pista de aterrizaje.
Pronto, controló una gran franja de la frontera con Guatemala.
“Llegó a tener un control total de El Paraíso, como si fuera propiedad privada entre los dos países”, comentó Leandro Osorio, exjefe de inteligencia de la Policía Nacional de Honduras. “Los que se metían con ellos estaban muertos”.
El derramamiento de sangre en la zona rápidamente convirtió al estado Copán en uno de los rincones más violentos de Honduras, un país que, durante la próxima década, se volvió en el más violento del mundo.
Para el 2011, según la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Copán tenía una tasa de 114 homicidios por cada 100,000 habitantes. La cifra era un tercio más alta que el promedio nacional y 25 veces la de Estados Unidos.
A medida que Ardón adquirió territorio, las plantaciones que una vez cubrieron el campo desaparecieron. Entre el 2000 y 2010, las tierras de cultivo de café en los alrededores de El Paraíso se redujeron a la mitad, según datos del Instituto Hondureño del Café (Ihcafe).
Abel Bautista se encontraba cada vez más inactivo.
Él y otro hermano, Edgar, habían heredado pequeñas parcelas que usaban para la subsistencia. Pero dependían del trabajo de las fincas más grandes para ganarse la vida.
Aunque sus parcelas eran demasiado pequeñas para ser de interés para los traficantes, dijeron miembros de la familia, los compradores cercanos a Ardón adquirieron la tierra donde laboraban. Los nuevos propietarios arrasaron esas propiedades y plantaron pastizales.
“Sólo zacate y zacate”, dijo Abel, en su pequeña choza de madera.
Al principio, algunos terratenientes resistieron. Pero las amenazas de Ardón y sus aliados convencieron más. Salomón Orellana, profesor universitario y economista de Santa Rosa de Copán, la capital del estado, describió una respuesta común cuando un terrateniente se negaba a vender: “Está bien, mañana voy a negociar con tu viuda”.
En el 2007, a medida que crecían los negocios ilícitos de Ardón, llegó de visita el narcotraficante más famoso del mundo, “El Chapo” Guzmán. Jeffrey Lichtman, abogado defensor de Guzmán, no respondió a solicitudes de comentarios.
En una reunión sobre un trato inicial en El Paraíso, según el testimonio de Ardón, acordó entregar 2,000 kilos de cocaína a los representantes de Guzmán al otro lado de la frontera en Guatemala.
Desde allí, relató Ardón, los trabajadores de Guzmán transportarían la cocaína a México y la enviarían hacia Estados Unidos. Después de ese primer recorrido, contó Ardón, se reunió con Guzmán cinco veces más y le envió cargamentos de 500 kilos en camiones de ganado hasta dos veces al mes hasta el 2013. Políticos influyentes también lo buscaron.
En el 2008, testificó Ardón, conoció a Porfirio Lobo, un político que casi había ganado la presidencia del Partido Nacional en las elecciones anteriores. En un helipuerto en San Pedro Sula, dijo, Lobo le pidió dos millones de dólares para ayudar a los candidatos del partido el año siguiente.
Además de su propia nueva candidatura a la presidencia el dinero ayudaría a Juan Orlando Hernández en un intento por presidir el Congreso, supuestamente le dijo Lobo.
En julio pasado, el Departamento de Estado de Estados Unidos prohibió a Lobo ingresar al país, diciendo en un comunicado que había aceptado sobornos de narcotraficantes.
Lobo, en una entrevista telefónica, negó haberse reunido con Ardón para pedir dinero o negociar nada. Aseguró que nunca recibió financiamiento de ningún narcotraficante y calificó la afirmación del Departamento de Estado como “falsa”.
Ardón dijo a los fiscales que accedió a pagarle a Lobo.
A cambio, testificó, pidió un representante en una administración de Lobo, protección de las fuerzas del orden y una carretera que conectara El Paraíso con un pueblo cercano. Durante el siguiente año, relató Ardón, le envió a Lobo dos pagos de un millón de dólares en efectivo.
También sobornó a tres legisladores, no identificados en su testimonio, luego de una solicitud telefónica de Juan Orlando Hernández. Ambos hombres, comentó Ardón, le aseguraron que su negocio permanecería a salvo.
“Sabía que tenía que irse”
A fines del 2009 Lobo ganó la presidencia y, al año siguiente, Hernández asumió el timón del Congreso.
Lobo nombró a Hugo Ardón, hermano del alcalde, jefe de la agencia nacional de carreteras. Lobo indicó que la nominación de Ardón siguió al cabildeo de muchos actores del partido local, no a un quid pro quo con Alexander Ardón.
Dos oficiales de seguridad que investigaron las actividades de los Ardón declararon a Reuters que Hugo, al asumir el cargo, usó vehículos oficiales para ayudar a transportar los cargamentos de su hermano. En su testimonio, Ardón aseguró que Hugo lo ayudó a mover drogas.
Reuters no pudo contactar a Hugo Ardón para hacer comentarios. Para los Bautista, El Paraíso se volvió irreconocible. Iris, cansada de los magros salarios lavando ropa en la gran ciudad, decidió probar suerte de regreso en casa.
A su retorno, se sorprendió al ver el nuevo y ornamentado Ayuntamiento de Ardón, un edificio que él dijo a los fiscales que pagó con dinero de la droga y desde el que manejaba sus negocios. También vio casas palaciegas construidas en la ciudad.
“Había mansiones y mansiones”, recordó. “Pero la mayoría de la gente aún era humilde”.
En el 2010, el hijo de Iris, Milton, que entonces solo tenía 13 años, se fue de casa para buscar trabajo, primero en Honduras, luego en Guatemala y el norte de México. Intentó repetidamente entrar a Estados Unidos, pero fracasó.
Iris tenía tanto miedo por Lurbin, una hija adolescente, que rara vez la dejaba salir de casa, temiendo que pudiera ser presa de una violación, un delito que crecía junto con otros relacionados con las drogas.
Cuando las niñas desaparecían, a menudo aparecían muertas. La gente del pueblo sospechaba de los hombres que trabajaban para Ardón. “Ponían las camionetas a la par y las subían, por la buena o por la fuerza”, comentó Nelson Guevara, un sacerdote local en ese momento. Dijo que escuchó a muchas niñas que buscaban consuelo en la confesión, relatar violaciones y otros abusos.
Cohn, el abogado estadounidense del exalcalde, no respondió a una pregunta de seguimiento sobre las acusaciones que involucran a los hombres de Ardón.
El exalcalde se acercó más a las figuras del Partido Nacional, incluido Tony Hernández. Los dos hombres forjaron una sociedad, testificó Ardón. Junto con sus otros cargamentos de droga, Ardón comenzó a enviar cocaína con el sello “TH”, importada de Colombia por Hernández.
En el 2013, mientras Juan Orlando Hernández preparaba su candidatura a la presidencia, Ardón se reunió con el candidato en Tegucigalpa. Hernández, relató Ardón, le pidió que financiara su campaña en el estado Copán. Ardón asintió y gastó US$ 1.6 millones en ganancias de drogas en la campaña.
Hernández tenía otra solicitud: que Ardón no buscara la reelección como alcalde. Ardón había ganado demasiada notoriedad por las sospechas sobre sus negocios, le dijo Hernández, agregando que no podía garantizar protección a menos que bajara su perfil, relató Ardón a los fiscales. Ardón estuvo de acuerdo.
Más tarde ese año, indicó Ardón, organizó una reunión en la zona rural de Copán entre “El Chapo” Guzmán y Tony Hernández. Allí, testificó Ardón, Guzmán ofreció a Hernández un millón de dólares para la campaña presidencial de su hermano.
“El Chapo Guzmán se lo entregó a Tony Hernández”, reconoció Ardón.
Juan Orlando Hernández ganó la presidencia a fines del 2013 y asumió el cargo en enero del 2014.
En ese momento, autoridades de Estados Unidos estaban investigando a algunos grupos del crimen organizado en la región. En el 2015, el jefe de una red hondureña de tráfico conocida como “Los Cachiros”, se entregó en un lugar no revelado a las autoridades estadounidenses.
Su testimonio alimentó más investigaciones que implicaron a Ardón, los hermanos Hernández y otros, según funcionarios hondureños familiarizados con los hechos.
Aun así, Ardón continuó traficando y aseguró a los fiscales que, por entonces, no temía el arresto ni la extradición. “Estaba protegido por Juan Orlando Hernández”, confesó.
En el 2018, Darlín Bautista, la hija de 15 años de Abel en ese momento, huyó de Honduras. “Estaba muy triste”, recordó Levin Solís, su madre. “No podía dormir con ella en estos caminos”.
Darlín llegó a salvo a Estados Unidos y comenzó a trabajar en restaurantes. Ahora envía dinero a casa desde Indiana. Reuters no pudo comunicarse con ella en busca de comentarios.
Ese noviembre, la policía arrestó a Tony Hernández en el aeropuerto de Miami.
Por esa época, un asistente de Juan Orlando Hernández llamó a Ardón y le dijo que el presidente estaba preguntando por él. El hombre afirmó que Hernández creía que Ardón podría estar cooperando con los investigadores estadounidenses, testificó Ardón. No está claro si Ardón ya estaba en contacto con las autoridades estadounidenses.
Pronto, sin embargo, huyó de Honduras. En marzo del 2019, Ardón se entregó a funcionarios estadounidenses en Guatemala. Las autoridades hondureñas informaron a Reuters que Ardón probablemente temía por su vida. “Sabía que tenía que irse o lo podían matar”, opinó Osorio, el exjefe de inteligencia.
Los Bautista también sintieron cada vez más la necesidad de marcharse.
En febrero, Abel hipotecó la parcela de su familia. Con su hijo adolescente, Noel, salió de El Paraíso y pagó a traficantes de personas para que los llevaran a la frontera con Estados Unidos, eludiendo a las autoridades la mayor parte del camino.
Después de unas tres semanas, llegaron a una casa de seguridad empleada por los traficantes al otro lado de la frontera de McAllen, Texas. Allí, le dijeron a Bautista que Noel podría solicitar asilo en Estados Unidos como menor no acompañado y tendría más posibilidades de cruzar sin él.
Bautista decidió dejar que Noel corriera el riesgo.
Cuando se enteró que Noel había sido puesto a salvo bajo custodia de Estados Unidos, Bautista trató de escabullirse. Los agentes estadounidenses lo atraparon y lo expulsaron de regreso a México, recordó.
Los portavoces de la CBP y el Departamento de Salud y Servicios Humanos, que supervisa los refugios para menores no acompañados, se negaron a comentar sobre Abel, Noel o cualquier otro miembro de la familia Bautista.
Mientras Abel regresaba a Honduras, su hermano, Edgar, decidió probar suerte con Leo, su hijo de tres años. En julio, lograron ingresar con éxito a Estados Unidos, según tres miembros de la familia. Reuters no pudo contactar a Edgar en busca de comentarios o determinar su estatus migratorio.
En agosto, las autoridades estadounidenses liberaron a Noel de un refugio, dijeron familiares. Ahora se ha reunido con Darlín, la hermana que se fue en el 2018, y otros miembros cercanos de la familia. Según la ley estadounidense, ahora puede comenzar a buscar asilo.
Milton, el joven Bautista que había fallado repetidamente en ingresar a Estados Unidos desde que salió de El Paraíso hace una década, cruzó la frontera ilegalmente a principios de agosto, confesó a Reuters. A través de primos en Alabama, encontró trabajo en la construcción y ya comenzó a enviar a Iris, su madre, dinero para comida y una cirugía de riñón.
Iris da la bienvenida a las remesas, pero aún teme por su futuro y el de la familia que queda en Honduras. “Es tremenda la inseguridad”, dijo. “Si no puedo estar aquí voy a viajar también”.