Casi 20 años después de invadir Afganistán para derrocar al Talibán y perseguir a Al Qaeda, las fuerzas armadas estadounidenses han abandonado su mayor base aérea en el país, adelantando una retirada final que, según el Pentágono, finalizará a fines de agosto.
El presidente Joe Biden había dado instrucciones al Pentágono de que completara el retiro para el 11 de setiembre, el vigésimo aniversario de los ataques terroristas en Estados Unidos, pero el alto mando dice que puede lograrlo un poco antes.
El retiro está consumado en gran medida y fuentes oficiales habían dicho que podía completarse este fin de semana, pero hay varias cuestiones a resolver en las próximas semanas, como una estructura del mando militar estadounidense en Kabul y negociaciones con Turquía para mantener la seguridad en el aeropuerto de la capital, por lo que el final del retiro no se anunciará en lo inmediato.
“Un retiro con seguridad y en orden nos permite mantener una presencia diplomática, apoyar al pueblo y gobierno afganos e impedir que Afganistán vuelva a convertirse en refugio de los terroristas que amenazan a nuestro país”, dijo el secretario de prensa del Pentágono, John Kirby.
Mientras tanto, el gobierno está reduciendo las opciones para garantizar la seguridad de miles de afganos cuyas solicitudes de visas especiales para ir a Estados Unidos aún no han sido aprobadas. El gobierno ha dicho que está dispuesto a evacuarlos a terceros países mientras se procesan las visas, pero aún no ha determinado cuáles son. Una posibilidad es reubicarlos en países vecinos de Asia central donde se podría protegerlos de las represalias del Talibán u otros grupos.
La Casa Blanca y el Departamento de Estado se han negado a revelar cuántos serían y a qué países, pero los cancilleres de Tayikistán y Uzbekistán visitaron Washington esta semana para hablar sobre la seguridad afgana con los secretarios de Estado, Antony Blinken y de Defensa, Lloyd Austin.
Kirby dijo que Austin aprobó el viernes una nueva estructura de mando en Afganistán para la transición de la misión militar de la guerra a dos objetivos nuevos: proteger la presencia diplomática estadounidense en Kabul y mantener el enlace con las fuerzas armadas afganas.
Bajo el plan de Austin, el comandante en Afganistán, general Scott Miller, entregaría su autoridad de combate al mando central con sede en Florida, cuyo jefe es el general de marines Frank McKenzie. Un almirante de la Armada encabezará una oficina militar con sede en la embajada de Estados Unidos, llamada Fuerzas Estadounidenses Afganistán-Adelante para supervisar la misión de brindar seguridad a la embajada y sus diplomáticos.
Se instalará en Qatar una oficina militar satelital comandada por un general para administrar el apoyo financiero a las fuerzas armadas y policiales afganas y el mantenimiento de los aviones afganos fuera del país.